EL FIN DE LA HORA 25 DE FARLEY VELASQUEZ
Eligio Palacio Roldán
¿Quién podrá continuar con esta obra?, ¿Morirá con él?
La mañana del primero de septiembre de 2015, me sorprendió con la triste noticia del deceso de Farley Velasquez, el director y creador del Teatro Hora 25, en Medellín.
Hace varios años, quizás más de diez, me acerqué a un lugar a primera vista extraño. Era el Teatro Hora 25, una de las experiencias más maravillosas de mi existencia, a tan solo cuatro cuadras de mi casa.
La Mujer de las Rosas, inspirada en “Alguien desordena estas rosas” de García Márquez me dio la bienvenida. Absolutamente hermosa esta historia de amor más allá de la muerte: los diálogos mudos, la escenografía, el vestuario, las actuaciones y esa música, de Madredeus, que me persigue desde entonces. Ese día conocí a Farley Velasquez, el director: Cálido y duro. Hermético. Agradecido por las felicitaciones.
Después Hora 25 se convirtió en mi refugio, en soledad o en compañía. He visto todas sus obras, en muchas ocasiones, me he deleitado con ellas, con sus transformaciones. Nunca se repite aunque sea el mismo drama. Y vinieron a despertar mis sentidos: Hamlet Máquina, de Heiner Müller; The New Gangsters B. F. A., versión libre de Macbeth, de William Shakespeare; ‘El diario de un ladrón, de Jean Genet; Eros y Thanatos, versión libre de Cruzadas, de Michel Azama; Ricardo III, de William Shakespeare; ‘De dos amores, adaptación de Bodas de sangre, de García Lorca; »Romeo y Julieta, de William Shakespeare; Electra, de Eurípides; Rey Lear, de William Shakespeare; Etéocles, Antígona, Poliníces y otros hermanos, de Eurípides y Sófocles; Hécuba y las troyanas, de Eurípides; Medea, con textos de Heiner Müller, Eurípides y Farley Velásquez.
Alguna vez apareció en las afueras del teatro el aviso “SE VENDE”. Sentí un gran dolor y cuando pude le pregunté a Farley. “Hacer teatro fuera del centro de la ciudad es muy complejo”, me dijo. “Muy difícil que la gente venga hasta tan lejos a buscar una buena obra de teatro”.
Después cambió de planes y remodeló la sala. Hoy me embarga el mismo dolor: ¿Quién podrá continuar con esta obra?, ¿Morirá con él? ¿Se cerrarán las puertas de este teatro para siempre?
El año anterior vi estremecer y llorar a los espectadores con “En el país de las mujeres hermosas”, cinco monólogos sobre la violencia generada por nuestro conflicto armado, que no acaba.
Farley siempre estaba allí, esperando a sus visitantes ávidos de teatro: a veces muchos, otras veces pocos. Siempre la misma energía, las mismas ganas y la misma invitación a amar el teatro y a que difundiéramos su magia entre nuestros allegados.
Hace dos meses estuvo en cartelera Romeo y Julieta. Antes del inicio de cada una de sus obras, Farley, hacía un recuento de la trama y ponía de relieve, en especial en las inspiradas en Shakespeare, las bajas pasiones a las que puede llegar el ser humano para satisfacer sus ansias de poder e invitaba a una reflexión sobre la situación actual de la ciudad, del país y del mundo.
Hace 15 días lo vi por última vez en una presentación majestuosa, como siempre. Era Macbeth. Toda la perversión de quienes luchan por el poder se vio reflejada en la sala, se vio reflejada en su cara. El público aplaudió hasta el cansancio. Y, como siempre, se le vio una felicidad controlada.
ANTES DEL FIN
Una noche, como muchas, fui solo al teatro Hora 25. Era la primera vez que veía Ricardo III, un espectáculo de maldad, terror, sangre y muerte. Recomendé la obra a una amiga, diciéndole que era demasiado fuerte. “Iré con mi sobrinita”, manifestó.
Pasados los días le pregunté sobre su asistencia al teatro.
- No fui. Como usted me dijo que era muy fuerte me sentí inhibida para asistir con mi sobrina.
- ¿Qué es fuerte para vos?, le pregunté
- Pues como muchos desnudos y sexo, me dijo
- Nada que ver, le respondí. Solo sangre, mucha sangre…
Gracias Eligio, a los mejor todos caminamos en la hora 25 de nuestras vidas.
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