EL TIEMPO DEL RETIRO FORZOSO

EL TIEMPO DEL RETIRO FORZOSO

Eligio Palacio Roldán

“Tiempo de nacer y tiempo de morir; tiempo de plantar y tiempo de arrancar los plantado…”

Eclesiastés 3

El diario El Espectador, en su editorial, en días pasados, hacía un llamado para replantear la medida de retiro forzoso, de las entidades del estado, a los setenta años de edad. Indicaba que “… lo que está ocurriendo con esa norma es que personas que todavía están en capacidades de aportar, que además cuentan con amplia experiencia para sus trabajos, son obligadas a abandonar sus cargos.” Resaltaba en un fallo de la Corte Constitucional, sobre el caso del Banco de la República, que se puso de presente la importancia de  “retener, al servicio de la nación, unos servidores públicos con altos niveles de formación, experiencia e independencia”. Por lo demás, hacía un recuento de las causas negativas  que buscó corregir la norma, pero pedía fórmulas diferentes que evitaran el retiro forzoso, de sus cargos, de gentes valiosas para el país.

En el tema del retiro forzoso, como en todos los temas de la existencia humana, no hay verdades reveladas. En mi caso, creo que no hay nada más sano para el hombre y para las instituciones que limitar la presencia de sus empleados, funcionarios o trabajadores en el tiempo, tal como lo hace, sabiamente, el Grupo Empresarial Antioqueño, GEA, con sus directivos.

Pienso que, como el título de la novela del escritor peruano, Ciro Alegría, “EL MUNDO ES ANCHO Y AJENO” y que por ello no nos debemos aferrar a nada ni a nadie. Paradójico, dirán mis amigos y conocidos que leen estas líneas; paradójico porque llevo treinta años prestando mis servicios a una institución. A ellos, debo decirles que realmente, en Colombia, es un privilegio tener un trabajo estable como el mío, pero que habría sido muy enriquecedor conocer otros espacios, otras gentes y otras formas de trabajar y que, en las medida de mis posibilidades, trato de hacerlo. No en vano, soy auditor o mejor nombrado: investigador tributario.

Obvio que cuando se permanece en un mismo cargo y en una misma institución, por largo tiempo, se gana mucho en conocimiento y en experiencia. Claro que la vida intelectual como la física no tienen una fecha cierta de terminación y que el conocimiento del ser humano puede aportar a las empresas y a la sociedad hasta el final de esas vidas y mucho más allá de ellas. Pero de ahí, a no soltar hay mucho trecho. El universo está lleno de seres capaces, ávidos de conocimientos y de experiencias para su realización personal y el progreso social y de las instituciones y esa oportunidad debiera ser un derecho fundamental como el derecho a la vida y en la medida en que se permanezca, en los empleos, por toda la vida se frustran las aspiraciones de otras generaciones. Es más, me atrevo a pensar  que el acceso a los cargos públicos debiera ser limitado en el tiempo con transiciones programadas, para que haya una transmisión enriquecedora de experiencias y del know-how. Eso es mucho pedir, pero por lo menos sería plausible contemplar el retiro forzoso al mismo tiempo que se cumplan los requisitos para la pensión.

Además del aporte intelectual a las empresas y a la sociedad hay que pensar en el ser humano y en su derecho y su deber de tener una vejez tranquila y ojalá feliz, alejada de las responsabilidades diarias del trabajo obligatorio. Debe ser el tiempo de trabajar solo por placer y alimentar el espíritu.

ANTES DEL FIN

“Se acerca la Navidad, y a todos nos va alegrar…” La Navidad del año más aciago de nuestra historia. Cuando pasen muchos años más, será tan solo un recuerdo. Un triste recuerdo. Aunque, tal vez, sea la evocación del tiempo en que se transformó la existencia del hombre, para bien. Ojalá así sea y el sufrimiento de estos días no sea en vano.

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¿DUQUE UN PRESIDENTE DISTINTO?

¿DUQUE UN PRESIDENTE DISTINTO?

Eligio Palacio Roldán

El presidente de Colombia, Iván Duque, se parece a los expresidentes Cesar Gaviria (1990–1994) por su juventud e inexperiencia, a Ernesto Samper (1994-1998) por no tener “luna de miel” con el electorado y por la oposición fortalecida a sus gobiernos, a Andrés Pastrana (1998-2002) en el rechazo injustificado de la prensa y en la falta de química con las gentes de menores recursos, a Uribe en algunas posiciones cavernícolas y en un gobierno diseñado para favorecer a los empresarios, a Santos en su falta de votos y una deuda con el mismo mentor: Uribe.

Tiene mucho de todos y una gran diferencia: “La mermelada”, que tiene y esparce con discreción, no ha sido suficiente para saciar la voracidad de una clase política, que no se satisface fácilmente como consecuencia de las concesiones que hicieron los dos anteriores mandatarios para mantenerse en el poder, por un segundo período consecutivo. Se suma a este panorama la crisis venezolana y una izquierda tan fortalecida y con métodos de lucha tan retrógrados como la de los años setenta, del siglo pasado.

Como resultado de las anteriores situaciones, realmente, por primera vez, desde el surgimiento del  Frente Nacional, a mediados del siglo pasado, se tiene en Colombia un Congreso que no le marcha a las iniciativas del ejecutivo, como respuesta a la “mermelada” y lo que para muchos es una catástrofe, podría ser el escenario perfecto para que se desarrollara por fin nuestra democracia y, en consecuencia, una bendición  para el país.

Y lo puede ser, porque nuestra Carta Política está cimentada teóricamente en la división de los poderes. División que no funcionaba porque se absorbían entre si, haciendo un bloque que propiciaba y generaba corrupción.

El mejor ejemplo de cómo debe funcionar una democracia es la forma como se desarrolla la objeción del presidente a seis artículos de la Ley Estatutaria de la Jurisdicción Especial para la PAZ (JEP), objeción que el mandatario estaba en todo su derecho a hacer, si a bien lo consideraba, pues así lo indica nuestro ordenamiento jurídico; objeciones que el Congreso debe considerar y apoyar o no, si a bien lo considera y, si las apoya, la Corte Constitucional tendrá a bien declarar o no la constitucionalidad de lo aprobado en el Congreso, si a bien lo considera.

La situación es clara y es una oportunidad para enaltecer nuestra democracia si las tres ramas del poder público, a bien lo tienen.  Y ahí está el secreto: Tenerlo a bien. Es decir, que en sus actuaciones prime el análisis y las mejores intenciones por el futuro del país. Quien gane o quien pierda es secundario. Lo importante es que gane Colombia y eso se logra más fácil si hay independencia de poderes. Una independencia que alarma a una sociedad que no sabe que es eso, que se ha acostumbrado a la unanimidad, sin importar que haya sido conseguida corrompiendo las tres ramas del poder público. Y si al presidente Duque le niegan las objeciones o cualquier proyecto que presente al Congreso, no deberá sentirse derrotado sino con un presidente que defiende la democracia.

Obviamente se está pensando en que las decisiones de uno u otro órgano del poder público actúe pensando y luchando por el bienestar del país y eso, claro, pude ser utópico. Pero, creo, Duque está marcando la pauta correcta.

Ser vencido en franca lid no es una derrota.

ANTES DEL FIN

Una de las críticas más frecuentes al presidente Duque es su apoyo a la oposición al gobierno venezolano. Pareciera que sus opositores, en esta materia, no vivieran la realidad de hoy en Colombia: no hay ciudad ni poblado, por pequeño que sea, al que no hayan llegado venezolanos en búsqueda de trabajo. La diáspora venezolana arrasa con el empleo y la calidad del mismo para los colombianos. No sé por qué el Dane no registra aun lo que esto significa para el país, en cifras.

Los venezolanos están desplazando a los colombianos hasta en los buses, de nuestras ciudades, como cantantes.

LEALTADES MAL ENTENDIDAS

LEALTADES MAL ENTENDIDAS

Eligio Palacio Roldán

Y yo que leía, en la Constitución Nacional, que “Son Ramas del Poder Público, la legislativa, la ejecutiva, y la judicial”. Faltaba algo, el poder de la “lagartería”, de las lealtades mal entendidas.

Una persona leal es aquella “Que guarda a alguien o algo la debida fidelidad” y fidelidad es la “observancia de la fe que alguien debe a otra persona”. La lealtad malentendida es aquella que sacrifica la verdadera lealtad por temor a ser rechazado e incluso sancionado por expresar lo que se piensa sobre un hecho o una idea determinada, de la persona a la que supuestamente se le es leal. La lealtad mal entendida se va traduciendo en hipocresía, “lagartería” o complicidad.  Obviamente gran parte de la culpa de  la lealtad mal entendida la tienen los líderes que no aceptan críticas o posiciones en contrario a las suyas.

Ver GERENCIA DEL TALENTO HUMANO https://eligiopalacio.com/2016/07/13/talento-humano/

Lo peor de las lealtades mal entendidas es que son aprobadas por la sociedad en pleno; incluso desde el hogar, donde se originan, en su gran mayoría, por la dificultad de los mayores para aceptar que un menor pueda tener la razón. Se considera como una falta al principio de autoridad. Y esta situación se traslada, de igual forma, a la escuela, al trabajo y a la sociedad.

Esta semana medio país censuró al magistrado de la Corte Constitucional, Carlos Bernal, por que votó  en contra de los intereses del gobierno Santos, en una demanda interpuesta por el Senador Iván Duque, del Centro Democrático, contra el método fast track para aprobar en el Congreso los acuerdos de paz  con las Farc. Se criticó la decisión del magistrado Bernal porque “había sido ternado por el Presidente”.  Y lo dijeron los generadores de opinión independientes de este país, los que luchan contra la corrupción. Es decir, el magistrado no podía pensar, solo hacer lo que dijera Santos: Lealtad mal entendida.

Obviamente son miles de ejemplos. ¿Qué tal la lealtad del exministro Juan Manuel Santos apoyando las ideas y las formas de gobernar de Uribe cuando este era presidente? Puro lagarto, como todos los que resultan alrededor de quienes ostentan, algo o mucho, poder. Y esos son precisamente nuestros dirigentes: los del partido de La U, los conservadores, los liberales y hasta los de izquierda. ¿Qué tal Vargas Lleras con Santos? Y ¿Clara López? Obvio, la lealtad llega hasta cuando dura el poder, ¿O no, Senador Uribe, usted qué opina?, ¿Cómo ha sido su experiencia con sus amigos leales de los tiempos de la presidencia?

Ver COHERENCIA https://eligiopalacio.com/2016/11/30/incoherencia/

Entonces resulta que estamos gobernados por gentes leales al presidente de turno, con lealtades mal entendidas o lealtades cómplices, complicidad que se agravó con la reelección presidencial y que no da cabida a discusiones enriquecedoras al interior de nuestro Congreso, ni al interior de nuestro país porque, obviamente, muchas de esas lealtades se consiguen a punta de “mermelada”.

En hora buena el magistrado Carlos Bernal votó a conciencia. Aplausos.

Es tiempo de educar con el ejemplo, con los sinsabores y la aceptación de que nuestros seres queridos, nuestros seres leales puedan opinar diferente a lo que opinamos nosotros. Ese es el verdadero respeto por la diferencia.

ANTES DEL FIN

Y yo que leía, en la Constitución Nacional, que “Son Ramas del Poder Público, la legislativa, la ejecutiva, y la judicial”. Faltaba algo, el poder de la “lagartería”, de las lealtades mal entendidas.

Sí, pensé en usted, alcalde de Entrerríos, mi pueblo, cuando escribí esta columna, en sus antecesores y en todos los alcaldes de mi país, inmersos en un lago repleto de lealtades mal entendidas, de “lagartos”.

Sí, pensé en ustedes jefes, de todos los tiempos de mi vida laboral, cuando escribí esta columna, en la soledad de su pequeño reino, rodeados de súbditos.

Sí. Pensé en ti, cuando escribí esta columna. Gracias por los “wassapasos” que me pegas cuando no estás de acuerdo conmigo.

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