LAS VACAS… EN LOS TIEMPOS DEL CORONAVIRUS IX
Eligio Palacio Roldán
Érase una vez una vaca llamaba Dora, a la que quería mucho. Dora era muy linda pero no rentable: producía poca leche y era difícil que volviera a estar preñada. La decisión… fácil: el degüello. Esa decisión, sin embargo, fue compleja. Me es difícil aceptar la muerte de algún ser y máxime si yo estoy implicado en ella.
En las vacas, la belleza no importa, ésta sucumbe ante la productividad. Primera enseñanza para la vida de las empresas; obviamente no estoy pidiendo que ejecuten a nadie, pero la selección natural debe ser igual a la que se da con los animales. Muy difícil, en esta sociedad de mercado, la belleza vende y sostiene a las gentes en sus cargos, aunque parezca increíble.
El jueves había que trasladar, a Dora, para el lote de ganado en producción con miras a facilitar su embarque. Ella marchó feliz por el camino que conduce a la sala de ordeño, con ansias de degustar el concentrado, sin saber su próximo y triste final. Nadie sabe en la vida que es bueno y que es malo, a Dora le habría convenido continuar en el lote de vacas horras, así viviera en peores condiciones que las que están en producción. “A veces es mejor ser pobre que rico” y en este mundo nunca se sabe si un suceso es bueno o malo, la respuesta solo se encuentra pasados muchos años. El viernes subió alegre al camión que la llevaría al frigorífico, ante la mirada atónita de quienes observábamos. Seguramente esta semana estará alimentando a algunos colombianos.
Puede ver LA VIDA NO VALE NADA… NO VALE NADA LA VIDA https://eligiopalacio.com/2017/11/02/la-vida-no-vale-nada-no-vale-nada-la-vida/
En los tiempos del coronavirus, en el aislamiento, la percepción se agudiza y más si estás en el campo, de cara a la naturaleza. En mi caso, he estado mirando el comportamiento de los seres a mi alrededor; en especial de las vacas: lo primero su triste mirada, su continuo rumiar y la ansiedad que manejan frente a la comida; con una semoviente que descubra un potrero fresco es suficiente para que todas salgan en estampida, es como si se comunicaran solidariamente aunque entre ellas también hay peleas y no solo por el alimento.
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Uno de los momentos más dramáticos en la vida de las vacas es cuando las separan de su cría: hay dolor y rabia manifiestos en sus melancólicos mugidos y en la persecución de su ternero, ya en manos de humanos. Pero, a diferencia de estos, olvidan pronto: transcurrido solo un día, pasan al lado de su cría y no la reconocen. Al que no olvidan y ven con alegría es a quien les brinda alimento; en eso son similares a los niños. Bueno, a todos los humanos: reaccionamos ante el estímulo. Los terneros son mucho más fuertes y despiertos que los bebés al nacer: de una vez caminan y enfrentan su mundo.
A más y mejor alimento más leche. También similares a los hijos, los empleados y en general quienes dependan de otros: dan más de sí mientras más estimulados estén. La única diferencia, quizás, sea la automotivación. O por lo menos, es al único aspecto al que el hombre le puede trabajar desde el interior.
ANTES DEL FIN
Las crisis económicas exacerban los ánimos y generan mayores conflictos. Mucha calma a nivel de los hogares, mucha calma a nivel de la nación. La realidad es cruel y no es el momento para demagogias ni para creerle a los falsos profetas de la religión, la economía y la política. Tampoco para vivir en medio del virus de la corrupción, mucho más violento y letal que el COVID -19.
Este domingo es el día de la madre… “Todos tienen una madre, ninguna como la mía….”. Allá en el cielo.