LA LUCHA CONTRA LA CORRUPCIÓN COMO ESTRATEGIA ELECTORAL
Eligio Palacio Roldán
El martes titulé este escrito como la síntesis de lo que quería decir esta semana y el miércoles me encontré una estupenda columna sobre el mismo tema de Alfonso Gómez Méndez, en el diario El Tiempo: Combatir la corrupción: ¿gancho electoral? https://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/alfonso-gomez-mendez/combatir-la-corrupcion-columna-de-alfonso-gomez-mendez-678405.
La columna hace un recorrido por la historia de la lucha contra la corrupción en Colombia desde Simón Bolívar hasta nuestros días y destaca el fracaso de las diferentes iniciativas para derrotarla y yo agregaría para “Reducirla a las justas proporciones” como dijo alguna vez el presidente de finales de los setenta Julio Cesar Turbay Ayala.
Así como en el caso de los candidatos presidenciales, el tema más recurrente en mis columnas es el de la lucha contra la corrupción (https://eligiopalacio.com/tag/corrupcion/). He dicho que es la herencia de Pablo Escobar y el narcotráfico y hoy toca rectificar porque como lo dice el doctor Gómez Méndez es desde la constitución de la nación; sin embargo, esta se ha ido agravando con el pasar de los años, desde los tiempos de Pablo Escobar, o como dijera yo en alguna de las columnas anteriores, se ha democratizado. Más bien, la corrupción se ha extendido como plaga incontrolable a lo largo y ancho del país.
La pregunta que quería tratar de dilucidar en esta reflexión era: ¿por qué ese deseo de elegir a los que dicen encarnar la batalla contra la corrupción a sabiendas de que no emprenderán ninguna lucha contra ella una vez elegidos, conociendo que han incurrido en hechos de corrupción y de que, nosotros mismos, en la vida diaria, asumimos conductas non sanctas?
Podría pensarse que ese deseo de que un presidente acabe con la corrupción sin ninguna colaboración de nuestra parte obedece a otro de los paradigmas heredados de la moral cristiana: todo depende de un ser superior y yo no tengo que hacer ningún esfuerzo para lograr el objetivo, “es la voluntad de Dios”, de un ser superior; en este caso el presidente de turno.
También es esa doble moral la que nos acecha y que se ejemplariza como nunca en las campañas electorales: el malo es el otro, el corrupto es el otro y por lo tanto hay que derrotarlo y si lo derroto pues las gabelas serán para mí, para mis amigos o para mis seres queridos. Es decir, el egoísmo rampante.
La doble moral que nos caracteriza hace imposible que nos acerquemos a la realidad de lo que ofrecen los candidatos presidenciales y de ellos mismos como posibles gobernantes. No se analiza ni la hoja de vida, ni la trayectoria, ni las ejecutorias de los personajes en disputa por el poder y sin discernimiento nos atrevemos incluso a retar a nuestros pares por ser poseedores de la verdad y encarnar al igual que nuestro candidato la lucha contra la corrupción; obvio, la corrupción de los demás.
ANTES DEL FIN
Las estrategias de los movimientos políticos para acceder al poder en Colombia quedaron al desnudo con las revelaciones de los videos de una de las campañas: fango nauseabundo es el que se esparce sobre Colombia y los colombianos ahí como idiotas útiles.
Si de idiotas útiles vamos a hablar que tal Alejandro Gaviria y pensar que fue rector de la Universidad de los Andes. Con razón estamos como estamos.
Gran producción la serie de televisión Las Villamizar. Las locaciones son tan espectaculares que creo muchos turistas vendrán a Colombia a descubrir esos rincones de la geografía nacional.