LAS VILLAMIZAR, FUERA DE SERIE

LAS VILLAMIZAR, FUERA DE SERIE

Eligio Palacio Roldán

Las imágenes de tres mujeres batiendo sus espadas resultaba lejana a la realidad colombiana, la historia compleja y cargada de muchos personajes se hacía poco digerible y las dicciones de la protagonista -Shany Nadan-, en algunas oportunidades de sus hermanas en la historia -María José Vargas y Estefanía Piñeres-,  de Claudio Cataño, con la misma actuación y caracterización insípidas de La Nieta Elegida, y de los actores españoles hicieron huir a los televidentes de Las Villamizar, en sus inicios. Quienes logramos superar las primeras emisiones de la novela, hemos degustado la mejor serie televisiva, producida en Colombia, en los últimos años. Algo así como lo que sucede con la lectura de obras clásicas, como Don Quijote de la Mancha, que en sus primeras páginas aburren y si no se tiene constancia se dejan a un lado perdiéndose de un manjar extraordinario.

La espectacular presentación de la novela tiene alguna evocación de la icónica serie El Sultán; también muchas de las escenas, las locaciones, la música y hasta la trama cargada de mujeres hermosas, astutas y dispuestas a todo por lograr sus objetivos, esta vez no tanto el poder como la venganza. En esta serie, como en la turca, el poder en el reino lo tienen en el papel los hombres, pero en la realidad lo asumen las mujeres a pesar de la subyugación propia de la época.

Quien desprevenida o conscientemente vea Las Villamizar, se quedará sorprendido con las locaciones; tanto que incitan a descubrirlas con los propios ojos, recorrerlas y disfrutarlas como ocurre con las que se muestran en El Sultán. En la novela colombiana, sorprende la belleza de la arquitectura colonial y de los parajes de nuestra geografía utilizados como escenarios, la musicalización, la calidad de las actuaciones, la crudeza de las escenas, el maquillaje, los efectos especiales, los giros inesperados, la rapidez y agilidad con que se cuenta la historia y la misma historia épica, con diferentes filones dramáticos, que subyace a la epopeya de la campaña libertadora.

Creada, escrita y dirigida por Mateo Stivelberg, hijo de la primera actriz María Cecilia Botero y del director de televisión David Stivel y nieto de Jaime Botero Gómez, director de Teatro Popular Caracol y decenas telenovelas, demuestra que el talento se hereda. Stivelberg es la concreción de todos estos talentos y eso se refleja en esta obra maestra de la televisión colombiana en la que intervienen otros nombres como Herney Luna en la dirección y las actuaciones destacadas de verdaderas leyendas de la televisión colombiana como Luis Mesa, Humberto Dorado, Martha Osorio o la versátil Alexandra Restrepo y de jóvenes talentos como Rafael Zea, Brian Moreno, María José Vargas, Estefanía Piñeres o Shany Nadan, entre otros.  

Una gran opción televisiva que se puede retomar en este momento o desatrasar a través de Caracol Play. Hágalo, vale la pena.

ANTES DEL FIN

Arranca bien Gustavo Petro y no soy petrista. Su llamado a un acuerdo entre todos para sacar adelante al país es necesario y no deja de ser el mismo propuesto por el inmolado líder de derecha Álvaro Gómez Hurtado, “Un Acuerdo sobre lo Fundamental”. Los extremos se parecen dirán algunos; sin embargo, no se puede olvidar que el hoy presidente electo fue militante del movimiento M19, una guerrilla surgida en 1970 para protestar por las irregularidades en las elecciones que no favorecieron al candidato de derecha Gustavo Rojas Pinilla.  

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EL FINAL DE LAS TELENOVELAS

EL FINAL DE LAS TELENOVELAS

Eligio Palacio Roldán

Siempre he pensado y he dicho que la radio renunció a las radionovelas por miedo a la televisión y no porque el género no pudiera ofrecer mucho más, a su cautiva audiencia. Primero lo hizo Caracol a finales de la década del 70. Luego, imitando como siempre, lo hizo RCN y Todelar las dejó languidecer cuando la cadena se vino a menos. Es como si las novelas escritas hubiesen sucumbido a la misma radio, a la televisión o al cine.

Pues bien, lo que pasó con la radionovela está sucediendo con la telenovela en Colombia. La están enterrando por su industrialización y por miedo a las nuevas propuestas en internet y/o a Netflix.

La telenovela y la televisión llegó a mi vida en 1969 con Candó, de Bernardo Romero Pereiro y las actuaciones de Alcira Rodríguez, Yudy Henríquez y Julio Cesar Luna, entre otros. Una hermana había llegado de estudiar en Medellín y no quería perderse su final. A eso de las 9 de la noche fuimos hasta cerca del pueblo para ver la telenovela, creo que en el final había un incendio que me conmovió. Luego ese incendio se hizo realidad (Ver CENIZAS https://eligiopalacio.com/2013/03/08/cenizas-2/)

Después llegó Simplemente María, la telenovela más exitosa en la historia de la Televisión peruana, con Saby Kamalich,  y una fijación infantil por el momento en que en la historia transcurrieron los años en un sinfín de nostalgia.

En las década del setenta la televisión colombiana fue conquistada por su similar de Venezuela de la mano de la escritora Delia Fiallo y de los actores Lupita Ferrer y José Bardina (Esmeralda, María Teresa, etc.). En la televisión nacional Una Vida para Amarte, Destino la Ciudad, La Ciudad Grita, La María y tantas otras.

Después se tuvo el privilegio de ver en las pantallas La Mala Hora de García Márquez y otras obras de la narrativa latinoamericana como Gracias por El Fuego y La Tía Julia y El Escribidor. Llegaron a nuestra televisión grandes escritores del género como Julio Jimenez (La Abuela, El Caballero de Rauzán, Los Cuervos, El Hijo de Ruth y muchas más) y Marta Bossio de Martínez (La Mala Hierba, Gallito Ramírez, Pero Sigo Siendo El Rey, La Casa de las dos Palmas) y después Fernado Gaitán (Yo soy Betty la Fea, Café y muchas más) y Mónica Agudelo (Señora Isabel, Hombres, La Hija del Mariachi, entre otras). Otros autores importantes como los Mauricios Navas y Miranda, Adriana Suárez y otros más que se me escapan han hecho las delicias de los televidentes colombianos.

Todo lo expuesto y los éxitos alcanzados tienen un factor en común: han sido obras de autor, obras que cuentan historias novedosas y creíbles a pesar de la fantasía propia del género.

En desarrollo de esa misma televisión surgió, también, la telenovela industrial. Este género ha visto su esplendor de la mano de dos libretistas: Dago Gracia y Luis Felipe Salamanca. ¿Qué obra memorable han tenido?, bueno una y solo de Garcia: La Saga, Negocio de Familia. El resto, una mezcla de Sábados Felices y de historias que de lejos se ven fabricadas. Historias que tratan de encontrar su nicho, que tratan de gustar. Muy light.

Y la telenovela industrial no es mala per se. Lo malo es que todas sean de ese género. A la telenovela le pasó lo que a los almuerzos de los restaurantes industriales: No tienen sabor. Y obvio, cansaron a los televidentes que se fueron a buscar otras posibilidades de entretenimiento.

Caracol y RCN tratando de ganar audiencia creyeron que la solución eran las miniseries. Parecen ignorar que son géneros diferentes y que una miniserie no es para ver, en capítulos diarios, como una telenovela y que siendo semanales ya habían sido exitosas en Colombia (El Cuento del Domingo, Teatro Popular Caracol, Señora Isabel, Amar y Vivir, etc).

Obviamente, la solución no está en producir miniseries al estilo telenovela. No, la solución al problema de audiencia de la televisión colombiana está en volver a las novelas de autor y abandonar las industriales.

La demostración a esta teoría está en el éxito de las novelas turcas en Colombia y en el mundo: Las Mil y Una Noches, Fatmagül, Sila, Esposa joven.

ANTES DEL FIN

Dicen que Fernando Gaitán escribirá una nueva telenovela: La estamos esperando.

EL VIAJERO https://eligiopalacio.com/el-viajero/ y sus VIDEOS https://eligiopalacio.com/videos/ son restos de la vida, de las radionovelas y las telenovelas que eh visto.

 

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