EL SENTIDO DE CHISMOSEAR
Eligio Palacio Roldán
Hay tiempo de ver, comprender y concluir afirma el psicoanálisis dentro de su compleja teoría. Esta semana se me presentó a los ojos y al oído un claro ejemplo de estos tiempos lógicos, en torno al chisme.
He visto el chisme, me molesta, lo he vivido, disfrutado y padecido, pero no comprendía o no me interesaba comprender su trascendencia hasta la presente semana en un recorrido por la zona histórica de la progresista ciudad de Lima, capital del vecino país del Perú.
Decía el guía, mostrando los hermosos balcones de la Plaza de Armas, de la ciudad, que esos aditamentos de las edificaciones se construían para satisfacer la necesidad del ser humano de espiar a sus semejantes y la de los semejantes de ser observados por terceros, que esos balcones de ayer fueron reemplazados por las redes sociales, en especial Instagram y Facebook.
Claro, los balcones y las redes sociales tienen una clara relación simbólica, se usan para satisfacer la necesidad o el morbo de observar y ser observado. De ahí el origen de los escenarios para la política, la música, el teatro o las artes en general. También del deseo por ser presentador de radio o televisión, cantante o actor. O, ahora, influencer.
Decía el guía, que quien es observado disfruta más de que lo vean, de lo que hablan de él que el mismo chismoso. O sea que acá no hay víctimas ni victimarios, todos juegan en su rol para sentirse vivos bajo la mirada del otro. Ese otro que te limita, te absuelve o te condena pero que se convierte en parte de tu esencia y del cual es tan difícil desprenderse, del cual eres prisionero.
Hay excepciones, claro. Hoy mismo visité el Monasterio Santa Catalina, en Arequipa, donde aún habitan monjas de clausura cuyo único placer, en relación con el chisme, es asomarse por una pequeña hendija. Decía la guía que allí habitó más de un centenar de mujeres, casi todas enviadas por sus padres, porque era un honor tener a alguien en las filas de la religión católica, dado el poder de esta organización en la historia de la humanidad. Los padres, con las mejores intenciones, condenaban a sus hijas al encierro, a no ver ni ser vistas, a no chismosear.
El tiempo pasa, la tecnología se instala en la sociedad, pero las obsesiones siguen siendo las mismas. Ahora, los padres, también tratan de encarcelar a sus hijos, cual monjas, prohibiéndoles las redes sociales, ese balcón al nuevo mundo.
Y si chismosear es la consecuencia lógica de las necesidades del ser humano, valdría la pena hacerlo con responsabilidad, con ética, máxime en un mundo interconectado por redes sociales. Ahora es un solo balcón y una sola plaza pública universales.
ANTES DEL FIN
Se agrava la situación del país ante el irresponsable manejo de las relaciones con Estado Unidos del gobierno Petro. El presidente parece el niño indisciplinado de colegio, tratando de sacar al rector. ¡Pobrecito¡.
El incluir al presidente Petro, su esposa y su hijo y a su ministro estrella, Armando Benedetti, en la lista Clinton es una vergüenza que también se siente acá en Perú.
Que bueno escuchar a nuestra Negra Grande de Colombia con su “Yo me llamo Cumbia”, en otro país.
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