UN AHOGADO Y MUCHOS OTROS MUERTOS

UN AHOGADO Y MUCHOS OTROS MUERTOS
Eligio Palacio Roldán
“… También, se ven huir hombres de a pie, a caballo y en vehículos, como almas en pena, perseguidos por su propia conciencia”.
MAYO2011 314

El Viajero llega hasta el puente que conecta las dos orillas del profundo cañón, abajo el agua se estrella contra las piedras generando espuma y ruido; después se insinúa una salida a la serenidad, de una playa. El hombre, de todos los tiempos, mira el viejo puente para los caballos que, a su izquierda, parece perderse entre líquenes y helechos; un olor a sangre seca que se aferra a las malezas de las orillas del río lo transportan a los años de su infancia, cuando asistía, con sus hermanos, al Matadero Municipal, para pedir sangre y vísceras, del ganado sacrificado, para elaborar morcilla; esos días, eran una fiesta en su casa.

Un martes, de hace ya mucho tiempo, bajo un intenso sol de invierno, las gentes se arremolinaron en la plaza del pueblo; se contaban secretos, entre todos. El Viajero observaba, con asombro, como hombres, mujeres y niños, desfilaban, a prisa, por el camino del río; él les siguió, sin saber muy bien ¿por qué?, ¿ni para qué?; llegó hasta la playa de arena blanca, llena de restos de árboles que dejó una reciente inundación, donde algunos hombres depositaban un cadáver, desnudo, con el vientre inflado…

Dijeron entonces que el hombre había llorado toda la noche, que su mujer, aunque compartía su mismo techo, lo había abandonado semanas atrás; que su único amigo, desde hacía varios meses, era el Cura del pueblo…, que lo acompañaba en todos los rosarios, en todas las misas, a abrir y a cerrar las puertas de la iglesia, en la Casa Cural, en el cementerio, en las salidas a meditar por montes y veredas. Una de las “Hijas de María”, advirtió que lo habían visto llorar arrodillado ante el sacerdote, que le suplicaba que no lo abandonara, que se sentía solo y sin amor.

Advirtieron que entre el hombre, su mujer y el padre había un secreto; que la mujer no había vuelto a misa, ni a confesarse, ni a comulgar y que había regalado todas las imágenes de santos y santas de su casa; incluso la fotografía de la “Dolorosa”, enmarcada en vidrio, de su bisabuela; un día, se le vio quemar y quemar cartas y fotografías, en el patio de la casa; también llorar.

La cocinera dijo que el sacerdote palideció cuando le dieron la noticia de la muerte del hombre, que se encerró en la habitación con su gato y luego se escucharon golpes y sollozos; ella afirmó no saber si eran del Cura o del animal.

Contaron que llovió más de veinte horas seguidas y que, sin importarle, a la media noche, el hombre tomó el camino del río, mientras iba dejando abandonadas, una a una, sus prendas. Después, en el estrecho puente iluminado por relámpagos, se le vio llorar, desnudo, y luego, su cuerpo sumergirse en la corriente del río, desbordado por la creciente.

Comenzaba a oscurecer, aunque en las cimas de las montañas se veía un lánguido brillo de sol; un campesino advierte a El Viajero sobre los riegos de permanecer, por más tiempo, en el sitio:

“No se deje sorprender por las sombras, por aquí vecino; en las noches, se ven fantasmas y se escuchan aterradores gritos pidiendo ayuda: unos son de las decenas de seres que no soportaron su existencia y se quitaron la vida; otros de los centenares de muertos que han dejado, en el lecho del río, todas nuestras guerras, desde las de los antepasados indígenas hasta las del narcotráfico; y otros son de terror, ante el inminente ajusticiamiento. También, se ven huir hombres de a pie, a caballo y en vehículos, como almas en pena, perseguidos por su propia conciencia”.

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Autor: epalacior

Un ser que busca compartir sus visiones.

2 opiniones en “UN AHOGADO Y MUCHOS OTROS MUERTOS”

  1. No me queda más que esperar una posible historia que me despeje la duda que deja la tristeza del sacerdote. Sería impotencia, desaliento, amargura, o algo más.

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