HÉROES DE LA PATRIA

HÉROES DE LA PATRIA

Eligio Palacio Roldán

Hay tiempos para ver, comprender y concluir dice el psicoanálisis. Estos tiempos no son cronológicos, incluso a veces se viven en forma simultánea como en el caso que relato a continuación:

Hace unos 25 años, mi ex jefe, Luz Amparo Gil Arango (Q.E.P.D.) se enamoró, literalmente, de los soldados del ejército colombiano, fue entonces que se hizo Oficial de Reserva y dedicó el resto de su vida, diría yo, a protegerlos. Por esos días, la miraba con recelo y no alcanzaba a dimensionar su decisión. Muchas veces pensé que estaba medio chiflada y máxime cuando elevaba a los soldados a la categoría de “Héroes de la Patria”.

Hace ocho días llegó a una propiedad rural que tengo en Entrerríos – Antioquia el comandante de la policía del municipio acompañado de una cuadrilla del Ejército, de muchachos pagando servicio, buscando donde armar su campamento por un período indeterminado. Sentí algo de temor debido a prevenciones que, como gran parte de la ciudadanía, tengo hacia los militares, por ello, di gracias que ese día y durante casi toda la semana tuve que ausentarme. En ese período estuve pendiente de ellos desde la distancia y vi por primera vez la realidad de este puñado de muchachos, casi unos niños, de tan solo veinte años de edad.

De escasos recursos, en su mayoría, buscan una oportunidad para salir adelante, en el ejército, y ayudar a sus familias, en especial a sus madres. Los acompaña una tenacidad, una persistencia, un optimismo y una alegría difíciles de ver en otro tipo de profesionales. Es duro: prestan guardia día y noche, las escasas horas de sueño transcurren en medio de la zozobra, debajo de débiles carpas, en las que les toca dormir acompañados, haciendo frente al clima implacable, cocinan sus propios alimentos y tienen que ingeniárselas para conservarlos en buen estado, sus necesidades fisiológicas se desarrollan a cielo abierto y el baño en algún riachuelo, lo mismo que el aseo de sus ropas.

Pasan largas temporadas sin ver sus seres queridos y sus relaciones familiares y/o amorosas cuentan historias a distancia, por teléfono. También, por teléfono, los dolores de amigos heridos en combate o las ausencias definitivas de sus compañeros tras algún atentado.

Tienen temor, desde luego, pero eso los convierte en hombres precavidos, cuidadosos al extremo, inteligentes en la forma de cuidarse y en descifrar al otro, valientes.

Tal vez no todos debamos tener el amor infinito de mi exjefe por los soldados, pero si la convicción de que son unos muchachos que sacrifican lo mejor de su juventud para garantizar el bienestar de todos y que lo mínimo que les debiéramos tener es admiración y respeto.

El fin de semana pude compartir con ellos y comprender su relevancia en nuestra historia y concluir que en verdad son unos “HÉROES DE LA PATRIA”

ANTES DEL FIN

Los mejores recuerdos de mi Oficial de Reserva a pesar de lo brava que era. ¿Qué pensaría del giro que ha dado el país?

Candidatos para dar y convidar para las elecciones de octubre próximo, ¿democracia, ingenuidad, o estrategia para generar estados de ingobernabilidad?

De turismo por estos días, me sorprende Punta Arenas, en Chile: orden, aseo, respeto por el peatón en las calles. M e siento como en un país desarrollado y es de nuestra América Latina. Mucho por aprender de esta ciudad.

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REHENES

REHENES

Eligio Palacio Roldán

Desde las novelas de la infancia – Sandokán de Emilio Salgari – Kalimán o Arandú – siempre oí hablar de rehenes; después fueron frecuentes en las noticias de radio, prensa y televisión. Siempre creí entender su significado, pero no lo comprendí en su verdadera dimensión hasta la semana anterior cuando con una tercera parte de la población colombiana fui rehén de las autodenominadas Autodefensas Gaitanistas de Colombia.

El viernes en la madrugada viajando hacia Entrerríos, 60 kilómetros al norte de Medellín, fui alertado en la carretera sobre la quema de vehículos por parte de los criminales; como pude llegué a la finca y permanecí allí hasta el martes, en medio de la incertidumbre por la recolección de la leche, la dificultad para la consecución de los insumos, los nuevos atentados, la sensación continua de peligro y la imposibilidad de movilizarme libremente.

La palabra rehén está definida por la Real Academia de la Lengua Española como “Persona retenida por alguien como garantía para obligar a un tercero a cumplir determinadas condiciones” y eso fuimos gran parte de los colombianos, el fin de semana pasado, con la demostración de poder de los delincuentes frente al estado, a quien pretenden doblegar.

A mi memoria llega el relato de la toma de Mitú por la guerrilla de las Farc en 1998 (http://www.elespectador.com/impreso/nacional/articuloimpreso87232-mitu-fue-el-infierno) y no puedo más que sentir un déjà vu: otra vez un ejército sin capacidad de maniobra, otra vez una población desprotegida, otra vez la delincuencia en superioridad de hombres y de armas, otra vez la población de rehén. Ahora por primera vez en mi historia personal, yo también como rehén.

Y entonces uno se pregunta ¿qué pasó con el ejército que conformara Pastrana? ¿qué pasó con el de las victorias de los gobiernos de Alvaro Uribe? ¿dónde comenzó su declive y cómo hizo para retroceder tanto en la historia? ¿Fueron entonces veinte años perdidos para ese ejército y para Colombia?

También llega a mi memoria el amor del papá de una amiga por Álvaro Uribe luego de que lo liberaran del yugo de las Farc que lo había tenido secuestrado y a la que le tuvo que pagar luego para dejarlo trabajar y una alegría similar a la que sentí cuando un joven conductor de Colanta llegó hasta mi propiedad a recoger la leche inmovilizada, como consecuencia del paro armado, o cuando observé la caravana de vehículos en la vía a Medellín desafiando las amenazas.

Fue el fin de semana pasada la oportunidad para recordar la inmovilización del país por los retenes de los delincuentes de las Farc a principios de siglo y como el gobierno de Uribe y las Fuerzas Militares nos liberaron de ese yugo posteriormente; también para sentir la desesperanza del regreso al pasado y como volvemos a ser rehenes de la delincuencia, como ayer, como los hemos sido desde hace sesenta años.

Como dicen por ahí, el que desconoce la historia está condenado a repetirla: Los colombianos la olvidamos y ahí están las consecuencias.

ANTES DEL FIN

Colombia está mal de dirigentes políticos. Muy mal.

Llegaron las elecciones. Ojalá no nos dejemos llevar por el sectarismo político. Hay tiempo para pensar y analizar la historia del país y predecir el futuro a mediano y largo plazo.

Muy buena producción la telenovela Las Villamizar; a veces, la música, algunas escenas y la presentación, que ahora se hace al final, me recuerdan la serie turca EL Sultán.

“El tiempo pasa y se nos va la vida…” Corre este 2022.

¿CREER?, ¿CREER EN QUÉ O EN QUIÉN?

¿CREER?, ¿CREER EN QUÉ O EN QUIÉN?

Eligio Palacio Roldán

Cuando era niño creía en mis padres, mis hermanos. También en los trabajadores de la finca, en el alcalde del pueblo, los concejales, los maestros, el gobernador y en el presidente de Colombia. En el ejército y la policía (Qué niño de mi edad no soñó con ser uno de ellos). En sacerdotes, obispos y en El Papa.  Creer correspondía a la significación de la RAE de “Tener a alguien por veraz”. Veraz: Que diceusa o profesa siempre la verdad.”

También en un Dios todo poderoso. En las brujas, los duendes, la madre monte. En los espíritus y en el más allá. Creer como “Tener algo por cierto sin conocerlo de manera directa o sin que esté comprobado o demostrado”

En que la tierra era plana y que si se caminaba mucho se llegaría al borde de un precipicio. Creer:Tener algo por verosímil o probable”.

Más tarde creí en la ética y los valores de las gentes y hasta en los políticos y en la justicia.

Creí también en seres de carne y hueso: en el defensor de los Derechos Humanos, Jesús María Valle Jaramillo, asesinado por la ultraderecha; en el más brillante intelectual que he conocido: Carlos Gaviria Díaz, ex candidato a la presidencia de la república por el Polo Democrático (cuando lo conocí, varios años antes, logré una concentración en su discurso inimaginable. Al terminar le dije: usted tiene que ser presidente de Colombia. – Si usted me ayuda lo lograremos, me dijo. No fue así). Más recientemente lo hice en un sacerdote: Ernesto Gómez, ya fallecido.

Con el tiempo ese creer se fue desmoronando con la excepción de la familia y Dios, creo que por incapacidad para asumir la realidad que por otra cosa. Obvio que muchas creencias, como las de brujas, nunca tuvieron fundamento. La teoría de la tierra plana tampoco; pero fue tan difícil hacerme a la idea.

El creer en las instituciones del estado y religiosas, en los sacerdotes y los políticos, sobre la justicia pronto se hizo trizas porque, como dice la canción, Que tiempo tan feliz, “La vida nos daría su lección”.

Y han sido muchas lecciones para mí, para los colombianos, desde el surgimiento del narcotráfico en Colombia, a finales de la década del setenta del siglo pasado, y la implantación de un estilo de vida “traqueto”, donde el afán por vivir con dinero y lujos desbordó la ambición y acabó con principios y valores. Y ese fin de principios y valores acabó con la credibilidad de los supuestos líderes y de la gente del común. Ahora hay que tener en cuenta en los presupuestos de las pequeñas y grandes empresas el dinero destinado a  la corrupción; ahora los alcaldes y concejales, además de su sueldo, cuentan en sus ingresos con el quince por ciento de la coima en los contratos. Ahora “todo el mundo” ajusta su sueldo y si no lo hace es calificado de “guebón”.

La prensa registra una y otra vez escándalos de corrupción, de abusos de poder. Aparecen involucrados gobernantes, políticos, religiosos, militares, miembros de la rama judicial. Bueno todo el mundo. Incluso ella misma.

Mientras tanto, todos los dirigentes de esta Colombia, que parece colapsar en nuestras manos, tratan de demostrar que el otro es el malo: Intrigando, comprando testigos, tendiendo trampas. Pretendiendo que el gobierno de turno fracase como si su fracaso no fuera el de todos nosotros.

¿Creer? ¿Creer en qué o en quién?

ANTES DEL FIN

Esta semana, en el baño (los hombres también hablamos en el baño), un amigo me decía preocupado: ¿Es que yo no entiendo por qué un alcalde se pone a robar si además del sueldo tiene el 15% en los contratos? Bajé la mirada. Me cansé de explicar que eso es corrupción. A las gentes ese porcentaje de soborno les parece normal. Nadie me cree que eso sea corrupción.

En fin, no creo en nada ni nadie… Ni nadie me cree a mí. Así estamos.

COLOMBIA A LA DERECHA FRENTE A LOS ATAQUES DE LAS FARC

COLOMBIA A LA DERECHA FRENTE A LOS ATAQUES DE LAS FARC
Eligio Palacio Roldán

Decíamos en nuestra columna anterior,  LA MAQUINA DE LA VERDAD http://wp.me/p2LJK4-1gg,  “Pastrana y Santos,  que se la han jugado toda por la paz negociada, son percibidos de manera muy distinta por los colombianos, a pesar de ser igualmente ingenuos frente a las Farc, y todo por una posición ligeramente más moderada de la guerrilla y un excelente manejo de medios de comunicación por parte del gobierno actual”.

Esa “moderación” de las Farc terminó con el brutal ataque al ejército, en el departamento del Cauca, en el que fueron asesinados 11 soldados, y el “excelente” manejo de medios de comunicación no pudo contener el dolor y la indignación de los colombianos y la guerrilla devolvió al país, en el tiempo, a la época del Caguán.  Santos ocupa el lugar de Pastrana en el colectivo, en el voz a voz, en el twitter y en los correos electrónicos y Uribe, vuelve,  otra vez, a su lugar, al de Padre de los colombianos. (Ver COLOMBIA HUERFANA http://wp.me/p2LJK4-kz)

Uno se pregunta entonces, ¿por qué las Farc dicen querer llegar a la paz y hacen todo lo posible para que crezca el número de colombianos que la rechaza, el número de colombianos que prefieren una solución armada al conflicto, el número de colombianos que buscan la protección inconsciente de Alvaro Uribe, en teoría el peor enemigo de los insurgentes?.

Una explicación calenturienta indicaría que hay un pacto secreto entre la izquierda y la derecha para sobrevivir y entonces se fortalecen mutuamente. No hay tal, la lógica está en los actos fallidos, “…(también conocido como desliz freudiano) a aquel acto que pone de manifiesto una expresión diferente e incluso contraria a la intención consciente del sujeto”.

En el fondo los líderes de las FARC no quieren renunciar al poder que han tenido en Colombia, en los últimos cincuenta años, poder económico originado en los secuestros, en las “vacunas” y en producción y exportación de la coca, poder militar que le dan su ejército privado y sus armas, poder social sobre las comunidades y cada uno de sus integrantes, y poder político que le brindan su intervención directa en las decisiones de los electores, vía amenaza, y en la política nacional al decidir la elección del presidente de turno. Ya vamos a completar 20 años con presidentes elegidos por su decisión (1998-2018) Pastrana, Uribe y Santos.

Y entonces uno se pregunta: ¿Van a renunciar al poder acumulado y demostrado a cambio de un “puestecito” en el Congreso? ¿A cambio de “una cárcel en Colombia”?  No, no son tontos. No son capaces de un acto de renuncia a lo que ha sido la cristalización de sus deseos, por más de medio siglo.

La verdad no creo en un pacto de paz con las Farc, éste no sería consecuente con su deseo, con su razón de ser y de existir. Tendremos, a lo sumo, una decena de viejitos, cansados, que ven acercarse a la muerte, con grandes concesiones por parte del Estado y, quizás, un expresidente premio Nobel de Paz (aunque se lo va a quitar de las manos Obama) y una guerrilla diseminada en cientos de bandas delincuenciales, en múltiples alianzas con sus antiguos enemigos paramilitares o con los centenares de ejércitos del narcotráfico.

ANTES DEL FIN

Todo parece indicar que Germán Vargas Lleras decidió quitarse el disfraz y ser lo que los colombianos saben ha sido siempre: Uribe II.

Vargas Lleras recorre el camino contrario a Santos, pero con el mismo propósito. De él, a cambio de lo sucedido con el actual mandatario, Colombia sabe que esperar

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