UNA CITA CON LA MUERTE…
Eligio Palacio Roldán
Al estilo de Crónica de una Muerte Anunciada, todo el mundo sabía que iba a morir. Incluso él, que se preparaba para ello. En contradicción con las repeticiones centenarias del mensaje bíblico, sabía el día y la hora. No donde. Presentía sería en alguno de los parajes que había querido retener en su memoria y que nunca imaginó serían testigo de su asesinato. Porque iba a ser asesinado.
El día era viernes. La hora, 4:45 de la madrugada. Su hora más feliz. Aquella en que se fundían la noche y el día, Una hora llena de magia, neblina, pesadillas y sueños.
Unos días antes llego la noticia en forma de anónimo. Lo había recibido su madre que primero enmudeció y luego comenzó a orar. También su padre y sus hermanas. Los hermanos sintieron temor por sus propias vidas.
Esa noche nadie durmió.
¿Por qué a mí Dios mío? ¿Por qué?, gritaba la madre. No salían lágrimas de sus ojos. Su voz se ponía ronca, quizás buscando no poder hablar, cuando saliera el sol. Las hermanas la rodeaban tratando, infructuosamente, calmarla.
Los hombres se tomaban algunos aguardientes. Sabían que “beber no mataba las penas, pero las dormitaba”.
Quien esperaba la muerte, su propia muerte, permanecía lúcido. Tranquilo. Había cenado temprano. Un vino y luego muchos vasos de agua. Su mente recorría, sin sobresaltos, los momentos más importantes de su existencia. Ahora, a distancia, veía y comprendía muchos hechos difíciles de entender cuando sucedieron. Esas horas, muy pocas, fueron las más importantes de su existencia. Fue tiempo suficiente para “ver, comprender y concluir”, un tiempo al que no alcanzan la mayoría de los seres humanos a pesar de ser más longevos.
A las 4:30 de la mañana llegaron por él. Eran dos hombres armados, Afuera otros tantos esperaban. Beso a la madre que ya no podía hablar. También a sus hermanas. Al padre y hermanos les dio un fuerte abrazo. Al otro día, enlagunados, algunos no recordaron.
En la puerta «dijo adiós con la mano».
Iba tranquilo, dijeron algunas vecinas que espiaron por las ventanas con la luz apagada.
A las 4:45 se escucharon disparos que estremecieron la noche. Algunas lechuzas volaron.
El gallo avisaba la próxima aparición del sol.