2023, OTRA VEZ ELECCIONES

2023, OTRA VEZ ELECCIONES

Eligio Palacio Roldán

Comienza el 2023, otro año electoral, más intenso, más dinámico, y más pasional que el anterior, debido a la cercanía de las gentes a los candidatos a concejos y alcaldías en pueblos y ciudades, a lo largo y ancho del país. Otra vez, los candidatos sacarán lo mejor de si para impresionar a sus electores, otra vez, los electores se entrelazarán en discusiones inútiles tratando de demostrarle al otro que su candidato es el mejor, otra vez, llegarán miles de ofertas de campañas publicitarias, de ayudas “desinteresadas” y de voluntarios sin ambiciones “personales”, hasta que demuestran lo contrario, después del triunfo.

Algunos analistas predicen un año trascendental para la historia política del país, indican que habrá un avance considerable de la izquierda y que, seguramente, tendrán en sus filas un número importante de mandatarios locales electos, otros piensan que la derecha se recuperará dado los malos gobiernos de ciudades importantes como Medellín y Cali. Terminadas las elecciones, unos y otros se mostrarán triunfantes, y lo serán, porque seguirán gobernando al país camuflados en los nuevos partidos o en otros creados para “combatir la corrupción”.

El 2023 seguirá siendo un excelente año para los políticos y para los vividores de la política, aquellos que se benefician de ella como industria: los dedicados a logística, publicidad, comunicaciones y al comercio de votos. También será un buen año para las gentes del común que se sentirán reconocidas, queridas e ilusionadas y para la población de menos recursos que recibirá dinero por su voto. Este año, seguirá siendo un mal año para Colombia y los colombianos, el país continuará en manos de gobernantes inescrupulosos que llegan a sus cargos para enriquecerse y no para ser “Servidores públicos”.

Y cuando se defina lo que dejó el año viejo, cientos de exmandatarios saldrán con sus bolsillos llenos de dinero y sus ambiciones de avanzar en la carrera política fortalecidas y unos gobernantes entrantes y sus seguidores convencidos que llegó su cuarto de hora, no para servir a una comunidad si no para enriquecerse.

Es posible que el panorama que presento sea muy oscuro, pero es el observado desde que tengo uso de razón y que se vio agravado con la elección popular de alcaldes, ojalá este año las cosas sean diferentes y se elijan buenos gobernantes, o al menos honestos. No creo, la capacidad de manipulación de las organizaciones políticas ha crecido de la mano de la publicidad, el mercadeo, las fake news, la poca capacidad de análisis, la ignorancia y la ambición desmedida de la población.

Puede leer: CARTA DE UN ALCALDE CORRUPTO https://eligiopalacio.com/2017/11/16/carta-de-un-alcalde-corrupto/

ANTES DEL FIN

Muy triste recorrer las calles de Medellín en la era Daniel Quintero: basuras, huecos en las vías, caos vehicular, indigentes, delincuentes, inseguridad.

Creo que el camino para solucionar la violencia en Colombia es la paz total, difícil lograrla en una sociedad enferma por el dinero fácil. Pablo Escobar transformó a Colombia, para mal.

La revaluación del peso frente al dólar da un respiro a la economía colombiana, ojalá derive en menor inflación, como habría de esperarse.

Y así, como el agua entre los dedos, se fue el primer mes del año 2023 y el sexto del gobierno Petro. “El tiempo pasa y se nos va la vida”.

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LA LUCHA CONTRA LA CORRUPCIÓN COMO ESTRATEGIA ELECTORAL

LA LUCHA CONTRA LA CORRUPCIÓN COMO ESTRATEGIA ELECTORAL

Eligio Palacio Roldán

El martes titulé este escrito como la síntesis de lo que quería decir esta semana y el miércoles me encontré una estupenda columna sobre el mismo tema de Alfonso Gómez Méndez, en el diario El Tiempo: Combatir la corrupción: ¿gancho electoral? https://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/alfonso-gomez-mendez/combatir-la-corrupcion-columna-de-alfonso-gomez-mendez-678405.

La columna hace un recorrido por la historia de la lucha contra la corrupción en  Colombia desde Simón Bolívar hasta nuestros días y destaca el fracaso de las diferentes iniciativas para derrotarla y yo agregaría para “Reducirla a las justas proporciones” como dijo alguna vez el presidente de finales de los setenta Julio Cesar Turbay Ayala.

Así como en el caso de los candidatos presidenciales, el tema más recurrente en mis columnas es el de la lucha contra la corrupción (https://eligiopalacio.com/tag/corrupcion/). He dicho que es la herencia de Pablo Escobar y el narcotráfico y hoy toca rectificar porque como lo dice el doctor Gómez Méndez es desde la constitución de la nación; sin embargo, esta se ha ido agravando con el pasar de los años, desde los tiempos de Pablo Escobar, o como dijera yo en alguna de las columnas anteriores, se ha democratizado. Más bien, la corrupción se ha extendido como plaga incontrolable a lo largo y ancho del país.

La pregunta que quería tratar de dilucidar en esta reflexión era: ¿por qué ese deseo de elegir a los que dicen encarnar la batalla contra la corrupción a sabiendas de que no emprenderán ninguna lucha contra ella una vez elegidos, conociendo que han incurrido en hechos de corrupción y de que, nosotros mismos, en la vida diaria, asumimos conductas non sanctas?

Podría pensarse que ese deseo de que un presidente acabe con la corrupción sin ninguna colaboración de nuestra parte obedece a otro de los paradigmas heredados de la moral cristiana: todo depende de un ser superior y yo no tengo que hacer ningún esfuerzo para lograr el objetivo, “es la voluntad de Dios”, de un ser superior; en este caso el presidente de turno.

También es esa doble moral la que nos acecha y que se ejemplariza como nunca en las campañas electorales: el malo es el otro, el corrupto es el otro y por lo tanto hay que derrotarlo y si lo derroto pues las gabelas serán para mí, para mis amigos o para mis seres queridos. Es decir, el egoísmo rampante.

La doble moral que nos caracteriza hace imposible que nos acerquemos a la realidad de lo que ofrecen los candidatos presidenciales y de ellos mismos como posibles gobernantes. No se analiza ni la hoja de vida, ni la trayectoria, ni las ejecutorias de los personajes en disputa por el poder y sin discernimiento nos atrevemos incluso a retar a nuestros pares por ser poseedores de la verdad y encarnar al igual que nuestro candidato la lucha contra la corrupción; obvio, la corrupción de los demás.

ANTES DEL FIN

Las estrategias de los movimientos políticos para acceder al poder en Colombia quedaron al desnudo con las revelaciones de los videos de una de las campañas: fango nauseabundo es el que se esparce sobre Colombia y los colombianos ahí como idiotas útiles.

Si de idiotas útiles vamos a hablar que tal Alejandro Gaviria y pensar que fue rector de la Universidad de los Andes. Con razón estamos como estamos.

Gran producción la serie de televisión Las Villamizar. Las locaciones son tan espectaculares que creo muchos turistas vendrán a Colombia a descubrir esos rincones de la geografía nacional.

LA CULTURA DEL ODIO

LA CULTURA DEL ODIO

Eligio Palacio Roldán

Colombia lleva inmersa en la cultura traqueta más de treinta años. Esta cultura, inculcada desde el narcotráfico y con Pablo Escobar como símbolo, está determinada por formas de ser y de estar en el mundo como la ostentación, la belleza física fabricada, las construcciones rimbombantes, los carros lujosos y los caballos de paso, entre otros. Pues bien, estas formas de vida parecen estar pasando a un segundo plano para dar paso a la cultura del odio.

Esta semana, haciendo referencia a un cuestionamiento sobre un posible adoctrinamiento religioso en los colegios, un oyente afirmaba en la emisora W Radio que si eso fuera cierto seríamos buenas personas. Es verdad, todas las religiones proponen acciones en bien del prójimo y estas están cada vez más lejos de la realidad. La sociedad se apropia con vehemencia de la cultura del odio sembrada por la academia, el arte y la política desde hace varios años, fomentada con ahínco en los últimos meses por diferentes sectores políticos y magnificada por las redes sociales.

Mientras en la capital de la república el candidato a la presidencia Gustavo Petro orquesta una campaña en contra de la banca y en especial hacia Luis Carlos Sarmiento Angulo, utilizando figuras como Margarita Rosa de Francisco; en Medellín, el alcalde Daniel Quintero, hace lo propio contra el Grupo Empresarial Antioqueño. Se trata de demeritar, sancionar socialmente y hasta destruir las organizaciones económicas que han generado desarrollo para el país y bienestar para los colombianos. A la par, en escuelas y colegios se alimenta por parte de los educadores, a quien el estado les ha dado mucho y exigido poco, un resentimiento que desemboca en un odio contra el establecimiento propio de sectas políticas o religiosas que se creía superado en la cultura occidental.

Pero si la cultura del odio contra los sectores económicos y el establecimiento va calando, qué no decir de su furor en la política o más directamente en el caso del anteriormente amado expresidente Uribe Vélez: odiarlo está de moda y hacer todo lo posible por denigrarlo, también. A esa causa se ha sumado la prensa que, durante sus años de gobierno, por lo general, estuvo doblegada a sus pies.

Retomando algo del “adoctrinamiento religioso”, la parábola del trigo y la cizaña, pareciera que la cizaña está ganando la batalla. Cuando triunfe, acabará con el trigo y en Colombia solo quedará desolación, hambre y, obvio, una guerra, otra guerra más. En medio de la cultura del odio, el país retrocede en todos los aspectos de la vida nacional y la crisis se agrava por la pandemia del Coronavirus. Todo pareciera confabularse en pro de un futuro aciago, o retomando al maestro Víctor Gaviria: Para un No Futuro.

ANTES DEL FIN

“El Olvido que seremos”, título de la novela de Héctor Abad, es quizás la frase más real, cruel y contundente de cuantas haya escuchado en mi vida: pero, eso somos. Y no es necesario morir o desparecer para ello… aún quienes viven son o somos olvido; la memoria es frágil.

En vez de ser una excelente herramienta para comunicarnos, las redes sociales se convirtieron en una verdadera cloaca.

Las muertes por el COVID-19 crecen, se acercan. Ya no son titulares de noticieros y periódicos, son la realidad del día a día: el vecino, el amigo, la familia. Vamos perdiendo la guerra contra la peste y las víctimas van quedando tendidas por el suelo.

Puede ver: LA GUERRA CONTRA EL CORONAVIRUS https://eligiopalacio.com/2021/04/15/la-guerra-contra-el-coronavirus/

COLOMBIA VISTA DESDE CUBA

COLOMBIA VISTA DESDE CUBA

Eligio Palacio Roldán

La imagen de Colombia entre los cubanos consultados, en septiembre de 2019, no dista mucho de la de los demás extranjeros en cuanto a la violencia, el  narcotráfico y Pablo Escobar. Acá se destacan, además, algunas telenovelas y el desarrollo del país.

CORRUPCION Y NARCOS – LA HERENCIA DE PABLO ESCOBAR.

CORRUPCIÓN Y NARCOS – LA HERENCIA DE PABLO ESCOBAR.

Eligio Palacio Roldán

Ante el primer puesto de Colombia como el país más corrupto del mundo, en el ranking de la revista estadounidense U.S. News,  basado en índices de percepción, la vicepresidente Marta Lucía Ramírez indicó que “… esta percepción obedece en parte a producciones como “Narcos” o series basadas en Pablo Escobar, que dejan esa imagen en el extranjero”

Tiene razón la vicepresidente al indicar que en parte se debe a las series inspiradas en Pablo escobar. No en vano, son el punto de encuentro con los colombianos en el exterior, en medio de  una sonrisa o una que otra pregunta maliciosa.

Sin embargo ese no es el problema. Lo complejo del asunto es que esa percepción negativa, impulsada por las series sobre narcos, se ve validada con la realidad actual que nos abruma y que no se debe a una ficción si no a la herencia de Pablo Escobar: Lo narco como medio de subsistencia o ascenso social y la narcocultura.

Mientras los campos y ciudades de nuestra Colombia  se inundan de narcotráfico, algunos dirigentes ilusos, como el exalcalde de Medellín Federico Gutierrez, tratan de borrar de la historia el nombre del legendario narcotraficante y los demás colombianos repetimos su forma de ser, actuar y estar en la vida. El dinero fácil y la falta de escrúpulos, en los métodos para conseguirlo, son el pan de cada día sin distingo de clase social, raza, religión o sexo. En eso, los colombianos, si somos iguales, desafortunadamente. En eso, y en la manida teoría de que todos los demás son corruptos y como cantara Alberto Cortez (Q.E.P.D) “Olvidamos que somos los demás de los demás”.

Al observar los comentarios en las redes sociales, los contenidos de los medios de comunicación y las conversaciones habituales pareciera haber un rechazo unánime frente a la corrupción; incluso es la bandera de muchos políticos y generadores de opinión a los que se les cree. Pero, analizando detenidamente esos políticos, esos generadores de opinión y a quienes rechazan la corrupción se observa que también  cometen actos alejados de la ética y de las leyes, que privilegian el bien particular sobre el general.

Inquieta, además, que para muchos hay una especie de patente de corso en los medios de comunicación y entre muchos colombianos. El caso más reciente, el de Antanas Mockus a quien algunos consideran casi un santo y le perdonan todo; incluso, trasgredir la ley al no declararse impedido para participar como candidato al Congreso a sabiendas que había celebrado contratos con el estado.

Esa posición ambivalente frente a la corrupción es la que no nos permite salir de ella. Bien haría la vicepresidente, en particular, el gobierno en general y los medios de comunicación en emprender una verdadera cruzada contra la corrupción y una reeducación de todos los colombianos en la materia.

Es hora de fundar una nueva cultura en el país de cara a este siglo XXI, que comienza su tercera década. Una cultura que recoja lo mejor de los valores del pueblo colombiano con anterioridad a la década del setenta, cuando se sembró la cultura del dinero fácil con el surgimiento del narcotráfico, y los proyecte al futuro. Para ello es necesario reconocer que somos un pueblo corrupto donde reina la narcocultura. Eso se logra enfrentando la verdad y no eludiéndola como trató de hacerlo el saliente alcalde de Medellín y lo hace ahora la vicepresidente Marta Lucía Ramírez, entre otros personajes.

ANTES DE FIN

Los alcaldes de Bogotá y Medellín, Claudia López y Daniel Quintero, con su discurso contra la corrupción y el apoyo a la protesta ciudadana ganaron las elecciones. La protesta se les está devolviendo y haciendo estragos a poco más de un mes de asumir su cargo, ¿Pasará lo mismo, al final de sus gobiernos, con el tema de la corrupción?

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