Y QUE ES A DONDE EL AGUA ME LLEVA

Y QUE ES A DONDE EL AGUA ME LLEVA

Eligio Palacio Roldán

“Digo que soy como todos:
un poco la mar y un poco la arena.
Digo que voy donde todos
y que es a donde el agua me lleva.”

Patxy Andion

La historia musical del mundo nos ha mostrado que hay artistas que producen excelente música, otros muy buenas letras y algunos privilegiados que combinan de manera maravillosa ambos conceptos; uno de ellos es Patxy Andion, un cantautor español de los años 70 que dejó una gran obra musical cargada de profundas letras.

Puede ver: https://es.wikipedia.org/wiki/Patxi_Andi%C3%B3nhttps://es.wikipedia.org/wiki/Patxi_Andi%C3%B3n

El ser humano en la construcción de su relación con el otro o por la imposición de ese otro se traza unos objetivos que lo llevan por la vida a corto, mediano y largo plazo por senderos cargados de dificultad, de choques, de padecimientos, de pequeñas grandes victorias, de días cargados de colores y otros absolutamente grises. Y, al final, sin considerar esfuerzos, todo termina siendo igual para todos y la historia individual, a pesar de las repulsas, es “donde el agua te lleva”. De ahí la tendencia de algunos humanos a dejarse llevar, sin presiones, sin resistencias, por los causes que marque el azar hacia un destino final inexorable: la muerte.

El dejarse llevar no significa la ausencia de golpes, tampoco de sufrimientos, menos de dificultades; pero si una relación más tranquila con el universo. Comprender que se es, tan solo, una parte minúscula de él y no un ser todo poderoso que pueda hacer grandes transformaciones, que a lo sumo se es una pequeña arena sujeta a que el agua la lleve por donde quiera o como dice la frase de Tomás de Kempis, citada muchas veces por los líderes colombianos Laureano y Álvaro Gómez, “Los hombres somos como briznas de hierba en las manos de Dios”.

La senda de los años, la madurez que llaman, que a veces no llega a pesar del paso por la tercera edad, significa ver y comprender la realidad de la existencia, que somos poca cosa,  que nuestro poder es absolutamente limitado y que es necesario actuar en consecuencia; no como fruto de la resignación si no de la aceptación del como son las cosas, de nuestra insignificancia frente a la magnitud del universo, de cómo es la vida,  de lo efímera que es y que el dinero, la vanidad y la gloria son solo parte de los fuegos fatuos tras los cuales se extravía el transcurrir de los días de nuestra historia sobre la tierra.

Puede ver: A DONDE EL AGUA https://eligiopalacio.com/2022/11/07/a-donde-el-agua/

ANTES DEL FIN

Las arenas a pesar de la dispersión a las que las condena el agua o las briznas de hierba, a veces, no se dicen adiós para siempre; en ocasiones a pesar del paso del tiempo y de la distancia que las separa se vuelven a juntar. Esta semana, después de 35 años apareció en mi historia Argelia, a través de su hijo. Eran los tiempos de la Facultad de Minas de la Universidad Nacional, años de dificultades de toda índole y una mano amiga dándote fuerza.

La Navidad parece haber perdido el brillo de otros días: el precio del dólar y por ende la limitación en las importaciones ha hecho que en el comercio se vean menos y más discretos adornos y que en los frentes de las casas no se vea la luminosidad de ayer  por esta época.

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LAS ARENAS DEL DESIERTO

LAS ARENAS DEL DESIERTO

Eligio Palacio Roldán

Languidecía la tarde cuando ingresó al supermercado de la ciudad que visitaba de vez en cuando. Aún había tiempo de mirar el brillo del sol sobre la montaña que se asomaba tras la vidriera; no en vano, allí se celebraban “Las Fiestas del Atardecer”. Sin saber cómo atravesó el cristal que daba paso al desierto encerrado entre algunos edificios, el sol hacía brillar las arenas a tal punto que era imposible mirarlas con detenimiento. Le dolían los ojos.

Caminaba solo en medio de un desierto que se ampliaba a cada paso, en cada susurro, en cada pensamiento, en cada respiración. Las montañas crecían y aumentaban su inclinación, el piso se movía y él se hundía en una arena cada vez más negra, cada vez más brillante.

Miró a su alrededor, el paisaje le era extraño, desconocido, estremecedor. Oscurecía. Sintió miedo. Debía regresar, claro, pero no sabía cómo. Estaba perdido, en medio de las arenas del desierto.

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