CORRUPCIÓN Y NARCOS – LA HERENCIA DE PABLO ESCOBAR.
Eligio Palacio Roldán
Ante el primer puesto de Colombia como el país más corrupto del mundo, en el ranking de la revista estadounidense U.S. News, basado en índices de percepción, la vicepresidente Marta Lucía Ramírez indicó que “… esta percepción obedece en parte a producciones como “Narcos” o series basadas en Pablo Escobar, que dejan esa imagen en el extranjero”
Tiene razón la vicepresidente al indicar que en parte se debe a las series inspiradas en Pablo escobar. No en vano, son el punto de encuentro con los colombianos en el exterior, en medio de una sonrisa o una que otra pregunta maliciosa.
Sin embargo ese no es el problema. Lo complejo del asunto es que esa percepción negativa, impulsada por las series sobre narcos, se ve validada con la realidad actual que nos abruma y que no se debe a una ficción si no a la herencia de Pablo Escobar: Lo narco como medio de subsistencia o ascenso social y la narcocultura.
Mientras los campos y ciudades de nuestra Colombia se inundan de narcotráfico, algunos dirigentes ilusos, como el exalcalde de Medellín Federico Gutierrez, tratan de borrar de la historia el nombre del legendario narcotraficante y los demás colombianos repetimos su forma de ser, actuar y estar en la vida. El dinero fácil y la falta de escrúpulos, en los métodos para conseguirlo, son el pan de cada día sin distingo de clase social, raza, religión o sexo. En eso, los colombianos, si somos iguales, desafortunadamente. En eso, y en la manida teoría de que todos los demás son corruptos y como cantara Alberto Cortez (Q.E.P.D) “Olvidamos que somos los demás de los demás”.
Al observar los comentarios en las redes sociales, los contenidos de los medios de comunicación y las conversaciones habituales pareciera haber un rechazo unánime frente a la corrupción; incluso es la bandera de muchos políticos y generadores de opinión a los que se les cree. Pero, analizando detenidamente esos políticos, esos generadores de opinión y a quienes rechazan la corrupción se observa que también cometen actos alejados de la ética y de las leyes, que privilegian el bien particular sobre el general.
Inquieta, además, que para muchos hay una especie de patente de corso en los medios de comunicación y entre muchos colombianos. El caso más reciente, el de Antanas Mockus a quien algunos consideran casi un santo y le perdonan todo; incluso, trasgredir la ley al no declararse impedido para participar como candidato al Congreso a sabiendas que había celebrado contratos con el estado.
Esa posición ambivalente frente a la corrupción es la que no nos permite salir de ella. Bien haría la vicepresidente, en particular, el gobierno en general y los medios de comunicación en emprender una verdadera cruzada contra la corrupción y una reeducación de todos los colombianos en la materia.
Es hora de fundar una nueva cultura en el país de cara a este siglo XXI, que comienza su tercera década. Una cultura que recoja lo mejor de los valores del pueblo colombiano con anterioridad a la década del setenta, cuando se sembró la cultura del dinero fácil con el surgimiento del narcotráfico, y los proyecte al futuro. Para ello es necesario reconocer que somos un pueblo corrupto donde reina la narcocultura. Eso se logra enfrentando la verdad y no eludiéndola como trató de hacerlo el saliente alcalde de Medellín y lo hace ahora la vicepresidente Marta Lucía Ramírez, entre otros personajes.
ANTES DE FIN
Los alcaldes de Bogotá y Medellín, Claudia López y Daniel Quintero, con su discurso contra la corrupción y el apoyo a la protesta ciudadana ganaron las elecciones. La protesta se les está devolviendo y haciendo estragos a poco más de un mes de asumir su cargo, ¿Pasará lo mismo, al final de sus gobiernos, con el tema de la corrupción?