LA CASA AZUL

LA CASA AZUL

Eligio Palacio Roldán

Con especial cariño para Piedad Tamayo.

CASA AZUL

Era una casa azul como casi todas las casas azules de los pueblos. Casas de tapias, quizás blancas, mordidas por el tiempo. En el primer piso una decena de puertas para igual número de cuartos, adecuados para el comercio. En el interior un amplio patio de piedras grises, adornado con decenas de bifloras y unas estrechas escaleras de madera que llevaban al segundo piso.

El Viajero caminaba lento. Quienes lo vieron entonaron inconscientemente una hermosa canción de la época: “… tiene la tristeza larga de tanto venir andando…” Y él continuaba su recorrido sin inmutarse. Como siempre.

Al pisar las escalas de madera raída, amarrada con oxidados alambres, se sintió igual que ayer: Temeroso. Recordó esos días de infancia llenos de vértigo cuando visitaba, allí mismo, a su amiga Piedad: Tenía mucho miedo de que las tablas del piso se hundieran a su paso. Incluso, caminaba junto a las paredes buscando de donde asirse, ante la mirada inquisidora de su pequeña y fuerte compañera de esos días. El temor se hacía aún más grande cuando le insinuaban llegar hasta algunos de los balcones que tenían las siete habitaciones: tres hacia la plaza y cuatro sobre la calle lateral.

El Viajero asciende al segundo piso y sus ojos se posan en unas paredes agrietadas. ¡Cada vez más agrietadas¡ Su visión se distorsiona como en una especie de “flashback” y visualiza un largo pasillo poblado de seres de todos los tiempos.  El piso tiembla. Se siente el caer de tejas sobre la calle y el crujir de la madera al quebrarse. El piso se abre y El Viajero cae desde la altura. Siente que vuela junto a las ropas de su madre, ropas de color azul como las puertas de la casa. Ropas que trata de agarrar en el aire sin conseguirlo, ropas de las que se va desprendiendo, sin poder evitarlo, y que van quedando esparcidas por la vegetación de los alrededores, en un contraste verde azul de tierra y cielo.

Dicen que El Viajero desapareció. Muchos afirmaron era un fantasma que trató de alertar sobre el peligro del terremoto del 17 de noviembre de 1979. Sus restos nunca se hallaron, entre los escombros, a pesar de que lo vieron subir a la Casa Azul unos minutos antes de la tragedia.

Muchos no lo recuerdan. Tan solo permanece en el imaginario, del pueblo, la reconstrucción del templo.

IGLESIA

Fotografías: Cortesía Foto Tito

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