LA VECINA ASESINA
Eligio Palacio Roldán
Cuando lo compró no se percató de la puerta en el descanso de las escaleras que conducían a la segunda planta. Después, no logró entender por qué para ingresar a otro apartamento del edificio tenían que pasar por la sala del suyo y muchos menos el rencor con que la vecina miraba sus tres gatos y como se detenía a observar su pecera.
La incomodidad crecía, pero no logró hacer nada, a lo sumo mirar con desconfianza a su vecina, seguirla con la mirada en su paso por su casa y en las noches cerrar su habitación por dentro. Temía por su vida.
Un día, al regreso de una intensa jornada laboral, no sintió sus gatos. Los buscó desesperadamente, no había rastro de ellos.
Ya tarde, en la noche, los descubrió allí, en el fondo de la pecera con piedras amarradas a sus cuellos que les impedía flotar.
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