EN DEFENSA DEL PRESIDENTE DUQUE
Eligio Palacio Roldán
Hablar bien del presidente Duque seguramente no generará ninguna posibilidad de lectura…
Tenía la percepción de que el periodismo que se lee, escucha o ve es en el que se habla mal del otro. Tuve la seguridad de ello cuando comencé a publicar mi opinión, hace ya ocho años. Mis columnas más leídas son las que hacen referencia a la corrupción, las tragedias o el mal desempeño de los gobernantes. Es tan rentable hablar mal de los demás que hasta las audiencias pagan para ello y se pueden tener “Columnas sin Techo”. Obvio que muchos personajes ayudan bastante a este tipo de periodismo con sus actuaciones, pero la verdad es que las informaciones positivas no venden.
Hablar bien del presidente Duque seguramente no generará ninguna posibilidad de lectura, a no ser para destilar odio hacia mí por hacerlo; porque, ya lo he escrito, estamos inmersos en la cultura del odio. (LA CULTURA DEL ODIO https://eligiopalacio.com/2021/04/23/la-cultura-del-odio/)
El presidente Duque es un hombre técnico, distante de la clase política pero elegido por ella. Esto genera, obviamente una dificultad – quizás la más grave de su gobierno – pero encarna el sueño de cualquier sociedad, de este siglo: ser gobernado por alguien que piense en el país, en su gente y su desarrollo y no supedite su agenda a los intereses de los políticos de turno.
Colombia estuvo dieciséis años en manos de gobiernos cuyo propósito principal era la reelección y/o imponer una línea de gobierno. Uribe y Santos se dedicaron, por dos periodos consecutivos, cada uno, a hacer campaña para recibir el favoritismo de los electores y la clase política y todos los colombianos se acostumbraron a ello. Duque tiene claro que no está en juego su futuro político, sino el del país.
Esas dos aristas hacen que el presidente Duque gobierne de manera diferente y esa diferencia no lo hace malo; es más, lo hacer mejor.
Varios hechos van en contra de ver, en el de Duque, un buen gobierno: la incorporación de la izquierda, antes armada, a la vida política nacional y su vehemencia para obtener el favoritismo de los electores, la diáspora venezolana hacia Colombia y la peor crisis en la salud física y mental de la población y en la economía, de nuestra historia, desatada por la pandemia del coronavirus.
Esta mañana escuché al presidente Duque en una entrevista, con la emisora W Radio, y volví a entender la claridad de sus conceptos y la sana intención de sus ideas, opacados en las redes sociales por una oposición sectaria y destructiva y por la prensa colombiana que tiene como norte los números del rating y de los ingresos, y concluí que la criticada reforma tributaria es solo un proyecto del ejecutivo que se lleva al escenario natural de la democracia, para la aprobación de las leyes: el congreso. Claro, repito, como esas formas de legislar son extrañas, luego de 16 años de “mermelada”, es “normal” que la ciudadanía creyera que el proyecto ya estuviese aprobado.
En fin, Duque es un excelente presidente en un tiempo, país y/o sociedad equivocados. ¡Qué vaina!
Toca decirlo, también… Como ser humano íntegro Duque está lejos, muy lejos, de sus principales opositores.
ANTES DEL FIN
Hay razones para protestar, la situación del país es muy compleja; pero es notoria una organización estructurada para hacer daño y generar el caos; combatirla es otra difícil tarea para el gobierno Duque y para la todos los colombianos de bien.
¿Cómo hacer para encontrar oportunidades, generar ingresos para la comunidad, disminuir la insatisfacción por la falta de empleo y no caer en el asistencialismo?