NUEVAS GENTES, MAYOR EDUCACIÓN, CORRUPCIÓN AL MÁS ALTO NIVEL
Eligio Palacio Roldán
“Mientras no haya una sanción social frente a los corruptos, mientras los electores no exijan honestidad a la hora de la postulación de los candidatos, mientras no haya voto castigo para los delincuentes no habrá futuro en los gobiernos de Colombia y el mundo.”
Hace algunos días me preguntaban si en mi concepto la corrupción de hoy, en mi pueblo Entrerrios, era la misma de hace cuarenta años, dije que no, que los alcaldes y concejales de esa época eran prohombres, después, pensándolo bien recapacité, lo cierto es que en esos años la corrupción estaba reducida a sus “justas proporciones” como pedía el expresidente Turbay Ayala intranquilo ante el incremento del flagelo que, en comparación con la situación actual, resulta pírrico dada la magnitud del problema que afrontamos. Bueno no afrontamos, padecemos o gozamos en una ambivalencia que no presagia un mejor futuro.
Y es que la opinión pública pareciera sorprenderse ante cada nuevo escándalo de corrupción, corrupción que se enquistó en el estado colombiano, en los gobiernos de derecha del último siglo y que se esperaba fuera contenida por la izquierda con su llegada al poder, anhelo roto ante la magnitud de los casos de corrupción que denuncia la prensa “semana tras semana”.
Digo pareciera porque mientras las gentes se escandalizan, esas mismas gentes piden a sus gobernantes, de frente o soterradamente, que sean corruptos, se elige para que nos den, para que compartan las ganancias de su gobierno y se patrocina uno u otro candidato esperando los réditos una vez esté en el poder.
Volviendo a la pregunta inicial, en mi pueblo, ahora muchos se arrepienten de no haber votado, en las pasadas elecciones, por alguien que tuvieses más contactos, que llevara más recursos para los diferentes sectores, no importa el cómo se llegase a la consecución de esos recursos. “Consiga plata mijo, consiga plata, no importa cómo, pero consiga”.
Mientras no haya una sanción social frente a los corruptos, mientras los electores no exijan honestidad a la hora de la postulación de los candidatos, mientras no haya voto castigo para los delincuentes no habrá futuro en los gobiernos de Colombia y el mundo. En Entrerríos, mi pueblo, he visto agradecer en grandilocuentes discursos a los corruptos.
Se pensaría que las nuevas generaciones, con mayor nivel educativo traerían formas más responsables de afrontar las relaciones de poder, pero no hay tal, quizás porque el hombre sea malo por naturaleza, o más bien por una falla sistemática en la educación familiar, escolar y social.
La próxima semana es el día del maestro, que bueno que los afiliados a Fecode en vez de marchar como resentidos sociales, se tomaran unos segundos para “ver, comprender y concluir” que ellos, que son los llamados a educar a un pueblo, han traicionado su profesión para convertirse en agitadores de masas olvidando su obligación de formar ciudadanos de bien.
ANTES DEL FIN
La corrupción, al igual que el narcotráfico y la delincuencia surgen y se reproducen en sociedades descompuestas. En Colombia, todos hemos sido tocados por uno u otro fenómeno.
Hasta qué punto llega el sectarismo en muchos colombianos que no les permite ver la magnitud del problema que nos absorbe. Bueno, el sectarismo es también la consecuencia de la mala educación.
Independientemente de lo tendenciosa que es la periodista Vicky Dávila, directora de la Revista Semana, que mujer para destapar las ollas podridas de la corrupción en nuestro país.
De la vieja guardia como soy (concejal de 21 años en 1988) observo en las nuevas generaciones que se meten al cuento de la política que sí, son muy estudiados, versados, manejan bien los discursos, pero llevan apetito insaciable por apoderarse de los recursos públicos. Es más, poco les importa que los pillen, bandereen y sancionen. La Vergüenza no va con muchos de ellos. Y ojo, en todos los niveles territoriales…y ojo, de derecha, izquierda, centro y todo lo demás. Es una lástima: la política al servicio de los políticos…y el pueblo que vota y paga impuestos que se joda. Hablando de Entrerríos, cómo no añorar a un Danielito Roldán, a un Fabio Arango, a un Ernesto Lopera: para ellos, eran primero los demás que ellos mismos. Saludos desde el Instituto del Corazón.
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