“HACERSE EL DE LA VISTA GORDA”

“HACERSE EL DE LA VISTA GORDA”

Eligio Palacio Roldán

Mientras los directivos navegaban plácidamente por el “Río de la Plata”, en un recorrido desde Chile, “buscando estrategias para implementar” en una cooperativa del municipio de Entrerríos, en Antioquia, como si no existiera la internet, las videoconferencias o el viaje de uno o dos integrantes del Consejo de Administración, solamente, dada la trascendencia del proyecto, la entidad publicaba en sus redes sociales fotografías de algunos agradecidos asociados llevados a un día de sol, al parque Los Tamarindos, en San Jerónimo.

Creo que ninguno de esos directivos se ha percatado de que participaron en un acto de corrupción, que seguramente condenarían si los del paseo hubiesen sido, por ejemplo, congresistas. Bueno, tal vez estoy equivocado, a lo mejor por eso decidieron publicar fotos de Los Tamarindos y no del recorrido por el sur del continente. Tal vez tengan vergüenza. Ojalá. Fuese un pequeño avance, una pequeña esperanza para salir del lodo que nos ahoga. Ojalá pidan perdón y devuelvan el dinero que se gastaron.

Puede ver:  https://web.facebook.com/CoopecreditoEntrerrios

COLONIA DEL SACRAMENTO https://eligiopalacio.com/2014/05/27/colonia-del-sacramento/

Hechos como el del relato marcan la mayor tragedia nacional: la corrupción, la doble moral o la manía de “hacerse el de la vista gorda” si los hechos van en nuestra contra, si el acto cometido nos favorece. Podría decirse, siendo benevolentes, que, incluso, es un acto inconsciente, falto de reflexión, de medida. Pero mirado desde otro punto de vista, es tan solo un fruto de la ambición desmedida por dinero o poder.

Hacerse el de la vista gorda pasa en las diferentes ramas del poder público, las empresas públicas o privadas y en las familias como célula de la sociedad. Los más expuestos ante la opinión pública, por este comportamiento, son los políticos y en este primer gobierno de izquierda, en la historia de Colombia, son protagonistas los seguidores del presidente Petro, de manera similar a lo que sucedía con los del expresidente Álvaro Uribe.

Los ejemplos de doble moral de los seguidores del gobierno actual son muchos, como el silencio ante la muerte de menores de edad, en un combate contra las Farc, o ante la muerte de líderes sociales o ante la desprotección de la industria nacional. Los que llamaban a la rebelión ante los errores por acción o por omisión de los gobiernos anteriores ahora hacen caso omiso de las barbaridades del gobierno Petro.

Y el presidente, defensor de la autonomía de los pueblos, en el caso Maduro, arremete contra Trump; defensor de la industria nacional, baja los aranceles a los productos provenientes de China; defensor de la educación pública, tiene las universidades del estado al borde de la quiebra y al ICETEX sin manera de cumplir con su objetivo; y a la Dian, que debe recaudar los ingresos para la sostenibilidad del país, sin rumbo. Eso para no hablar de la salud, la crisis de Ecopetrol y de los desastres, de cada día, de un gobierno incompetente, cuyo único propósito es acabar con lo que medio funciona, jamás mejorarlo.

Los petristas para “hacerse los de la vista gorda” acuden a conceptos traídos de los cabellos por el mismo presidente en el sentido de que no hay que creerle a la prensa y solo a los medios y periodistas que son cercanos al gobierno, que cada vez se parece más a un régimen.

En campaña política todos se hacen los de la vista gorda, desde la izquierda cómplice de la debacle de este gobierno hasta los de derecha que se olvidan del desastre de sus mandatos.

ANTES DEL FIN

Esta semana me decía un intelectual que yo admiraba mucho, que cuestionaba la realidad del país con claridad y certeza, que el ya no se informa, que los medios de comunicación mienten y que solo lee a Gonzalo Guillén.

Grave la crisis de credibilidad de la prensa, las empresas y la dirigencia colombiana como fruto de sus errores y las campañas de desprestigio desde el gobierno Petro. De seguir avanzando esta situación reinará la anarquía.

Tiene razón el periodista Felipe Zuleta, gran parte del desastre de nuestra Colombia de hoy se debe a Juan Manuel Santos, su proceso de paz y su Nóbel.

Puede ver: LA PAZ DE LOS VIEJITOS https://eligiopalacio.com/2015/09/29/la-paz-de-los-viejitos/

Los sueños se hacen realidad. Puede ver https://eligiopalacio.com/2020/12/14/un-sueno-de-navidad-video/

3 comentarios sobre ““HACERSE EL DE LA VISTA GORDA”

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  1. Resulta llamativo que desde Entrerríos —municipio históricamente asociado a familias acomodadas y con una realidad muy distinta a la del país profundo— se plantee una visión tan apocalíptica de Colombia. A veces el privilegio permite ver el panorama desde arriba… pero no necesariamente con mayor claridad.

    Se acusa a una cooperativa de corrupción por realizar una misión técnica, sin presentar un solo soporte, irregularidad o evidencia objetiva. Etiquetar como “acto de corrupción” cualquier desplazamiento institucional es tentador, pero no por ello más riguroso. Lo que ayer se llamaba “intercambio de experiencias” hoy, al parecer, depende del color político del gobierno de turno.

    El texto también repite el ya conocido libreto del desastre: que la industria muere, que la educación pública colapsa, que el ICETEX no funciona, que la economía se derrumba. Sin embargo, los datos —esos que suelen tener menos dramatismo y más sustancia— cuentan algo distinto:

    • Colombia cerró 2023-2024 con una de las inflaciones más bajas de Latinoamérica, solo detrás de Ecuador y Bolivia.
    • El dólar ha mostrado estabilidad e incluso episodios de fortalecimiento, contrario a los pronósticos catastrofistas.
    • La inversión extranjera no minera creció más de 30%, inédita en más de una década.
    • El desempleo continúa a la baja, alcanzando niveles inferiores a los prepandemia.
    • Las universidades públicas recibieron el mayor incremento presupuestal en 15 años, confirmado por los rectores.
    • la SALUD: Los amigos de Uribe dueños del sistema de salud montando un caos porque les pidieron «cuentas». Medicamentos represados y diciendoles a usuarios que no hay.

    No son detalles menores, aunque ciertamente pasan desapercibidos cuando se prefiere la narrativa del colapso permanente.

    La crítica a quienes cuestionan a los grandes medios también es reveladora. Calificar de “anarquía” que la ciudadanía diversifique sus fuentes de información parece más nostalgia por el viejo monopolio de la verdad que preocupación genuina por la democracia. La credibilidad de la prensa no se erosiona por decreto presidencial: cae cuando la sociedad detecta sesgos que antes pasaban inadvertidos.

    Por otro lado, equiparar a los seguidores del actual gobierno con los del uribismo es un atajo argumental cómodo, pero impreciso. Durante años, varios sectores —incluyendo élites regionales— guardaron profundo silencio ante escándalos graves. Sin embargo, hoy se exige indignación absoluta por cualquier decisión de un gobierno que, por primera vez, no pertenece a los círculos tradicionales del poder. Una simetría algo forzada.

    Y en este punto vale mencionar lo más curioso: la defensa casi automática de figuras como Donald Trump, presentada como un ejemplo de liderazgo, mientras se acusa a Petro de “doble moral”. Defender a Trump sí exige una verdadera flexibilidad ética: un expresidente envuelto en múltiples procesos judiciales, con escándalos financieros, cuestionamientos por fraude fiscal, investigaciones por manejo indebido de documentos clasificados y una larga cercanía documentada con Jeffrey Epstein, cuyo prontuario es conocido mundialmente.

    En lo económico, tampoco es el héroe que pintan:

    • El déficit fiscal bajo su administración aumentó a niveles no vistos desde la Segunda Guerra Mundial incluso antes de la pandemia.
    • La deuda pública creció más del 30% en solo cuatro años.
    • La balanza comercial se deterioró, a pesar de su retórica sobre “traer de vuelta los empleos”.
    • Y pese a prometer una explosión manufacturera, Estados Unidos terminó su mandato con menos empleos industriales que los que había proyectado incluso la tendencia previa.
    • Sin olvidar del racismo constante a TUS compatriotas, que el color «blanco» de nuestra piel no nos nuble la vision.

    Pero, por alguna razón, todo esto no parece generar la misma indignación que un viaje institucional en Colombia. La selectividad moral, al parecer, también viaja en primera clase.

    Y, por supuesto, aparece la vieja costumbre de responsabilizar al proceso de paz, al Nobel y casi al clima nacional por todos los males del presente. Es un recurso literario atractivo, aunque no siempre ajustado a la evidencia.

    No se trata de negar errores del gobierno. Existen, y deben señalarse. Pero hacerlo sin contexto, sin cifras y desde la comodidad de una mirada distante al país real, termina produciendo columnas más preocupadas por desahogar frustraciones que por analizar hechos.

    Colombia necesita críticas, sí, pero críticas a la altura de su complejidad: con datos, con contexto y, sobre todo, con una visión menos filtrada por privilegios que confunden perspectiva con autoridad.

    Alguien que este afectado por la «debacle» de este gobierno no estaria escribiendo esto, estaria trabajando para salir de la miseria, saludos! ///19

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