LA FIESTA
Eligio Palacio Roldán
Desde lejos se veían las luces que iluminaban la oscura noche. También se escuchaba el murmullo y las risas de las gentes que ahogaban la música brillante del saxofón. En el amplio restaurante de dos pisos, que simulaba una embarcación, los cientos de invitados se reunían en grupos que charlaban animadamente, censuraban y criticaban a sus semejantes cercanos.
Después las voces se hicieron gritos tratando de esquivar el ruido ensordecedor de la orquesta. Muchos renunciaron a la posibilidad de hablar y se comunicaron con las miradas y los roces de los cuerpos al bailar. Las calles estaban solas y oscuras. Desde el aire, pareciera que el restaurante fuese realmente una embarcación en altamar.
En el costado norte, en la posible proa, un hombre de pie cargaba una mujer. Alguien pensó era una escena de amor; pero no, allí había un verdadero drama: La mujer se había desmayado, el hombre trató de darle respiración artificial pero la sintió fría, muy fría. Fue entonces que la tomó en sus brazos, la elevó al cielo y trato de pedir ayuda, de gritar, pero su voz se quedó en una mueca muda de dolor.