LOS PRIMEROS CIEN DIAS… EN LOS TIEMPOS DEL CORONAVIRUS XV
Eligio Palacio Roldán
Los primeros cien días, se pueden entender como un tiempo suficiente para una transición. La Cadena Ser de España, indica el porqué de su importancia, así: “Históricamente los expertos relacionan esta fecha con Napoleón. Es el tiempo que transcurrió desde su huida de la isla de Elba donde estaba exiliado y su derrota definitiva en Waterloo, en 1815. Durante esa «campaña de los cien días», reconstruyó el ejército y retomó el gobierno. En Estados Unidos, fue el presidente Frankin D. Roosevelt el que lo introdujo como «periodo de gracia». Asumió el cargo en 1933 y durante los primeros cien días de gobierno aprobó la mayoría de leyes intervencionistas que puso en marcha para luchar contra la Gran Depresión… Estas leyes fueron posteriormente su legado y se conocen como New Deal. En este tiempo consiguió que el Congreso aprobara 15 leyes que reconstruirían la moral y la economía del país. Desde entonces, ha sido una fecha simbólica en la que los presidentes han trazado las prioridades de los próximos cuatro años de mandato.”
(https://cadenaser.com/ser/2017/04/28/internacional/1493360693_602353.html)
El pasado jueves, se cumplieron los primeros cien días de confinamiento en Colombia y muchas cosas han cambiado, en nuestra sociedad. Y digo cambiado, pero en realidad hay es un retroceso en lo económico y social; y un estancamiento en lo espiritual y en la conciencia universal, que muchos predijeron avanzaría.
Hoy como hace más de medio siglo el hambre cunde por campos y ciudades y los recursos del estado no alcanzan a cubrir las necesidades básicas de una población cada vez más desesperada. No hay empleo y los rebuscadores, de siempre, ven limitada su actividad por el confinamiento. Los llamados de auxilio de parientes, amigos y conocidos en dificultades económicas crecen. La situación se agrava cada día y a diferencia de las historias de ayer las migraciones son imposibles, primero por el aislamiento de pueblos y ciudades y segundo porque no hay hacia dónde ir. La crisis es mundial.
En lo social la transformación es más profunda. El aislamiento limita las relaciones interpersonales: la familia y el hogar recuperan la importancia de otros días; los seres queridos, con los que no se convive, no se ven por meses; los Centros Comerciales y las Grandes Superficies dejan de ser puntos de encuentro para socializar dando un respiro a las tiendas y los almacenes de barrio, venidos a menos por las estrategias de mercadeo de los últimos años; la alimentación vuelve a ser hogareña y se cierran restaurantes, bares y sitios de entretenimiento y diversión. Vuelven las prohibiciones: la ley seca, por ejemplo, y la persecución de las personas que trasgreden la medida de encierro nos transportan a imágenes de comienzos del siglo pasado cuando se perseguían los juegos de suerte y azar y el contrabando de tabaco. Se recuperan las horas de sueño perdidas en medio del afán por el dinero y el consumo.
En lo espiritual se esperaría un mayor avance; o al menos en lo ético: un compromiso con el otro, una mano tendida o mínimo no aprovecharse de la crisis para el beneficio propio. Claro que, eso es demasiado pedir en una sociedad enferma como la nuestra, la corrupción sigue haciendo de las suyas. En lo religioso, es hora que las iglesias muestren alguna de las enseñanzas de Jesús, en beneficio de los pobres.
Hoy, más que nunca, la humanidad requiere líderes que asuman la nueva realidad, replanteen estrategias y encuentren salidas a la crisis. Hacen falta prohombres para la industria, el comercio, el gobierno y para la paz espiritual.
ANTES DEL FIN
A los cierres de los establecimientos donde los artistas brindaban sus espectáculos se une la crisis de los medios de comunicación generada, por los recortes en la publicidad: Malos tiempos llegan para nuestros artistas.
El sector turismo también naufraga. Un saludo y un abrazo para La Macarena que parecía renacer luego de años de violencia. Ahora, tan solo la crisis.