MARCHAS, TELENOVELAS Y “CORRIENTAZOS”
Eligio Palacio Roldán
Desde los cuatro puntos cardinales y desde todas las transversales marchaban, en dirección a la Gran Plaza, centenares de personas; a veces parecían de fiesta, otras veces en guerra; en cada esquina se escuchaban arengas, también música, incluso pólvora; centenares de globos de colores se elevaban al cielo. Después la hora de los discursos, muchos rostros cansados y, más allá, tras el Palacio, centenares de buses, llegados desde las diferentes zonas del país, esperando el regreso. Luego, en pequeños grupos, sentados en el piso, hablando del dinero que les pagaron para asistir a la manifestación, del trabajo que el gobierno les prometió… No, no es Colombia; tampoco la marcha por la vida que Mockus “organizó” por instrucciones del gobierno Santos, y el dinero, del que se habla, no es el de los contribuyentes colombianos. Las escenas se registran en Buenos Aires, en la Plaza de Mayo y alrededores, en la celebración del Día de la Revolución.
La mujer cambia de canal insistentemente tratando de encontrar algo que llene sus expectativas; bueno, alguna telenovela. Vivió de la fantasía desde que era niña, primero con las radionovelas y luego con la televisión; recuerda cuando todos, en su casa, se reunían para ver, entre brumas, “Candó” y luego Esmeralda, La Abuela, Caballo Viejo, La Casa de las dos Palmas; tantas que no alcanza a nombrarlas y ahora no encuentra una novela que le mueva los sentimientos. En las charlas, con sus amigas, dice que la culpa la tienen los Dagos “García y Salamanca” que industrializaron la televisión; había leído en una revista, que para hacer una telenovela se hacía una escaleta y que a partir de ella, se construyen la historias; cree que la escaleta es ahora la misma y por eso todas las novelas le parecen iguales, “la misma perra con distinta guasca”.
Jhon cumple 30 años trabajando, 30 años almorzando en la calle, 30 años de “corrientazo”; al comienzo se alimentaba donde una señora que le hacía sentirse como en su casa; luego, el restaurante se fue industrializando y le cambiaron el menú, de lunes a viernes, a crema de espinaca o fríjoles. Cambió cientos de veces de restaurante, pero el resultado era el mismo; incluso a veces sentía que los días y las semanas no pasaban y que quizá la espinaca de hoy era la misma de la semana anterior o de la de hace muchas semanas.
¿Qué tienen en común, hoy, marchas, telenovelas y “corrientazos”? Digamos que la repetición, la monotonía y lo desabridos que son; su industrialización. Pero no es que sean aburridas per se, es que les falta originalidad, identificación con el cliente, credibilidad, deshomeginización, nuevos planteamientos y, sobre todo, menos manipulación y más y mejores contenidos. La gente no es boba, la gente se cansa e identifica los propósitos de los fabricantes de manifestaciones, telenovelas y «corrientazos».
Es muy diferente una manifestación de hoy a la sucedida tras la muerte de Gaitán, o a la de “No más Farc”, del cuatro de febrero de 2008; eran marchas espontáneas, nacidas del corazón. Lo mismo se puede decir de las telenovelas que paralizaban el país; que diferencia entre “En Cuerpo Ajeno” y Metástasis, por ejemplo, y que diferencia entre un almuerzo en la casa, por pobre que parezca, al de la industria del «corrientazo».
ANTES DEL FIN
Define la Real Academia de la Lengua Española, la palabra desabrida, como “Dicho de una fruta o de otro alimento: Que carece de gusto, o apenas lo tiene, o lo tiene malo”; eso son ahora nuestras marchas, telenovelas y “corrientazos”, es necesario ponerles, color, alegría, espontaneidad e identificación.