LA FUGA
Eligio Palacio Roldán
No era muy claro el por qué, pero tenía que huir. Tenía que huir como lo hacían todos los habitantes del pueblo. Al comienzo pensó que era una amenaza de inundación, pero luego surgieron las dudas al ver cómo, en la pequeña plaza, se construían albergues subterráneos y ¿para quiénes serían esos albergues si la gente que conocía, de toda la vida, ya había huído?
En ese momento recordó sus pertenencias pero no sintió nostalgia por ellas. Era la primera vez que realmente pensaba en él y no en las cosas que lo definían, porque las gentes del pueblo siempre hablaron de su casa, sus tierras, sus amores, su ganado, sus carros, sus cultivos y de él para identificarlos; no en vano era uno de los hombres más relevantes de la región. ¿Pero quién sabía realmente algo suyo, de su esencia, de su ser? Nadie, porque al fin y al cabo él nunca interesó más allá de lo que tenía.
¿Y ahora qué, como nombrarían las gentes todas esas cosas que dejaba con su impronta? ¿Y esas cosas permanecerían en el tiempo después de marcharse? Sin embargo, para que pensaba en ello, en ese momento nada tenía valor, solo él y encontrar la manera de escapar.
Aunque pensándolo bien no sabía si huía de la vida o de la muerte.
Hizo lo que toda persona debe hacer antes de partir definitivamente, dejar los apegos, pensar en él y escapar de la muerte eterna(para los que creemos en una vida mejor, después de de esta) los que no creen, escapan de la vida y se aventuran a ganar o perder todo.
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