LAS COSAS IDAS
Eligio Palacio Roldán
“al fin la tristeza es la muerte lenta
de las simples cosas
y esas cosas simples
que quedan doliendo
en el corazón”
Mercedes Sossa.
Decía en mi columna EL FINAL DE LAS TELENOVELAS (https://eligiopalacio.com/2016/06/30/7060/) que tengo “una fijación infantil por el momento en que, en la historia, transcurrieron los años en un sinfín de nostalgia”.
Define la Real Academia de la Lengua Española Nostalgia como “Tristeza melancólica originada por el recuerdo de una dicha perdida”; pero no necesariamente por una dicha perdida, también por una no alcanzada y también por, como dice la canción de Mercedes Sosa, la muerte lenta de las simples cosas.
Recuerdo que en la novela, a la que se hacía referencia, en la citada columna, para dar paso a los nuevos años, se iban dejando en un flashback, cargado de brumas: muebles, vestuarios, paisajes y gentes del pasado. Creo yo, debe ser algo parecido a lo que dicen se ve y se siente al morir.
Y, bueno… Son tantas las cosas que han ido muriendo en nuestra historia. Incluso los propios recuerdos se van marchando del consiente y se acumulan en el inconsciente para resurgir en un acto fallido o quizás en un sueño, en el último esfuerzo del ser humano para no abandonar esas “cosas simples que quedan doliendo en el corazón” cuando se marchan.
Se van los mayores: los abuelos, los padres… Y, a veces, cada vez más veces, en nuestra historia, muchos jóvenes. Esos seres queridos no se van solamente por muerte física que de por sí es muy dolorosa, pero obedece a la misma lógica de la existencia, se van por diferentes circunstancias. Son adioses que generan mucho más dolor que la muerte: Las decisiones autónomas de los humanos para no continuar, para no compartir más, la muerte del sentimiento. Y qué no decir de los amores no correspondidos, de los amores imposibles a los que hay que decir adiós de manera obligada.
Hay decenas, cientos de objetos que desaparecen para no volver más. De ahí el éxito de los anticuarios. Y esos objetos queridos son reemplazados por otros que también generan apego: El baúl de gran aprecio en el pasado, dio paso a la comodita, luego al escaparate y al chifonier para concluir, por ahora, en un frío y distante closet que se abandona junto con las casas.
También se fueron el bufete, el televisor a blanco y negro y el tocadiscos. Este último de regreso, para gloria de la música, de la mano de los discos de vinilo.
Se fueron los grandes empedrados y el sonido de las herraduras de los caballos al chocar sobre ellos y las historias de leyenda de duendes y brujas. De espantos.
Se fueron las radionovelas y se están yendo las telenovelas. Se fue la buena radio y las estrellas que brillaron en ese espacio. Dicen que próximamente se irán también lo periódicos.
De Colombia parecen desparecer los libros.
De nuestra patria se fue la honestidad y, obvio, la confianza en el otro.
Se deja la escuela, el colegio y la universidad. Los lugares donde se entregó lo mejor de la existencia: Los sitios de trabajo.
Y un día nos iremos nosotros. Y, después, los recuerdos.
Ya nos seremos nadie. Nada.
Quizás se conserven archivos en redes sociales que ya nadie mirará.
ANTES DEL FIN
De mis viajes a Argentina y Australia me quedó la alegría de ver que las discotiendas y las librerías no son cosas idas. Bueno, por lo menos allá.