JORGE Y CLAUDIA

JORGE Y CLAUDIA

Eligio Palacio Roldán

Queridos amigos:

Después de muchos intentos fallidos pude visitar a Claudia allá en su refugio, en Entrerríos. Jorge estaba en Medellín ultimando detalles de su trabajo de grado, para optar al título de psicólogo.

El espacio que habitan me pareció mágico, me sentí transportado en el espacio y el tiempo y concluí que se puede ser eterno en pocos minutos. En menos de media hora recorrí con Claudia más de cien años de historia: su casa tan simple y tan bella, el baño en las afueras con agua caliente, el inodoro ecológico, los frutales, las cabras y la música clásica de Radio Bolivariana, que se escuchaba en su computador,  en medio de las montañas, me transportaron desde la creación del mundo hasta el siglo XXI.

Ese entorno hizo que llegaran a mi memoria pasajes de Don Quijote que luego, como quien busca un tesoro releí. Aquí les refiero dos de ellos. Cuando me inviten a una de sus inolvidables tertulias, a cielo abierto, fogata encendida y a la luz de la luna, les prometo leerles otros:

«- La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre: por la libertad, así como por la honra, se puede y se debe aventurar la vida; y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres…»

Y es que, este párrafo describe mi visión sobre ustedes: dos seres humanos que se unieron para buscar la libertad, que creo encontraron. Una libertad casi imposible en el tiempo del Gran Otro; ese gigante que con sus garras parece aprisionarnos a todos, ese que define las formas de ser  y de estar en la tierra del siglo XXI: gustos, afinidades, amores, rechazos y odios. Ese que impone la moda en todas sus expresiones y hasta el arte: esa manifestación de los humanos que deja traslucir su ser interior, un ser interior del que el hombre de hoy trata de huir.

Creo que no ha sido fácil.

Recuerdo la llegada de Jorge,  al finalizar la década del 80,  “abriendo a golpes  una faja de tierra” allá en las montañas del  Zancudo, escapandde una ciudad y de una sociedad  que lo aprisionaba. A Claudia, una joven hermosa, destinada a un marido bien y una bonita familia, pero con una búsqueda incomprendida e incluso rechazada…

No sé cómo se dio ese encuentro, me deben la historia. Un día los vi pasar juntos por la calle y pensé que su destino era estar unidos en la búsqueda de un ideal, que si ustedes no lograban ser libres nadie podría hacerlo.

Tengo en mi memoria imágenes de ese Gran Otro del pequeño pueblo, que a veces pareciera un gran infierno: los señalamientos, las negativas; las gentes criticando su forma de ser, su forma de pensar su forma de vivir, con falsas e hipócritas preocupaciones sobre su futuro.

También sus viajes a pie, en las primeras horas de la madrugada, para alcanzar el bus de las seis e ir a estudiar a la universidad. Su regreso en las noches cansados pero satisfechos. La compra del terreno para su refugio, la siembra de los primeros arboles en Semana Santa. Ese sábado santo en su casa, aún sin techo, mirando las nubes pasar y pasar. Las ventas de dulces en el parque, las tertulias y el cine que llevamos a las calles, los buzos que me tejió Claudia (Aún los conservo). Sus luchas de todos los días.

Jorge, Claudia, en la otra escena que les dedico, don Quijote Afirma:

«… en la comedia y trato deste mundo, donde unos hacen los emperadores, otros los pontífices, y, finalmente, todas cuantas figuras se pueden introducir en una comedia; pero en llegando al fin, que es cuando se acaba la vida, a todos les quita la muerte las ropas que los diferenciaban, y quedan iguales en la sepultura….»

El ideal es que cada ser humano asuma  un papel en esta existencia partiendo de la libertad, desde la igualdad que como afirma DON Quijote solo se logra en la sepultura. La llegada a este mundo es diferente para cada ser humano, el recibimiento es diferente y desde ahí el Gran Otro marca la existencia.

El mérito de ustedes ha sido separarse de ese Gran Otro y desde la libertad desempeñar el mejor papel en la historia de mi vida, la de dos seres que decidieron no ser esclavos, aligeraron su equipaje: encontraron el valor de las cosas simples y  un trozo de tierra para convivir con la naturaleza y en, las noches, mirar las estrellas.

 

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TRAS UNA LUZ

TRAS UNA LUZ

Eligio Palacio Roldán

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El viajero trata de recorrer con dificultad los restos de un camino de su infancia, camino que en esos años asimilaba a los de los mapas que sus hermanos coloreaban y por el que soñó llegar, quizás, a Europa, no obstante el miedo a llegar al fin del mundo y caer en un precipicio sin fin.

No ve muy bien. Sus ojos están cansados y, como siempre, nublados por alguna lágrima que le hace mirar como si estuviese bajo el agua del río.

Se lamenta por la falta de objetividad de todos los seres humanos. Pero es que… la objetividad no existe:

La Real academia de la Lengua define Objetividad como Cualidad de objetivo” y objetivo como “Que existe realmente, fuera del sujeto que lo conoce”.  Pero, ¿Cómo serán las cosas realmente fuera del sujeto que las conoce?; ¿Cómo serán si están se sesgan desde la posibilidad de percepción de cada ser humano?; ¿Cómo serán si significante y significado varían para cada uno de los seres que tienen la posibilidad de nombrar las cosas?; ¿Cómo serán las cosas si el hombre las nombra de una manera que ni siquiera puede explicar?.

Al Viajero llega una imagen de un niño amasando “salsola” y la pregunta entre burlesca  e intrigada sobre el significado de la palabra y la impotencia del niño para explicar lo evidente: Tierra amasada con agua. Recuerda también el significado, de la desconocida palabra, encontrado muchos años después, en internet.

El viajero continúa su camino separando con sus manos las malezas que ocultan las huellas del pasado. Un nuevo recuerdo le hace detener: Un caballo blanco atraviesa los aires, los cascos estremecen el piso de piedra y estas chispean con el contacto de los cascos. Sobre él, un padre lleva s u hijo en brazos, corre a su casa antes de que llegue la noche del medio día, pero es imposible. La noche llega…

Los animales corren extrañados, los pájaros suben a los árboles, el gallo canta desconcertado, las lechuzas salen a mirar que pasa y el sol de un amarillo cercano al rojo desparece para dar paso a las penumbras: el niño llora, el padre le asegura que pronto aparecerá el sol… Pero para este niño, la luz del sol no brillará más. Tratará de imaginársela por el calor en su piel, por lo que digan los demás, por las pocas imágenes de sus recuerdos. Siempre la buscará, pero ante su ausencia, no podrá ser nunca objetivo.

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