CERRAR UN CICLO
Eligio Palacio Roldán
El fin de un año se asocia con el cierre de un ciclo y el comienzo de otro. De hecho dicen que lo es: la tierra termina de darle una vuelta más al sol; pero dar otra vuelta sobre el mismo objeto no es cerrar un ciclo. Eso es repetir y repetirse. De hecho la Real Academia de la Lengua define la palabra ciclo como “Conjunto de una serie de fenómenos u operaciones que se repiten ordenadamente”
Obvio que concluir una vuelta alrededor de algo es positivo, se conoce el objeto desde todos los ángulos y se identifican sus vulnerabilidades y fortalezas y la idea es que el próximo giro sea más productivo que el anterior, hasta que las repeticiones por la disminución de fuerzas por el envejecimiento del cuerpo y del intelecto lo hagan más difícil y por obvias razones menos fructífero.
Cerrar un ciclo se asocia también con el cumpleaños; pero repito: Cerrar un ciclo no es dar una vuelta y comenzar otra sobre el mismo objeto. De hecho la repetición de ciclos, además del cierre, está contemplado por disciplinas como el sicoanálisis y la programación neurolingüística según las cuales el ser humano, en el transcurso de su existencia, no hace sino repetir los aprendizajes de la infancia. “Curarse” significa, entonces, cerrar definitivamente esos ciclos de la infancia y construir unos nuevos, impregnados de madurez.
Para cerrar un ciclo es necesaria una ruptura. Esa ruptura se da naturalmente con la muerte de un ser querido o con un acontecimiento de impacto incontrolable por el hombre: alguna catástrofe de la naturaleza como un terremoto o una inundación, entre otros, una quiebra económica, una tragedia familiar o la maldad de algunos seres humanos que generan hechos de delincuencia como el robo, el secuestro, etc. Sucesos que originan un sacudón que te obliga a cerrar un ciclo, de verdad, y comenzar otro.
Cerrar un ciclo por voluntad propia, sin un acontecimiento externo que lo provoque, es una muestra de madurez, de trabajo interno productivo, de verraquera. No es fácil. Cuesta también tiempo, dolor, desprendimiento, capacidad de lucha, renuncia, lágrimas.
No siempre cerrar un ciclo resulta beneficioso para el ser humano. Todo depende de la madurez e inteligencia emocional con que se afronte y, dependiendo de ello, es muy posible que pasado el tiempo, una serie de nuevas emociones, marcadas por la tranquilidad del desapego por las viejas formas de ver la vida e incluso por las costumbres, los lugares y las personas, llenen la existencia de nuevas vivencias que sustituyan las de otros días.
Este año tuve la fortuna de presenciar el comienzo del cierre de ciclos de algunos seres cercanos. Sé que les ha sido difícil pero estoy seguro van por buen camino. Fue una decisión valerosa propia de personas evolucionadas.
El fin de un ciclo, como el final del año, puede ser el momento propicio para un cierre de uno más interno y el comienzo de una transformación. Para ello, se requiere meditación y silencio, apartarse del ruido de la navidad y el fin de año, de la sociedad de consumo que nos absorbe y nos domina.
ANTES DEL FIN
Una buena tradición para concluir un ciclo y quizás cerrarlo es desprenderse de objetos sobre los que hay apegos. Una posibilidad de ayudar a los más necesitados que brotan de cada rincón de Colombia.
Hermosa la tradición del pesebre, de regreso con fuerza al finalizar la segunda década del siglo XXI. En mi pueblo, Entrerríos – Antioquia, un gran retroceso que implicará menor afluencia de turistas.
Muy interesante tu columna Eiligio…das cátedra desde tu experiencia con tu escrito. Gracias por las reflexiones que planteas allí.
Me gustaMe gusta
Jefe, excelente artículo, me sentí muy identificada con lo que dice. Siempre estará en mi corazón.
Me gustaMe gusta