MITOS Y LEYENDAS
Eligio Palacio Roldán
Cuanto sufrimiento le habría evitado la iglesia católica a la humanidad, si sus mayores esfuerzos no los hubiese dedicado a imponer un Dios como única verdad.
El pesebre – Una leyenda que desaparece
En los tiempos de la Aldea Global, término acuñado por el filósofo canadiense Marshall McLuhan, y entendida como la conjunción de todos los seres humanos, a través de los medios de comunicación, como si permanecieran juntos en un pequeño poblado, los mitos y las leyendas, con los que se ha construido gran parte del imaginario de la humanidad, parecen ser solo una historia en el recuerdo de las personas mayores. Esos mitos y leyendas han sido reemplazados por ídolos creados por la sociedad de consumo, apoyada por los mismos medios de comunicación.
La Real Academia de la Lengua Española define Mito como una “Narración maravillosa situada fuera del tiempo histórico y protagonizada por personajes de carácter divino o heroico. Con frecuencia interpreta el origen del mundo o grandes acontecimientos de la humanidad” y Leyenda como “Relación de sucesos que tienen más de tradicionales o maravillosos que de históricos o verdaderos”. Ambos términos cuando se arraigan en el colectivo se confunden en uno solo: Dogma.
El dogma se define a su vez como “Fundamento o puntos capitales de todo sistema, ciencia, doctrina o religión”.
Muchos mitos y leyendas convertidos en dogmas se han derrumbado en la historia de la humanidad, a fuerza de estudio y análisis: La teoría de la redondez derrotó el mito de la tierra plana; el giro del globo terráqueo respecto al sol, que provocó la condena a la hoguera de Galileo Galilei, por parte de la iglesia católica, derrotó el mito de que el universo giraba alrededor de la tierra y del hombre; la teoría de la evolución derrotó el mito de la creación.
Recientemente, el propio Papa Benedicto XVI, acaba de un plumazo, en su nuevo libro sobre la vida de Jesús, con el mito de la mula y el buey. Este hecho, digámoslo, de farándula pesebrina, no pasa de ser anecdótico pero marca el principio del fin de una serie de mitos en la iglesia católica, que más mal que bien han hecho al ser humano: un Dios único y excluyente, en especial con las mujeres; la vida más allá de la muerte; el cielo y el infierno; la pureza y virginidad de María; la castidad de Jesús; la resurrección y las múltiples interpretaciones de una vida, alejada de la sexualidad, de la riqueza, del bienestar; consagrada al sufrimiento (El valle de lágrimas), para que llenos de privaciones de toda índole, alguna vez, lleguemos al cielo.
Cuanto sufrimiento le habría evitado la iglesia católica a la humanidad si hubiese dejado su encierro en palacios suntuosos y entendido al ser humano como tal. Si no se enfrascara en la vida íntima de los hombres, en sus deseos y placeres. Si no se rigiera por una ambición de poder, desaforada, que le ha permitido dominar a los demás por encima de la razón, de cualquier ideología. Si sus mayores esfuerzos no los hubiese dedicado a imponer un Dios como única verdad. Si, a cambio, se concentrara en buscar lar la convivencia entre los seres humanos y entre éstos y el universo; sin importar diferencias de raza, sexo o creencia religiosa; sin tratar de imponer, a la fuerza, una sola forma de ser y de estar en el mundo.
La iglesia católica dejó de ser en Colombia, el centro sobre el que gira la sociedad. Sus edificios, antes altos y presuntuosos, ahora escasamente se distinguen de otros. Su credibilidad dista mucho de la que tuvo en generaciones anteriores. Sin embargo, tiene un gran reto: dar un paso adelante, dejar de vivir en el pasado, abrir la mente, desmontar mitos y generar modelos para pacificar y alegrar la vida del hombre del siglo XXI. Un hombre que dejó atrás la Madre Monte, El Gritón, el niño Dios prodigador de regalos, la mula y el buey y una idea de un Dios castigador, único y excluyente. Un hombre sin tener en quién creer, objeto de la manipulación de la publicidad y de la sociedad de consumo.
Estamos parcialmente de acuerdo, en la iglesia catolica hay muchas personas que han hecho mucho por la humanidad, lo anterior se aleja de sus comentarios generalizados.
No olvide en todos los actos del hombre por cada hombre malo hay mil buenos, me gustaria que hablara de aquellos catolicos que han dado la vida por los demas.
Me parece sesgado sus comentarios
fernando lopera
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hola
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