OTRA GUERRA (O LA MISMA)
Eligio Palacio Roldán
Publicada inicialmente en octubre de 2012
“Aunque la marcha de estudiantes, sindicalistas y docentes agremiados, que recorrió las principales vías del centro de la ciudad, se realizó durante todo el trayecto sin alteraciones de orden público sí se registraron escaramuzas al final del mismo.
Los incidentes se registraron luego de la concentración en el Parque de la Luz. Un grupo de manifestantes se trasladaron a la plazoleta de La Alpujarra con el fin de realizar un acto simbólico, sin embargo, minutos después intervino el Esmad con gases lacrimógenos, bombas aturdidoras y balas de goma como parte de la activación del plan de seguridad diseñado por las autoridades con Policía Montada y motorizada.
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Con las movilizaciones, que hacían parte de una jornada mundial por el trabajo digno, se buscaba exigir una educación de calidad, llamar la atención del Gobierno para reclamar mejores condiciones laborales y rechazar reformas como la tributaria y la pensional.
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Para acompañar la movilización, la Policía dispuso de 800 agentes para garantizar la seguridad. “
Así narraba los hechos acaecidos en Medellín, el periódico El Colombiano, a las cinco de la tarde.
A eso de las 12:45 del medio día cuando, en los restaurantes de Plaza Mayor, los comensales se disponían a celebrar un encuentro, celebrar algún cumpleaños o simplemente hacer una pausa agradable a la hora del almuerzo; sus ojos comenzaron a desorbitarse, sus rostros a palidecer y sus piernas a temblar… Jóvenes de aspecto humilde se vieron correr por la calle y tras de ellos los policías.
La administradora del restaurante “Maria Mulata” asombrada pero tratando de conservar la calma exclamaba:
- Tranquilos, ellos no pueden ingresar acá, más de seiscientos policías nos protegen.
Mientras tanto, algunos de esos mismos jóvenes ingresaron al restaurante, los policías en la calle dispararon al aire, piedras susurraron como el viento, los hombres del Esmad que se antojaron salidos de una película, se hacían presentes en el lugar y los clientes abandonaban sus mesas y se refugiaban amontonados en los lugares menos accesibles y debajo de las mesas.
Uno de los jóvenes protestantes, disimulando, trató infructuosamente de solicitar una coca cola, alguien pedía aire para una joven embarazada a punto de desmayar y los gritos hicieron un corro de terror.
Luego, muchos jóvenes retenidos, de nuevo a la mesa, la risa nerviosa, el almuerzo y un recuerdo…
También las imágenes de jóvenes marginados, ausentes del mundo, de la sociedad, de esos restaurantes que quizás nunca más pisen, de la indiferencia de una guerra en la que pocos quieren estar y quieren negar.