LA BRUJA

LA BRUJA

Eligio Palacio Roldán

Caminaba tranquilo por la nave central del Centro Comercial, sintió que alguien lo miraba, volteó a descubrir su observador y la vio caminar hacia él, pequeña como siempre, con sus grandes ojos más extraviados que nunca. La imagen lo retrotrajo a los cuentos de hadas y brujas malvadas, de su infancia.

Debajo de las mangas de la oscura chaqueta, bastante grande para su porte, que lucía en ocasiones especiales, fueron surgiendo sus uñas afiladas, cual espuelas de gallo de pelea, que amenazaban arañarlo. Pero no, este no era el propósito,

No sabía el por qué, pero esas uñas le recordaban los picos de las urracas parlanchinas.

De entre sus zarpas surgió una jeringa con la que se abalanzó sobre el hombre, que no alcanzó a reaccionar, y le inoculó el veneno que traía desde muy adentro. Lo había adquirido en una clínica muy joven, decían.

Con sus fuerzas menguadas, el hombre seguía defendiéndose de la jeringa que llevaba la mujer en sus garras tratando de chuzarlo.

No sabía cuánto tiempo había pasado, ahora tendido en la cama hacía esfuerzos por abrir sus ojos; cuando lo logró, la vio allí, a su lado, con la jeringa en sus manos deformes.

Un grito rompió el silencio de la noche.

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