UN SUEÑO DE NAVIDAD (VIDEO)
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OTRA NAVIDAD
OTRA NAVIDAD
Eligio Palacio Roldan
No tengo muchos recuerdos de los días de navidad de mi infancia. Unas cuantas escenas de la vida de familia campesina, el olor a musgo y cardos del pesebre más no del pesebre en sí, y dos jingles que me llegan a lo profundo del alma: Los de Caracol y Todelar. Aún no logro dilucidar los motivos de los olvidos, más estoy seguro de que las vivencias de esos años, de la década del sesenta, están esculpidas en lo profundo de mi inconsciente. No en vano, desde finales del mes de octubre se apodera de mi ser una ansiedad que solo se calma después del 24 de diciembre.
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Esa ansiedad, que me despierta en las primeras horas de la madrugada, parece ser el resultado de los restos de los anhelos de los “traídos” del Niño Dios que aunque no fueran relevantes, dadas las restricciones económicas de esos tiempos, si tienen un valor simbólico definitivo para mi existencia: La certeza, de esos días, de que los milagros eran posibles. Certeza que con el paso de los años se convirtió en frustración y rabia. Hoy, sin embargo, puedo dar fe de que los milagros se dan como consecuencia de un trabajo consiente y una decisión firme frente a los propósitos de vida. Suerte, dirán algunos.
En las demás navidades, de mi trasegar por este mundo, no ha sucedido nada trascendental, con excepción de los resultados académicos, entre ellos los grados de bachillerato. No obstante, un gran porcentaje de ellas ha sido alegre como creo lo son para la mayoría de los seres humanos de la cultura occidental. La música, los adornos y el ambiente festivo son ingredientes importantes para hacer de diciembre la mejor época del año. También, desde luego, la sociedad de consumo que inunda ciudades y poblados, en todo el mundo, aprovechándose de los mitos del Niño Jesús y Papá Noel.
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La Navidad del 2018 pareciera ser la más triste de mi vida, hasta ahora, por la ausencia del ser que más he amado. Nunca imaginé como sería pero si la presentí (NOSTALGIA DEL FUTURO YA PASADO https://eligiopalacio.com/2018/11/22/nostalgia-del-futuro-ya-pasado/). Llegó el momento. Aquí estoy haciéndole frente.
Pienso en las personas cuyas vidas atraviesan momentos difíciles por estos días. Mi voz de solidaridad.
ANTES DEL FIN
Las novenas de Navidad son una tradición que se reinventa cada año y reúne a centenares de niños y adultos alrededor de nobles sentimientos. También la música decembrina de Rodolfo Aicardi. ¡Qué bien suena!
La radio, sin la dedicación de los profesionales de ayer, sigue siendo la compañía de los seres solitarios en la Navidad.
¿Cómo y cuáles son sus recuerdos de Navidad?
UNA NAVIDAD
UNA NAVIDAD
Eligio Palacio Roldán
El Viajero continúa recorriendo los parajes del recuerdo. A su memoria llega un día cargado de ansiedad, azul cielo e intenso sol; olor a musgo, cal y cola; cardos florecidos de amarillo y rojo.
Le parece ver a su madre, a escondidas compartiendo algún secreto con sus hermanas. Idas y venidas al pueblo, la leche recogida para el queso, la natilla y los buñuelos. Era Navidad.
Entona un viejo comercial de radio que le eriza la piel y el alma:
“De año nuevo y Navidad, Caracol por sus oyentes, formula votos fervientes de paz y prosperidad
De año nuevo y Navidad, Caracol por sus oyentes, formula votos fervientes de paz y prosperidad”
El hombre posa su mirada en la casa abandonada; ya no se escuchan las voces de otros días, ni el sonido del agua correr por la acequia, ni las gallinas con su escandaloso cacareo; ni siquiera los murmullos.
Y, sin embargo, vuelve a sentir su corazón latir a prisa como ayer. En ese entonces, no veía la hora de que apareciera en el firmamento la redonda luna, que se iba poniendo cada vez más amarilla, con la llegada de las sombras. Después el frío intenso y la neblina que lo cubría todo de blanco azulado. Y un pequeño nido para el regalo que le dejaría el niño Dios, en un rincón de la cama compartida con tres o cuatro de sus hermanos. No lo recuerda.
La melancolía se visibiliza en una tenue sonrisa que aparece en el Rostro ajado de El Viajero. Respira profundo, tan profundo como puede hacerlo un ser, con un nudo atravesado en la garganta.
Recuerda el fuego del fogón de leña que acompañó su fría infancia; de él tampoco quedan siquiera cenizas.
Acurrucada, una lechuza trata de mirarlo somnolienta.
El viajero mueve la cabeza como tratando de borrar un tablero lleno de tristes recuerdos. Vuelve a la Navidad, el tiempo más feliz de su existencia.
Aquella noche rezaron la novena del niño Dios a eso de las seis de la tarde, corearon los villancicos e hicieron sonar cascabeles improvisados con tapas de gaseosa, recogidas en las heladerías del pueblo.
A las 7:30 de la noche todo era suspenso. El Viajero tendría unos seis años. Jugaba con sus manos al viento, en la oscuridad de la noche cuando sintió el sonido de un paquete que era depositado en el rincón de su cama.
Y, por un instante, atrapó el brazo del Niño Jesús.
– Prendan la luz, gritaba desesperado; mientras “El Niño Jesús” hacía esfuerzos por soltarse.
En la habitación se escucharon fuertes carcajadas y un llanto dolorido.
Había perdido la oportunidad de su existencia: ver, tocar, sentir y disfrutar la presencia del Niño Dios.
El Viajero vuelve al presente; sonríe de nuevo. Esta fue una de las historias imposibles de su vida; quizás la primera sobre la que tuvo conciencia; pero no la última, ni las más dolorosa.