Crónicas de un jubilado
EL ESPACIO Y LAS GENTES
Eligio Palacio
Cuando han transcurrido 35 años de tu vida en un mismo espacio y con la misma gente, crees que la falta va a ser intensa, inmensa, que será difícil adaptarte a otros lugares y a otras personas.
La falta es normal, de hecho, el ser humano vive en falta y para mitigarla le hace trascender su existencia en múltiples búsquedas, obvio que genera nostalgia por lo que fue o por lo que pudo haber sido, pero esa falta, esa ausencia, es vital para recorrer otros parajes y llenar tu vida con personas diferentes, otras relaciones, nuevas historias, diferentes proyectos, otras tantas frustraciones.
Y cuando ya estás instalado en esta otra faceta de tu vida, la de jubilado, no te explicas cómo estuviste tanto tiempo tan quieto, tan aferrado quizás a fuegos fatuos, y poco a poco esas anécdotas que hicieron tu vida, por tantos años, se van transformando en vagos recuerdos, en historias de tradición oral permeadas por una visión subjetiva o en insumos para construir narraciones o cuentos salpicados de imaginación y fantasía.
Y, poco a poco, tus días se llenan de nuevas experiencias, nuevas escenas, parajes distintos y otros personajes y de aquellos seres que te acompañaron en el pasado van quedando cada vez más pocos, los que lograron una verdadera conexión contigo y que deseas te acompañen por muchos años más. Los demás van siendo solo recuerdos y de ellos tienes la certeza que ya no habrá otro encuentro y si lo hay será breve y distante, solo una referencia histórica como lo son ahora la mayoría de tus compañeros de colegio e incluso de universidad.
Alguna vez, quizás, se reconstruirá una amistad al estilo de la crónica “Donde estarán los amigos de ayer” (https://eligiopalacio.com/2024/04/04/donde-estaran-los-amigos-de-ayer/) pero este será un hecho escaso, fortuito, el grueso de las gentes pasará al olvido, como uno mismo para ellos. Y al final, como cantara Sandro de América, la vida seguirá igual, porque nadie es imprescindible en una organización ni en el mundo o como diría Héctor Abad, todos seremos olvido.
Esto les ocurre a los jubilados, a este jubilado. También, a los que pierden su empleo que a diferencia de los primeros los acompaña la angustia de subsistir sin ingresos y sostener sus familias y aunque quizás lleguen tiempos mejores, ese momento es definitivo para la estabilidad personal, profesional y familiar.
Esa angustia también se presenta en quienes no lograron una pensión que les permita vivir dignamente.
ANTES DEL FIN
Mis compañeros de muchos años, mis amigos de muchos años están en peligro de perder su empleo por las improvisaciones de los directivos de la Dian en los últimos tres años. Paradójico que sea en un gobierno de izquierda, que dice luchar por la clase trabajadora, cientos de funcionarios se queden sin empleo.
“Se le dijo, se le advirtió, se le recomendó y se pasó la advertencia por la faja, ¿sabe, entonces, como quedó el pobre Peraloca?”, decía el humorista Hebert Castro en la radio colombiana entre los años setenta y ochenta del siglo pasado y concluía que el hombre quedaba vuelto nada, generalmente aplastado por la vida. Pues bien, eso le sucede al pueblo colombiano al que se le advirtió de los peligros que encerraba elegir a Petro, un reconocido chavista, como presidente de la república, todo indica que tendremos una dictadura en los próximos años al estilo venezolano.
Hablando de Petro, creo que su desastrosa presidencia es una de las causas del estruendoso fracaso de la serie “La Venganza de Analía II” de Caracol. Los colombianos estamos “mamaos” de la maldad de los políticos y la novela es un fiel reflejo de una realidad triste para Colombia en estos momentos.
Deja un comentario