HISTORIA DE DOS HERMANAS
Eligio Palacio Roldán
Gilma y Zulma murieron el mismo día. Las gentes nunca supieron cuál de las dos era la mayor. Se quedaron quietas, sentadas en sus mecedoras de mimbre, junto a la ventana, con la mirada perdida en lontananza; bueno, así permanecieron casi toda su vida.
El Viajero y los demás laparianos se dieron cuenta de sus muertes solo hasta la madrugada, cuando, a través de la densa neblina, descubrieron la ventana abierta y más allá los cuerpos desmadejados.
– La vida se les fue tras los barrotes de la ventana, dijo un vecino.
– Tras sus miradas, dijo otro
El Viajero las recuerda, aún, con sus ojos fijos, sin pestañear, y su lento caminar hacia el café de la “Calle Real” y allí, sentadas, solas en la mesa, mirando pasar la vida, o quizás solo la lluvia, por la calle.
– Nunca se les vio sonreír
– Tampoco llorar
Muchos, que después vieron la televisión, dijeron que eran la versión femenina de “El Gordo y El Flaco”.
Otros dijeron que, en una de ellas, se había inspirado el maestro Botero, para pintar y esculpir sus gordas.
– Y la otra?
– Otra gorda de Botero, pero desinflada
– Ja, ja, ja…
Unas mejillas amplias, redondas. Las otras escuálidas y largas. Pero, la misma mirada triste, inexpresiva.
– Ellas vieron cuando doña Gabriela arrojó el feto al río.
– ¡Y cuando llevaban a Angel María moribundo!
– ¡Cuando el hombre iba hacia el río para suicidarse!
– ¡Y antes, cuando la mujer echó al hombre de la casa, por su romance con el cura del pueblo!
– ¡Y cuando El Viajero regresó del “más allá”.
– ¡Y Cuando…!
– Ellas siempre vieron todo.
– Y nunca dijeron nada.
Unos labios rojos, carnosos. Otros morados, tostados
– Una, la gorda, fue famosa por sus besos apasionados
– No, fue la flaca
– No, ninguna vio el amor
– Tal vez, las dos, lo soñaron
Unas orejas pequeñas, las otras inmensas
– La flaca escuchó cuando humillaban a Eva Rojo
– La gorda cuando el asesino de Luciana dijo “Entro al pueblo triunfante, como Jesús en Jerusalén”
– ¡Ellas vivían parando la oreja!
– ¿A mi me dijeron que eran sordas?
Una ñata, la otra con nariz aguileña
– La flaca se daba cuenta cuando en una casa cocinaban algo bueno.
– Y la gorda llegaba, sin hablar, para que la invitaran a comer.
– A mi me dijeron que ninguna de las dos comía.
– ¿Y entonces?
– Ah, es que eran así…
Una de piel muy blanca, la otra también
– No tomaban el sol, salían solo por las noches.
– Nunca sintieron otro cuerpo.
– Humm… oigan a éste, si ellas, eran putas…
Lo màs triste es que con ellas ,se fue un pedazo de historia, pero gracias a Dios otra pluma tuvo el pulso para aproximarnos un poco a esta historia fraternal y otra a lo mejor pula la punta para que un próximo escritor inicie una nueva historia, eso es lo bello de escribir. Te marcharás o te irás y paradogicamente permanecerás vivo mientras hayan unos ojos dispuestos a leer.
Me gustaMe gusta
Nicolás: !cómo se nota que conociste la historia!
Me gustaMe gusta
Buen cuento que recrea la realidad de tantas mujeres en este mundo
Me gustaMe gusta