QUÉ ESPERAR DEL NUEVO CONGRESO
Eligio Palacio Roldán
Con poca expectativa, cada cuatro años, se renueva el Congreso de la República de Colombia con la instalación de la legislatura, en una ceremonia que resulta histórica dada la última intervención del presidente de turno ante el legislativo. Este año, 2022, la modificación del Congreso es importante: son 181 legisladores nuevos y 113 “repitentes”; es decir, más del sesenta por ciento llega por primera vez a dirigir los destinos del país en un gobierno con una tendencia de izquierda que gana la presidencia de la república rompiendo una tradición política de más de doscientos años.
Se destaca en el Congreso 2022-2026, la alta participación de las mujeres, 86 en total: 32 Senadoras y 54 Representantes a la Cámara y la presencia de 6 miembros de la comunidad LGTBIQ, Esta nueva realidad resulta esperanzadora pero poco lo son las coaliciones de partidos de diferentes tendencias que, como es tradicional en Colombia, se doblegan sin vergüenza ante el ejecutivo a cambio de burocracia y canonjías. Esa forma de actuar de los movimientos políticos los ha deslegitimado ante la opinión pública; el caso más aberrante es el del Partido Conservador que perdió su norte por estar tras “un plato de lentejas”; en esa forma de hace política le sigue con honores el otrora “Glorioso Partido Liberal” hoy en las manos de un político que ha manejado a su antojo y conveniencia los hilos del poder por más de treinta años: Cesar Gaviria. También hacen lo propio el Partido de la U y Cambio Radical.
Aunque la corrupción es una tradición colombiana, de las más dañinas, no deja de entristecer que el Congreso que se elige para trazar las líneas que permitan al convivencia entre los ciudadanos sea un ejemplo de malas prácticas para la democracia y para esa misma convivencia y que allí aflore la mayor perversidad para apoderarse de los recursos con que cuenta la nación para salir adelante; también es paradójico que el presidente de turno tenga que aliarse con los congresistas para lograr sacar adelante las iniciativas de su gobierno. Es decir, nuestra democracia, legislativo y ejecutivo, se trenzan en un contubernio difícil de romper que mancha de oprobio la democracia.
Por las razones descritas, es poco lo que se puede esperar del Congreso de la República que se acaba de instalar; salvo la presencia de las figuras nuevas que se desearía no estuviesen contaminadas pero que es sabido, gran parte de ellas, actúa en cuerpo ajeno pues representan personas cuestionadas en la historia política del país.
Poco que esperar de un Congreso que se inaugura agrediendo verbalmente al Presidente de la República y tratando de impedir su rendición de cuentas, cual verduleras de plaza de mercado, en un espectáculo grotesco.
En Colombia solo un hombre pudo transformar el Congreso: fue Alvaro Uribe Vélez y no lo logró por rendirse ante él buscando su reelección; el otro gran líder de la historia reciente del país, Gustavo Petro, no lo podrá hacer porque no tiene el respaldo popular suficiente como lo tuvo el presidente de comienzos de siglo.
En una democracia es importante la oposición; no la oposición cerrada con que contó el presidente Duque sino una que sepa interpretar las bondades del gobierno de turno para apoyarlas y sus desaciertos para denunciarlos, difícil tarea la que le espera al Centro Democrático dado el desprestigio que tiene y su soledad en esa tarea. Claro que comienzan a vislumbrarse líderes de la oposición como el excandidato Enrique Gómez, que hace una cruzada por rescatar el conservatismo de las garras de sus dirigentes entregados al mejor postor, y el próximo expresidente Iván Duque que aún tiene mucho por escribir en la historia de Colombia.
ANTES DEL FIN
Con el paso del tiempo y la izquierda en el poder, se marchitarán la mayor parte de los medios de comunicación en Colombia que han vivido de la crítica a los gobiernos de derecha y brillarán en el escenario algunos otros; es el caso de El Colombiano que comienza a hacerlo de manera callada pero contundente; quizás en los próximos años sea lo que otrora fue El Espectador o la Revista Semana.
La guerra de hace doscientos años, la misma de hoy, enmarcada en la ambición, la corrupción y la violencia sin fin es fielmente retratada en la telenovela “Las Villamizar”, ¡qué buen relato televisivo!