LA MALA EDUCACIÓN DE LOS COLOMBIANOS
Eligio Palacio Roldán
Con alguna frecuencia se habla de que Colombia es el país más feliz del mundo y cuando estás de vuelta, luego de algún paseo, quienes no han tenido la suerte de viajar te preguntan con ansiedad: ¿Pero cierto que es mejor aquí? Pues no, no es mejor aquí, y no lo digo por los paisajes que son extraordinarios, sino por la mala educación de los colombianos.
Hace diez años comencé a viajar por el mundo, el primer destino fue Europa y si algo me sorprendió fue el respeto por el peatón. Esa imagen se ha repetido en varios países, mi más reciente sorpresa en ese tema fue Chile: es asombroso ver como los carros, cuando ven a alguien en la vía, disminuyen la velocidad y esperan que el peatón atraviese la calle, incluso en puntos sin semáforos o próximos a ellos. Un conductor de taxi colombiano, en Santiago, me decía que cuando comenzó a desempeñar el oficio en esa ciudad casi no se acostumbra y relataba como en nuestro país, cuando ven un peatón atravesar la vía, aceleran con unos movimientos y una mirada que pareciera querer atropellar al transeúnte. Ni se diga cuando está lloviendo o hay charcos en la vía, me decía una amiga, “hay placer en mojar y ensuciarle la ropa a los que tratan de escaparse de la lluvia”. Ni hablar de las motocicletas que invaden andenes desafiando a quienes esperan el transporte público o tratan de caminar por calles y avenidas.
Pero no solo en la forma de conducir los vehículos se refleja nuestra mala educación. Está presente en las filas en el abordaje del transporte, en los aeropuertos, EPS, en todas partes, en el abuso de la naturaleza y el descuido de las basuras, en el trasgredir las normas para beneficio propio y desmedro del otro, en el egoísmo rampante y la solidaridad solapada, en la ostentación nuestra de cada día.
¿Qué nos hace diferentes? La cultura y como causa de ella la educación, la mala educación. Mala educación con raíces profundas en nuestros ancestros, en el modo de vida traqueto, originado en el narcotráfico, que llegó a acabar con lo bueno de ser colombiano, en la corrupción y en un gremio, FECODE, que arruinó las posibilidades de formación de generaciones enteras.
Hay esperanza en las nuevas generaciones, en su decisión de proteger el medio ambiente, en su formación sin tabús, pero con la amenaza de vivir inmersos en la sociedad de consumo más feroz que nunca.
ANTES DEL FIN
Lo repito. Con la televisión colombiana sucedió lo mismo que con la radio en los años ochenta y noventa: se asustaron con las nuevas tecnologías, renunciaron a lo que sabían hacer y ahora no encuentran el camino. Obvio, lo de Caracol y RCN es más grave que lo de la radio de esos días.
Se acabaron los buenos libretistas en la televisión colombiana: Tal vez no, tal vez quedaron atrapados en productores a quienes poco les importa los argumentos y mucho el mercadeo.