VACUNAS, POLÍTICA Y RELIGIÓN

VACUNAS, POLÍTICA Y RELIGIÓN

Eligio Palacio Roldán

En la sala de espera la familia oraba obsesivamente, pidiendo a Dios, por la salud de don Antonio. El médico había llamado a su esposa: era necesaria una transfusión de sangre y se requerían donantes. Virgelina cerró sus ojos, con fuerza, conteniendo las lágrimas. “No doctor”, dijo. “La sangre es sagrada” puntualizó. Pertenecían a la corriente religiosa Los Testigos de Jehová.

La historia de esta familia, que dio origen a la muerte de don Antonio, luego de un accidente de tránsito, hace varios años, viene a cuento por la noticia de esta semana sobre la entrada en producción, en Rusia, del primer lote de vacunas contra el COVID-19, EL Spútnik V. Ante el anuncio, los medios de comunicación y las redes sociales hicieron “su agosto”, en agosto, y hasta fue tema del día en La W Radio. Como siempre, la opinión pública se dividió en Colombia y muchos ciudadanos mostraron su desconfianza y manifestaron no someterse jamás a una vacuna de origen ruso.

“La religión es el opio del pueblo”, dijo Carl Marx hace más de un siglo sin presentir que, con el tiempo, sus teorías darían pie a movimientos políticos tanto o más alienantes que la propia religión.

La religión y la política han dejado inmensas huellas de sangre en la historia de la humanidad, desde que se tenga memoria. No solo son el origen de las guerras sino de historias tan horrendas como las de la inquisición y el holocausto. En la religión, la obsesión por imponer un Dios sobre los demás ha sido el problema; en la política, la de imponer un sistema de producción y de gobierno. En ambos casos, el conflicto se presenta por el deseo de imponerse sobre el otro, de manipularlo y utilizarlo, creyendo que la verdad individual es la única sobre el universo.

Las teorías políticas de izquierda y derecha se trasformaron en cuasi religiones sin matices, en unas verdaderas sectas. Por estos días se cumplen los 75 años del fin de la segunda guerra mundial, pero esta sigue viva, con otras batallas. Una de ellas, la obtención de la vacuna contra el coronavirus.

En Colombia, la política ha sido un opio peor que el de la religión. Desde 1810 hasta nuestros días, desde Bolivar y Santander hasta Uribe y Santos, las batallas políticas se han sucedido una tras otra dejando a su paso miseria y muerte y estropeando posibilidades de bienestar y desarrollo para la sociedad. Los seres humanos en general y los colombianos en particular parecemos estar muy lejos de alcanzar un acuerdo “sobre lo fundamental” como pidiera alguna vez el inmolado dirigente político Álvaro Gómez Hurtado.

Las sectas religiosas, las sectas políticas, parecieran ser cosa del pasado, para algunos, pero no hay tal; o por lo menos en Colombia. Las nuevas generaciones están más alienadas, con mayor disposición para la confrontación, con menor capacidad de análisis. Más primarias. Más manipulables. Uno pensaría que la solución está en la educación pero no parece ser cierto. La sociedad actual se ve involucionar y, al menos en el papel, está más educada.

Ahora no será la religión la que impida la muerte de algunos colombianos, será la política. Para algunas sectas el aplicarse o no la vacuna dependerá del origen de la misma, de un país de izquierda o derecha. ¡Que vaina!

ANTES DEL FIN

Un día, viajando en un bus, una conversación entre dos mujeres me despertó de un microsueño:

  • “Lo que hace que encontré a Dios la vida me cambió totalmente.
  • Si querida. Es verdad. Y la forma en que nos envía los mensajes es extraordinaria. Mira yo me mantenía pegada de esas telenovelas.  ¿Y sabes que me pasó?
  • ¿Qué?
  • Pues me dañó el televisor para que no siguiera en pecado. ¡Las maravillas de Dios, mija!”
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EL SULTÁN

EL SULTÁN

ELIGIO PALACIO ROLDAN

“¿Alguna vez pensaste que esta Corona y este Trono te permitirían engañar a la muerte Suleiman? ¡Abre los ojos!, ¡eres  un mortal! Todos vivimos en un sueño del cual debemos despertar algún día. Esta es la verdad que todos deben saber. Incluso tú. Nada  puede ayudarte. No importa si eres un Sultán o el hijo  de un Sultán, algún día dejarás todo lo que has logrado. Al enfrentar la verdad todos llegamos en las mismas condiciones”.

Frases y reflexiones como estas, sobre la vida y la muerte, el poder, la riqueza y el devenir del ser humano sobre la tierra son comunes en cada uno de los capítulos de la telenovela El Sultán

El Sultán es una telenovela producida en Turquía entre los años 2011 y 2013, transmitida en Colombia desde septiembre del año pasado por el Canal Uno. La novela, que consta de cuatro temporadas, ha sido un éxito en el mundo entero y no ha tenido mayor trascendencia en nuestro país por ser transmitida en un canal de televisión poco posicionado y por una especie de chovinismo nocturno en la televisión  nacional.

La novela es una versión televisiva de la historia del Sultán Soliman el Magnífico y del Imperio Otomano, en el que estuvo en el poder entre 1520 y 1566, su favorita Hurrem y de los demás integrantes de su círculo cercano. La serie tiene la combinación perfecta para ser un excelente producto televisivo: una historia fascinante; un libreto bien estructurado, personajes fuertes y consolidados; actuaciones de antología y locaciones, escenografía, utilería, vestuario y música impactantes.

La historia  es la misma de todas las luchas por el poder y la tragedia que subyace entre quienes intentan conseguirlo o conservarlo. Es el mismo dolor, traición y muerte de la tragedia griega o de las obras de Shakespeare o de nuestra realidad diaria en los pequeños o grandes reinos de la humanidad. La misma tragedia que representa para el ser humano existir y la búsqueda de su propio Dios sin importar su condición social o económica.

Los libretos son una composición literaria que recuerda el estilo de los colombianos Bernardo Romero Pereiro y algo de la truculencia y de los personajes sórdidos de Julio Jiménez. Están llenos de reflexiones internas sobre el devenir de cada uno de los personajes, de silencios que hablan por sí solos, de gestos que dicen más que las palabras. Obviamente, estos libretos, se ven enriquecidos por las actuaciones impecables, (no hay actor por pequeño que sea su papel que desentone) y los demás aspectos propios de la producción televisiva ya descritos y los excelentes manejos de cámaras y efectos especiales.

La producción recuerda lo mejor de las producciones brasileras de antaño como La Esclava Isáura, Ronda de Piedra  o Xica Da Silva, desafortunadamente desaparecidas de la televisión nacional. Está estructurada por decenas de historias paralelas que giran alrededor de la central de El Sultán.

Pero más allá de todos estos elementos de entretenimiento y de lo costoso de la producción que se ve reflejado en la calidad de la misma, lo más importante son los escenarios que brinda para entender al ser humano en su esencia y en relación con el poder y con Dios, en este caso Alá. La obra, por ejemplo, permite entender mucho del islamismo, religión que en su naturaleza no se separa en nada, diría yo, del cristianismo o de las demás religiones que le permiten al ser humano enfrentarse a su construcción de una realidad sobre la vida y la muerte.

Puede ver: El Sultán Capítulo 127- Funeral de la Madre Sultana https://www.youtube.com/watch?v=80VzcLWzYio

 ANTES DEL FIN

Es mejor ver El Sultán en internet que en el Canal Uno. En este canal hacen cortes abruptos que dan la sensación de recortes. Además, siguen la inútil estrategia de recortar la presentación de la obra que, para esta novela, es espectacular y va cambiando con el transcurrir de los capítulos

Haciendo un pequeño balance de las telenovelas en Colombia, desde que tengo memoria; es decir desde Simplemente María – 1971 hay que decir que las más melodramáticas y permanentes han sido las venezolanas y las mexicanas, las primeras en desgracia hoy por los problemas del vecino país; las mejores las de Brasil y Turquía y algunas argentinas; y las peores, las originadas en Miami.

La televisión colombiana debiera producir novelas del corte de El Sultán. Se anuncia una sobre la vida de Bolivar, El Libertador. Por lo demás, la televisión nacional pareciera conformarse con el recuerdo de La Pola y Revivamos Nuestra Historia.

Aquí algunos otros apartes del capítulo 127 de El Sultán; Diálogos internos del personaje principal, luego de la muerte de su madre.

“Perdí a la persona por cuya muerte todos lloraron. La muerte es inevitable. Y no hay vergüenza en morir, pero es una verdad amarga que nos separa con su afilada espada. Entonces lloré. ¡Oh Madre!. Solo oí el eco de mi voz.

Lloré fuerte desde lo profundo de mi corazón roto llamando a mi Madre, derramando ríos de lágrimas. La lealtad al alma de mi madre requiere que sea justo. Le envío todo mi amor a su alma. Cuando las nubes de amor nos bañan con lluvia, estás cerca de mi corazón madre. Nunca nada nos ha separado.

Que vayas al paraíso querida Madre. Solo Alá sabe cuan profunda es mi pena. Esta pena la causó tu muerte preciosa madre. Sin ti me cuesta respirar Madre. Nos dejaste demasiado pronto. Extrañaré tu mirada cariñosa, extrañaré tu sonrisa que me daba fuerza y compasión. También extrañaré tu ternura. Siento que estoy en una pesadilla. Es tan real que no puedo despertarme. Sultana de mi mente y alma, ¿Cómo podré vivir sin ver tu rostro angelical, ni oír tu voz, ni oler tu hermosa esencia. 

Recuerdo muy bien Madre. Cuando era joven y lloraba solías decirme: Eres un hombre y un hombre no debe llorar. Pero a esta  edad madre, las lágrimas de todo el mundo no podrían aliviar mi pena y dolor por haberte perdido. Tu muerte me ha matado su majestad, me hizo volver a ser ese pequeño niño que necesita de tu ternura y tu cariño.

Acéptalo Suleiman: Así es el mundo. Todo se desvanece, solo somos invitados aquí. Incluso tú.  El Gran Sultan del Mundo, encontrará su muerte algún día. ¿Nunca habías pensado que perderías a tu madre, alguna vez? Esta es la voluntad de Alá, el creador de todas las cosas. Todos debemos someternos a su voluntad: esta vida incluye alegría y tristeza. Un día fallece alguien y al otro nace un bebé. Aunque seas un Sultán, aunque vivas en este mundo con grandeza y poder y nadie se atreva a desobedecerte.

Has ganado muchas guerras en tu vida y has agrandado  tu gran Imperio otomano. Cuidaste de tu familia y protegiste tu noble dinastía. Te sientas en un trono y vistes una corona que todos desean tener.  Sí, es cierto, eres el hombre más poderoso del mundo, la gente  le teme a tu nombre: Suleiman”.

LA «CITY» DE MEDELLIN

LA «CITY» DE MEDELLIN

Eligio Palacio Roldán

En marzo de 2017 me encontré, en Medellín, con Coony K-Lisch  (https://www.facebook.com/conny.klisch/friends_mutual) una alemana que decidió dejar su trabajo, vender sus pertenencias y recorrer el mundo, hasta que se gastara el último dólar de sus ahorros, de diez años de trabajo. En el inicio de su viaje, en noviembre de 2015, la había conocido en la ruta que de Adelaida conduce a Melbourne, en un delicioso recorrido por la costa  del océano Antártico, al sur de Australia,  para conocer las maravillas de “Los Doce Apóstoles”.

Ver DOCE APOSTOLES – AUSTRALIA https://eligiopalacio.com/2015/11/28/doce-apostoles-australia/

Ya en Medellín hablaba mucho mejor el español, había hecho un curso de algo más de un mes en Cartagena. Se sentía fascinada con la belleza de Guatapé y recorría cada uno de los rincones de la ciudad, en un accionar temerario para mí.  Me interrogaba pues no comprendía, muy bien, cuál era la «City» de la ciudad.

La «City», inicialmente hace referencia a una pequeña extensión de Londres, una milla, donde se concentra el gobierno. Es decir, el centro de la ciudad. La expresión se volvió común para designar el centro de las demás ciudades del mundo y es, más o menos, un sinónimo de lo más importante para conocer de una ciudad, debido a la concentración del comercio, la arquitectura y la cultura.

La «City» de Medellín tiene grandes atractivos signados por el maestro Fernando Botero: el Museo de Antioquia y sus esculturas al aire libre. También, la arquitectura de las iglesias de los parques Berrío y Bolivar, Hotel Nutibara,  Centro Comercial Palacio Nacional y Palacio de la Cultura Rafael Uribe, entre otros, y mucho comercio, en su mayoría informal y/o anodino. Los grandes almacenes, las grandes marcas, aquellas que fueron el orgullo paisa, se fueron a los centros comerciales. Igual sucede con las marcas internacionales que, en tiempos de internacionalización de la economía, nunca llegaron al centro de la ciudad.

Pero el abandono no fue solo de los comerciantes, también de los grandes centros de negocios, la banca y las gentes de posición económica importante. Se diría que la «City» de Medellín es habitada por los estratos uno, dos y tres. Obviamente hay excepciones como los salones Versalles y El Astor, por ejemplo.

Hace unos días hablaba con el administrador de una cadena de almacenes y le preguntaba el porqué del cierre de un tradicional punto de venta, en el centro de la ciudad: “Nos dimos cuenta que el futuro estaba en los centros comerciales”, “no sé qué sería primero,  si la inseguridad que se apoderó de las calles del Centro o nuestra decisión de cerrar. Creo fueron como simultáneas y paralelas a la decisión de las gentes de trasladar su vivienda a otras zonas, como el Poblado”.

La Alcaldía, en manos de Federico Gutierrez, hace admirables esfuerzos por recuperar la «City» de Medellín. Destacable la recuperación de la Avenida Oriental y en especial la de la Carrera Bolivar, en el sector del icónico Bar Málaga. Esfuerzos bienvenidos que deben estar acompañados de mayor presencia de la policía y el control de los venteros ambulantes, a quienes se les diseñan atractivos kioscos que pueden terminar como los de la carrera Carabobo que se transformó hace diez años para llegar nuevamente a un desorden que la afea.

Pero más allá de los esfuerzos de las autoridades debiera haber un deseo de los antioqueños de recuperar el centro de la ciudad y para ello, lo primero, es volverla  a habitar y hacer lo que se hace en otras ciudades del mundo: repotenciar  los edificios, de ser posible, o de lo contrario transformarlos conservando sus fachadas. Hay edificios en el centro de la ciudad que incluso son centro de operación de la delincuencia.

Mucho se habla de la similitud entre Medellín y Barcelona. Se podría soñar con que la carrera Bolivar, en remodelación, fuera una especie de Las Ramblas, de la ciudad ibérica, Sería formidable pero difícil lograrlo. Difícil no solo por la destrucción de gran parte de la arquitectura de la ciudad sino por la incultura de la misma. Habría que comenzar por educar a los mismos ocupantes de los puestos de ventas para que no ocurra lo de los de Carabobo que los han convertido en tugurios. Carabobo, mismo, podrían ser desde hace años unas pequeñas ramblas.

ANTES DEL FIN

¿Cuantos y cuales hombres de la dirigencia antioqueña tienen su residencia en el Centro de Medellín?

Un recorrido desprevenido por la ciudad nos muestra la economía del rebusque, la misma que se apoderó del centro. Lo que somos. Difícil ver otra cosa. Como en anteriores columnas, pienso que en Medellín hay solo un camino: la transformación cultural a través de la educación.

Barcelona y Medellín son hermosas. Orden en las ventas callejeras, mejor seguridad y el regreso del gran comercio harían de la «City» de Medellín un entorno para mostrar al mundo.

BARCELONA

 

 

PARO CAMIONERO – LA SUMISIÓN DE UN PUEBLO

PARO CAMIONERO – LA SUMISIÓN DE UN PUEBLO

Eligio Palacio Roldán

¿Qué queda? Nada. Bueno. La resignación, la apatía y el egoísmo. Las características más importantes de Colombia y de los colombianos.

De niño, en la casa y en la escuela, me enseñaron que Colombia era un país de héroes. Me hablaron de Bolivar, de Santander, de Policarpa y José Antonio Galán, entre otros. Llegar a izar la bandera era un orgullo. Se inflaba el pecho y el alma.

De joven, oí hablar de la guerrilla. Eran los herederos de los líderes de antaño que luchaban por un mejor estar, en una patria llena de injusticias. ¡Qué paradoja!, esos guerrilleros se convirtieron en delincuentes, en narcotraficantes. Torturaron y chantajearon a su propio pueblo. A ese que decían defender.

Conocí y creí en políticos que hablaban con bellas palabras y de un país soñado, bastante lejano para mí. Después descubrí que esos hombres que quería imitar en realidad vivían en un país distinto, un país al que jamás tendría acceso, primero por mis posibilidades económicas  y segundo, y fundamentalmente, porque era un país de mentiras, de corrupción y de mafia. Un país de abusos hacia los más débiles.

Algún día quise ser estudiante revolucionario pero los estudiantes que encabezaban las protestas eran malos estudiantes, malos ciudadanos.

Otro día, ya trabajando, desee ser sindicalista. Tampoco pude estar allí. En los sindicatos se arrincona lo más retrógrado de Colombia y de los colombianos, los más perezosos y muchos de los más corruptos.

Cansado de buscar un espacio que correspondiera a mis ideales llegué a la convicción que nuestra historia está llena de mitos y que esos héroes de la infancia no eran más que una construcción del imaginario colombiano y que, seguramente, tenían unos pies tan fangosos como los de los líderes actuales. Fue, entonces, cuando llegué al cooperativismo: allí “todos trabajaban por la comunidad”. Mentira, las cooperativas eran pequeños reinos llenos de reyezuelos y súbditos tras mendrugos de pan. Una secta más como las distintas religiones, de las que me desilusioné muy pronto en la vida.

¿Qué queda? Nada. Bueno. La resignación, la apatía y el egoísmo. Las características más importantes de Colombia y de los colombianos.

Siempre se ha dicho que Colombia es una de las democracias más antiguas y más maduras de Latinoamérica y también nos enorgullecemos de eso.  Qué orgullo tan pendejo, qué orgullo tan triste. La nuestra es una democracia que se sostiene por las características descritas. Somos tan resignados, tan apáticos y tan egoístas que ni siquiera pueblos tan humildes como el boliviano o el ecuatoriano resisten tanto abuso, tanto maltrato. Aquí solo importo yo, los demás que se jodan.

Ya son 45 días de paro camionero con millonarias pérdidas, con alzas de alimentos desmedidos, con escasez de insumos. En estos momentos no hay con que alimentar miles de animales en el sector lechero y la leche, otra vez, tiene que ser botada, también el resto de producción campesina,  y todos, en especial el gobierno, tan tranquilos. Tan resignados. (Ver PARO CAMIONERO https://eligiopalacio.com/2016/07/17/paro-camionero/).

Y resignados seguiremos siendo. Nuestra próxima y dolorosa resignación será tener a los delincuentes de las Farc, a esos que tanto sufrimiento nos han provocado, dirigiendo los destinos de Colombia. Aunque quizás, tampoco haya mucha diferencia con quienes lo han hecho hasta hoy, como el presidente actual Juan Manuel Santos, o esos líderes de la niñez: Bolivar y Santander.

ANTES DEL FIN

Hay una frase, bastante manida, atribuida por algunos a Berthold Brecht, que describe perfectamente a los colombianos:

“Primero vinieron a buscar a los comunistas y no dije nada porque yo no era comunista.

Luego vinieron por los judíos y no dije nada porque yo no era judío

Luego vinieron por los sindicalistas y no dije nada porque yo no era sindicalista

Luego vinieron por los católicos y no dije nada porque yo era protestante

Luego vinieron por mí pero, para entonces, ya no quedaba nadie que dijera nada.”

Bueno por nosotros vinieron hace muchos años, quizás siglos. Tal vez fueron los mismos españoles, de quienes dicen nos liberamos un 20 de julio o un 7 de agosto, los que se llevaron nuestro espíritu de lucha.

Otra  desilusión: Los medios de comunicación. ¿Qué informan, qué cuentan? Nada.

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