LA ESTRATEGIA DE DERRUMBARLO TODO
Eligio Palacio Roldán
“Después de una gran noche neoliberal como la llamamos nosotros, neoconservadora le dicen otros, que, por décadas, tres o cuatro décadas, ha dominado al mundo, fundamentalmente a partir precisamente de ese lugar geográfico y del derribo del muro de Berlín, trajo una oleada neoconservadora, una destrucción del movimiento obrero a escala mundial, un debilitamiento formidable y una pérdida entonces de valor de la izquierda”
Petro.
Contradictorias como sus acciones fueron las palabras del presidente Petro sobre el derrumbe del Muro de Berlín. Digo contradictorias porque derrumbar muros, ideológicos, de manera taimada o violenta, ha sido su oficio y el de su movimiento M19 desde sus orígenes. Basta recordar la tragedia del Palacio de Justicia.
El culmen de la táctica, del hoy presidente Petro, fue la campaña que lo llevó al primer cargo de la nación, de la mano de la tristemente célebre “PRIMERA LÍNEA”. Su estrategia coincidió con una tendencia mundial de derrumbarlo todo: monumentos, edificios, instituciones y tradición como si ese pasado al que le debemos el presente fuera el culpable de todos nuestros males, como si el desarrollo de la historia del hombre sobre la tierra y las enseñanzas que ha dejado no valieran la pena.
Obvio que la historia de la humanidad está plagada de decisiones erradas, acontecimientos desafortunados: Mucho que enmendar, pero como dice la manida frase “Quien desconoce la historia está condenado a repetirla” y a eso estará condenada Colombia dado el ánimo destructivo del actual gobierno, de la actual sociedad.
Al paso que vamos, con el desgaste propio de las instituciones, la falta de ética de muchos de sus integrantes y la ayuda del gobierno, las redes sociales y los influenciadores, casi todos sin formación, bailando al compás del dinero fácil antes exclusivo del narcotráfico, se derrumbarán las columnas que sostienen el estado, mantienen la democracia, soportan la sociedad.
En nuestro país cae el Congreso, caen las Cortes, cae la prensa, cae el ejército, cae la policía, caen los gremios, caen las empresas, caen las iglesias, cae el mismo gobierno. Solo ruinas se avizoran, a mediano plazo, en medio de un cataclismo donde poco o nada, pocos o ninguno, hacemos por salvar la patria, por salvar a Colombia y a los colombianos.
El presidente como casi todos los humanos hablan desde la subjetividad, por no decir desde su doble moral: las cosas son buenas o malas si satisfacen o no los intereses personales. Tumbar el Muro de Berlín fue malo porque dio al traste con una dictadura en una nación, con un sistema político opresor y empobrecedor, derrumbar las instituciones en Colombia es bueno porque favorece sus intereses dictatoriales.
A lo lejos se ven los corruptos aprovechándose del caos, del desgano de las gentes, de la dependencia de los fuegos fatuos del mercado de bienes y servicios, del goce como filosofía de vida, de la inmediatez, del “No Futuro” para hacerse a cuantiosas fortunas para sus familias, residentes generalmente en el exterior.
Mientras tanto, Colombia arde.
ANTES DEL FIN
¿Hasta qué punto es válido el empobrecimiento de la humnidad para proteger el medio ambiente?
Con el paso del tiempo, en la mayoría de edad, los días se hacen más cortos quizás por la proximidad del final.
Comienza el mes de noviembre antes dedicado a los que ya se fueron y hoy marcando el comienzo de la Navidad.
Buena la nueva novela de Caracol Escupiré sobre sus Tumbas. Las fallas, la repetición del argumento del Conde de Montecristo y el retratar una élite millonaria muy lejana a la realidad de los colombianos. Tanta sofisticación no pega.
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