BABEL
Eligio Palacio Roldán
Somos seres que deambulamos por la tierra, en una tierra convertida en una “Torre de Babel” de la que no podemos salir.
“Los supervivientes del Diluvio Universal, a fin de “hacerse célebres” y “evitar ser dispersados” sobre la superficie de la tierra iniciaron la construcción de una torre que “llegara hasta el Cielo”. Puesto que al trabajar todos los hombres juntos en un mismo fin haría que consiguiesen todo aquello que se propusiesen, Yahweh decidió confundir sus lenguas (es decir, crear los distintos idiomas) para que ya no se entendieran entre sí y no pudieran seguir colaborando” (https://es.wikipedia.org/wiki/Babel).
Pasados miles de años todo indica que el Dios de Israel y Judá logró su propósito, confundió a los hombres y estos permanecen incomunicados a pesar de los avances tecnológicos y la universalización de los idiomas, pero es que el problema no está ahí, está en la dificultad para entender al otro y obvio entenderse a sí mismo. Las formas para atender este trance no están en la tecnología, como equivocadamente se ha entendido, sino en un viaje hacia el interior de cada uno.
Estamos igual de mal o quizás peor que en los tiempos de la Torre de Babel, a tal punto que afrontamos guerras y conflictos en cada rincón de la tierra, la más grave hoy la de Rusia y Ucrania que ha afectado la economía y las relaciones políticas en todo el mundo. En Colombia seguimos, también, igual de mal o peor que en los primeros años de nuestra historia y definitivamente a pesar de los múltiples diálogos de paz, del gobierno nuestro de cada día, ni siquiera una convivencia pacífica es posible. Es extraño el día en que no se presente un escándalo que, en últimas, se origina en una dificultad para comunicarse y no es solo problema del gobierno sino de los ambientes de trabajo, las familias y todo tipo de organización social.
Hablo de problemas de comunicación entre los hombres, entre los colombianos, pero más importante que la comunicación entre los humanos está la consigo mismo, porque en el centro de todo está el egocentrismo y por obvias razones los impedimentos para entender al otro. Como dijera un gran amigo, aflora el “lado oscuro del alma” y bien oscuro que lo tienen nuestros gobernantes y ese “lado oscuro” está ligado a las ambiciones de riqueza y poder como si esta vida no fuera efímera y corta, demasiado corta, tan solo una sucesión de instantes.
Mientras el “lado oscuro” de los gobernantes de turno aflora con todo su furor, para satisfacer sus egos, los colombianos de a pie, vemos como se derrumba la patria, la angustia y el desespero crecen en una atmósfera que presagia desastres. Las esperanzas estaban cifradas en el cambio prometido, pero éste llegó para hacer más difícil la situación y ahora muchos miran hacia el sector tradicional de la política nacional como si éste no hubiese abusado del poder por cientos de años.
Después de cada gobierno, local o nacional, solo queda una gran decepción y, bueno, la historia se repite una y otra vez porque votamos por los mismos así sea en cuerpo ajeno, porque sencillamente somos los mismos, no evolucionamos. Somos seres que deambulamos por la tierra, en una tierra convertida en una “Torre de Babel” de la que no podemos salir.
ANTES DEL FIN
Excelente noticia el encuentro de los niños extraviados en las selvas del Guaviare, tierra hermosa y prometedora.
Muy buena la novela Romina Poderosa, revive un clásico de la televisión latinoamericana “La Usurpadora”, protagonizada por Marina Baura, por allá en los años setenta cuando Venezuela dominaba en el género televisivo.
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