¿LEGALIZAR QUÉ…?
Eligio Palacio Roldán
Es tanto el entusiasmo por la marihuana que hasta el gobernador de Antioquia, Luis Pérez Gutierrez, propuso promover un monopolio del Estado para producir y comercializar la “Mala Hierba”…
Muchas expectativas frustradas dejó la Sesión Especial de la Asamblea General de Naciones Unidas sobre drogas –UNGASS. Bueno, frustradas para los que piensan que la legalización de las drogas ilícitas es la solución, para quienes piensan lo contrario el evento los deja tranquilos, pero no por muchos días.
Es obvio que la legalización de las drogas se abre camino en el mundo. No de otra manera, se explica la proliferación de pomadas, ungüentos, gotas, aceites y otros productos fabricados supuestamente a base de marihuana y extracto de coca en el mercado callejero de las principales ciudades del país; ventas que se han visualizado desde diciembre pasado cuando se aprobó la legalización de la marihuana para uso medicinal, mediante el Decreto 2467, para un mercado estimado en más de dos mil millones de dólares.
El Decreto que tiene por objeto: “… reglamentar el cultivo de plantas de cannabis, la autorización de la posesión semillas para siembra de cannabis, el control de las áreas de cultivo, así como procesos producción y fabricación, exportación, importación y uso de y sus destinados a fines estrictamente médicos y científicos” parece haber hecho brotar, con inusitada rapidez, los cultivos de marihuana, la fabricación y comercialización de subproductos y la aparición en el lenguaje callejero y familiar de cientos de beneficios del vegetal, hasta ahora dichos en voz baja: que para los dolores reumáticos, que para la gastritis, que para mejorar la actividad sexual, que para calmar la ansiedad. En fin, son tantos los beneficios atribuidos a la marihuana, que no se entiende cómo, esta «maravilla», había permanecido oculta por tantos años.
Es tanto el entusiasmo por la marihuana que hasta el gobernador de Antioquia, Luis Pérez Gutierrez, propuso promover un monopolio del Estado para producir y comercializar la “Mala Hierba” que desencadenó una guerra en Colombia, en la década del ochenta del siglo pasado, de la que aún no salimos. Propuesta que el gobierno nacional no considera “conveniente” hasta el momento, según afirmaciones del Ministro de Salud, Alejandro Gaviria.
Y como Colombia es un país sin memoria y como el mundo tampoco parece tenerla, vale la pena recordar algunos elementos del Informe Mundial sobre las drogas 2015 (http://www.ipu.org/splz-e/unga16/drug-report-s.pdf): “… hay indicios de que el número de personas que necesitan tratamiento por consumo de cannabis está aumentando en la mayoría de las regiones… cada vez hay más datos que apuntan a que el cannabis podría ser más perjudicial. Ello se refleja en el elevado porcentaje de personas a quienes se administra tratamiento por primera vez por trastornos relacionados con el consumo de cannabis en Europa, América del Norte y Oceanía. Según la escasa información disponible, el cannabis ocupa el primer lugar entre los tipos de drogas por cuyo consumo se administra tratamiento en África”.
Pero bueno, la verdad es que la ilegalidad de las drogas sicoactivas solo está en la comercialización porque, es obvio, están a disposición de los ciudadanos en todo el mundo, desde hace muchos años. Para saberlo no es sino recorrer las calles de Londres, Madrid, Buenos Aires o Los Angeles y, por su puesto, cualquiera de las ciudades y los pueblos colombianos. En eso se parecen, ahora, las grandes urbes mundiales: En el olor penetrante que dejan las bocanadas de humo de los consumidores de marihuana. (Ver MEDELLIN ILEGAL https://eligiopalacio.com/2014/07/01/medellin-ilegal/)
ANTES DEL FIN
Cuando veo y/o escucho a los dirigentes del mundo hablando de la legalización de las drogas me transporto a las sabias palabras de Don Quijote: «… que las cosas de la guerra, más que otras, están sujetas a continua mudanza; cuanto más, que yo pienso, y es así verdad, que aquel sabio Frestón que me robó el aposento y los libros ha vuelto estos gigantes en molinos, por quitarme la gloria de su vencimiento: tal es la enemistad que me tiene; mas al cabo al cabo, han de poder poco sus malas artes contra la bondad de mi espada.»
Lo mismo sucede en la guerra contra las Farc y el ELN.
Hace unos 20 años, bastante tarde en mi vida, traté de probar la marihuana. No lo logré: antes era necesario saber fumar. Nunca me interesó.
El olor a marihuana me transporta al hambre de los medios días, estudiando cálculo diferencial, en la Facultad de Arquitectura, en la Universidad Nacional de Colombia, sede de Medellín. Hoy como ayer, la marihuana se comercializa con mucha facilidad.
Una consecuencia deseable de la legalización de una droga «recreativa», es la eliminacióndel componente violento en su tráfico. Hay prueba histórica de este hecho: En 1920 los EEUU prohibieron la producción y venta de productos alcohólicos con la buena intención de erradicar su consumo. En sólo 13 años, se gestó unas mafias que no solamente se manifestaban violentamente sino que infiltraron con su dinero corrupto muchas esferas de poder (suena parecido?). Por otro lado, la producción no controlada ocasionó muchos casos de intoxicaciones y problemas de salud graves. En 1933 les tocó echar reversa y legalizar de nuevo este negocio. ¿Sigue habiendo muertes por alcochol? ¡Muchas! ¿Se solucionó el problema de su consumo con la legalización? Obviamente no; pero la calidad de los productos se controla y los impuestos que genera financian campañas contra el consumo y programas de rehabilitación. Ahora: ¿por qué no ha psado lo mismo con la marihuana y otras drogas? La respuesta es simple: Las mayores utilidades se quedan en EEUU y la mayor parte de muertos (los violentos) los ponen los países productores
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