LOS JÓVENES, LAS PROTESTAS Y EL FUTURO
Eligio Palacio Roldán
Tengo la oportunidad de trabajar al lado de gente joven: inteligente, responsable, ágil, hábil y dispuesta a aprender, la mayoría de las veces. Soy afortunado. Los jóvenes, en su mayoría, son así; pero, también, tienen poca disposición al sacrificio y a emprender proyectos a largo plazo. Están inmersos en la cultura del siglo XXI; su deseo, ser rico y famoso, rápido. Y, como eso no siempre es posible o no en el grado que lo sueñan, se frustran fácilmente y abandonan lo que hacen buscando mejores posibilidades, que muy pocas veces aparecen sino se hace un gran esfuerzo.
Y, he ahí el problema: los gobiernos, los estados, la humanidad misma no fue capaz de brindar las oportunidades para que una creciente masa laboral, cada vez más exigente, se pudiera integrar al engranaje productivo de manera feliz y exitosa.
La situación de la juventud en Colombia y gran parte del mundo es compleja. En el país es hija de una sociedad que luchó a hombro partido para lograr el bienestar físico y económico, que abandonó el campo buscando mejores posibilidades en la ciudad y que se ve ahora impotente para brindar posibilidades de crecimiento profesional para miles de muchachos, la mayoría, con formación universitaria.
Esta semana, Juan Carlos Echeverry (https://twitter.com/JCecheverryCol) explicaba, en “El ahuecado embudo de la educación en Colombia”, como de 755.000 niños que entran a estudiar, en nuestro país, solo 85 se gradúan en educación superior y consiguen empleo. Esa perspectiva es dramática y explica claramente las protestas de estos días. La situación, obviamente, no es culpa del presidente Duque y, creo, ningún mandatario a corto plazo podrá remediarla.
Aunque fatales e injustas por los perjuicios económicos, sociales y humanos que significan, las protestas son entonces explicables y al igual que la pandemia no son el “principio del fin del mundo”, ni de la democracia colombiana, como vaticinan algunos, pero sí el origen de una transformación en las formas de ser y de estar en Colombia. Será necesario buscar opciones que permitan generar posibilidades de desarrollo económico, profesional y personal para miles de personas… Creo, es hora de volvernos atrás, de regresar al campo.
Así como a mediados del siglo pasado los colombianos acosados por el hambre huyeron hacia las ciudades, en la búsqueda de mejores oportunidades, va siendo hora de que se regrese a trabajar la tierra; máxime si se tiene en cuenta la difícil situación para generar agroindustria dada la escasez de mano de obra calificada, el envejecimiento de la que hay, y la crisis generada por el caos y la contaminación en las ciudades, agravada por el CORONAVIRUS.
Llegó el momento, a la fuerza, de redireccionar las políticas de educación, infraestructura y de desarrollo para el país, de vender a la niñez y la juventud las formas de vida en el campo. Tarea bastante compleja si se tiene en cuenta la imagen de riqueza, bienestar y esplendor de la ciudad que se ha vendido en los últimos siglos, la falta de disposición para el trabajo rural de las gentes y la delincuencia que se apoderó de gran parte de diversas generaciones; entre ellas las de los jóvenes de hoy.
ANTES DEL FIN
¿Cómo hacer, sin censurar, para frenar el uso y el abuso de las redes sociales? A la crisis hay que sumarle la gravedad de la desinformación.
¿Cómo hacer, para que los políticos no atraigan incautos a sus movimientos, utilizando como estrategia la inconformidad de los jóvenes?
¿Cómo hacer para que los periodistas cumplan con su deber de informar con la mayor objetividad posible y no tomen partido?