MISERIAS AL SOL
Eligio Palacio Roldán
Este domingo tomé y publiqué, en el facebook, esta fotografía de un costado de la plaza principal de Entrerríos – Antioquia, un pequeño pueblo al norte de Medellín. Me llamó la atención que en uno de sus balcones se secaba la ropa, quizás agobiados por el invierno y por el tamaño cada vez más pequeño de los apartamentos; además me pareció de mal gusto. De inmediato se armó una polémica que incluyó, también, insultos.
La edificación, de propiedad de gentes con un poder adquisitivo importante, nos lleva a plantearnos algunas inquietudes, sobre el devenir de la existencia, en estos tiempos de la aldea global. La primera es, por qué se presenta la tendencia de construir en espacios reducidos, edificaciones de varios pisos, en pueblos donde lo que hay es espacio. Hay una especie de “envidia” de vivir como se vive en la ciudad. ¡Vaya paradoja!: Los que vivimos en la ciudad anhelamos la amplitud de las casas de los pueblos. También, se presenta cierto desprecio por el pasado, quizás de pobreza, que arrasa con la arquitectura y las costumbres de antaño. Una ambición por lo urbano, por lo suntuoso, por lo “traqueto”. Este estilo se ve con mayor frecuencia en los países subdesarrollados, con ausencia de planificación de las poblaciones.
La segunda está enfocada en la tendencia de las gentes del siglo XXI para exhibir su intimidad, en una especie de regreso al primitivismo, y de la libertad sin restricciones.
Decían algunas de las críticas, a la publicación de la fotografía, que se trataba de periodismo amarillista y que se ocultaban situaciones más vergonzosas. Indagando, sobre el asunto, me plantearon que hacían referencia a la presencia de al menos dos prostíbulos a escasos 50 metros de la iglesia y del edificio fotografiado, es decir, en el marco de la plaza. Y es que en ese pequeño pueblo la prostitución dejo de ser un tabú, incluso se muestra con una mezcla de humor y orgullo. También se hace con la infidelidad, el maltrato de la pareja y de los niños y las peleas callejeras, que parecieran íntimas, en medio del público. Hay una especie de placer por sacar las pequeñas grandes miserias del ser humano al sol. Y en ese caso, la ropa en el balcón es un símbolo del comportamiento actual de nuestra sociedad.
Las miserias humanas se exhiben, también, a diario, en los medios de comunicación como periódicos y noticieros de radio y televisión y que no decir de las redes sociales, donde al igual que talento, creatividad, solidaridad y alegría por vivir, se muestra la degradación del ser humano.
Se trata de la desaparición de la intimidad, intimidad definida como “Zona espiritual íntima y reservada de una persona o de un grupo, especialmente de una familia”; desaparición enmarcada por el placer que produce el exhibicionismo. Digamos entonces que estamos en la época del exhibicionismo desafiante, insultante; en la época en que el otro no se tiene en cuenta, no se respeta. No importa. En el tiempo del individualismo donde solo importo yo, así se jodan los demás. De ahí las ropas en el balcón, las miserias al sol.
También, obvio, las miserias al sol tienen su encanto para los voyeristas; así se explica el éxito de los medios que las publican.
ANTES DEL FIN
Subir la fotografía en el facebook pretendía una reflexión sobre el concepto de la estética, que también se va perdiendo.
La libertad no implica falta de control y menos de autocontrol.