LA CHINA QUE VI EN UNA RÁFAGA DE VIDA

LA CHINA QUE VI EN UNA RÁFAGA DE VIDA

Eligio Palacio Roldán

El ser, el espacio y el tiempo definen la presencia del ser humano sobre la tierra. Un paseo es toda una vida con principio, desarrollo y fin, una ráfaga con multiplicidad de instantes para disfrutar y/o padecer.

Hace poco estuve de viaje, fueron días y noches radiantes. Allí el ser era yo, el tiempo veinte días del fin de la primavera y el espacio algunas zonas de China, un espectáculo de contrastes entre las huellas de una historia delirante, deslumbrante y un presente más allá del futuro, todo enmarcado en milenarios mitos de vida más allá de la muerte, creencia representada en la historia política y religiosa de la región.

Las edificaciones históricas, mausoleos y templos budistas, compiten en grandeza con los rascacielos, el silencio y la compostura es igual en las edificaciones que en las calles, gracias a la omnipresencia de un estado vigilante y castigador que tiene como contracara la falta de libertades individuales y colectivas y el aislamiento de occidente por la censura a redes sociales y medios de comunicación.

La espiritualidad invade calles, templos y recintos, espiritualidad expresada en la sumisión ante la magnitud de lo desconocido, ante Buda, en el humo de las ofrendas, la música y sobre todo la danza que ejercitan con una flexibilidad que vence el paso de los años.

Al igual que la espiritualidad, la variedad de comidas y esencias invade los espacios de una manera singular en una mezcla arrolladora de colores y sabores. La ventaja competitiva con occidente, el uso de mayor variedad de alimentos vegetales y su aprovechamiento múltiple.

La decisión del gobierno de la obligatoriedad del aprendizaje del idioma inglés y de una tercera lengua habla de una apertura de verdad hacia el mundo o de su obsesión de ser la primera potencia económica sobre la tierra.

La disciplina y la capacidad de trabajo del pueblo chino es otro aspecto para analizar al igual que el amor a su raza, cultura y país que en exceso, como todas las pasiones humanas, degradan la calidad de la vida misma. Igual ocurre, con la ausencia de drogas ilícitas en el país ante la pena de muerte por usarlas y obvio comercializarlas, pero la falta de objetividad de las autoridades ante fenómenos muy dañinos para una sociedad como el cigarrillo y el alcohol.

Caminar por las grandes ciudades chinas es maravillarse del desarrollo arquitectónico, industrial, tecnológico y científico logrado por el hombre, visitar sus ciudades debiera ser una obligación para los estudiantes de todo el mundo y en especial para los hombres y gobernantes dedicados a planear el futuro de ciudades y naciones.

A pesar de su grandeza, China, como todos los pueblos del mundo, trata de ocultar sus vergüenzas, vergüenzas como la de la masacre de la Plaza de Tiananmén en 1989 (https://es.wikipedia.org/wiki/Masacre_de_Tiananm%C3%A9n) o la miseria y el hambre que generó la “Revolución Cultural” de Mao Tse-Tung (https://es.wikipedia.org/wiki/Mao_Zedong) de la que a pesar de los avances económicos no terminan de salir y que generara íconos universales como la alimentación de parte de su población con ratas. También, una contaminación atmosférica que a pesar de los controles no se logra reducir a mínimos aceptables. En la región del Tibet, la pobreza, la falta de agua para el aseo personal y el uso de letrinas en condiciones inadecuadas generan un lunar en una expedición fantástica por una cultura y una forma de estar sobre la tierra diferente a la nuestra.

ANTES DEL FIN

Lo más triste en la cultura china, para alguien como yo, es la ausencia de la Navidad en sus celebraciones, aunque a pesar de sus creencias si tienen la disposición y el éxito para comercializar productos referentes a esta época.

Gracias a la vida que le permitió a mi ser habitar por instantes Beijing, Xi’an, Lhasa, Shigatse, Chengdu y Shanghái.

Cada espacio, cada tiempo, cada ser que se cruza en tu camino tiene una impronta sobre ti, ninguno es mejor o peor que otro, tan solo, diferente.

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