EL FINAL
Eligio Palacio Roldán
La vida es una lucha permanente llena de altibajos y el final… el final casi siempre es bien triste.
Cientos de fotografías, color sepia, se vieron esparcidas por las escalas del elegante edificio. Mostraban la historia de una mujer hermosa y feliz desde la infancia. Su primera comunión, los 15 años, el matrimonio, su pareja, sus hijos, la vida de sus hijos, y muchos familiares. Algunos de los vecinos las miraron con tristeza, otros comentaron sobre el ingrato final de la mujer y todos las fueron depositando en los basureros, dispuestos en los pasillos. “Se la llevaron engañada a visitar supuestamente una hija, que ya había fallecido y tiraron al piso lo que más quería: sus fotos”, contó la señora del aseo. Murió en un asilo después de unos siete, difíciles, años, a causa de la enfermedad de Alzheimer.
En los cuentos infantiles después de una vida llena de dificultades se llegaba siempre a un final feliz. Lo mismo nos contaron casi todas las historias escritas, las llevadas al cine y las que transmitieron la radio en su época y luego la televisión. Esos relatos no hablaron de lo que pasó después de ese momento de éxtasis y nos hicieron creer que todo concluía en felicidad. Pero la vida no es así.
La vida es una lucha permanente llena de altibajos y el final… el final casi siempre es bien triste. Además del deterioro físico y mental, de los dolores que genera la enfermedad, son frecuentes, en todo el mundo, las historias de ancianos muertos en el abandono e incluso a la intemperie.
Pasar los últimos años de vida solo y desamparado es la preocupación de muchos. Por ello la gente se escuda en una pareja aunque solo le brinde malestar y agresión, pero es “que la soledad es dura”, dicen. Por ello también se compra compañía y lealtad.
La evolución de la sociedad, y en especial la integración de la mujer a la fuerza laboral, ha generado que alrededor de la infancia y la vejez se presenten problemas de asistencia física y afectiva. En consecuencia, es cada vez más frecuente el surgimiento de entidades dedicadas al cuidado de unos y otros que, de alguna manera, brindan mejor calidad de vida en esos años de la existencia. No obstante, estas facilidades, el final no deja de ser triste para casi todos los humanos. De ahí que ya pasaron de moda las oraciones que imploraban nos libraran de una muerte repentina.
El final, es sinónimo de desprendimiento casi siempre a la fuerza: se van los seres queridos por muerte o porque simplemente es muy difícil, e incluso injusto, sacrificar la existencia por el cuidado de un enfermo o un anciano. Y a la hora de enfrentar esa situación muchos salen huyendo o encontrando formas de eludir su responsabilidad. Alguna vez, una mujer desesperada, al borde del llanto, contaba como el estado de salud de su suegra había “hecho trizas” su matrimonio, ante las dificultades que generó su cuidado.
Ese ser, ese ser que está apagando su existencia, que está llegando a su final, no puede sentir, si está en capacidad de hacerlo, otra cosa que el dolor que genera la ingratitud o ver, si tiene dinero, los ojos de la codicia a su alrededor e incluso percibir el deseo por su propia muerte, en la mirada del Otro. De ahí que resulten comprensibles las donaciones, de grandes fortunas, a entidades sin ánimo de lucro.
La sociedad de hoy se mueve alrededor del goce, del disfrute sin responsabilidad. Por ello, por ejemplo, en una fiesta familiar sobran los asistentes, en especial si hay comida y licor gratis, pero a la hora de cuidar un anciano o un enfermo nadie aparece.
ANTES DEL FIN
Las fotografías no relatan la vida, muestran solo las alegrías de la existencia.
Hablando de finales y novelas, lamentable que fuese cierto el recorte del seriado “La Nocturna” quizás la mejor y más edificante producción de la televisión colombiana en su historia. Y muy triste y grave que sea para darle cabida a lo peorcito de la misma industria: Sin Tetas si hay Paraíso.
Excelente comentario, pero se queda corto.En la actualidad la probabilidad de abandono en la vejez es mucho mayor, ya que las parejas tienen uno o dos hijos que están muy ocupados en sus quehaceres cotidianos. Cuando la prole es
numerosa, no falta la hija soltera o separada que cuide a sus ancianos padres, si estos las criaron con amor.
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