EL ALCALDE DE MEDELLÍN

Aníbal Gaviria
EL ALCALDE DE MEDELLÍN
Eligio Palacio Roldán
 
Con el Alcalde de Medellín me pasa algo curioso, mientras sale muy bien calificado en las encuestas, que miden la popularidad de los mandatarios locales, la percepción entre las personas que consulto, excepto sus inmediatos colaboradores, es negativa, me hablan mal de él; aducen que no tiene méritos para estar donde está políticamente, que los Gaviria viven del recuerdo del hermano asesinado por las Farc (Guillermo Gaviria –mayo 5 de 2003), al estilo de la familia de Galán, que es inepto, que la ciudad le quedó grande y que la violencia se apoderó de ella.
 
Digamos que la mayoría de las críticas que le hacen al mandatario local son válidas y, sin embargo, me parece que el alcalde está haciendo bien las cosas y es que no hay mucho que hacer cuando la ciudad está tomada por la delincuencia (MEDELLIN ILEGAL http://wp.me/p2LJK4-UU), no hay mucho que hacer, cuando la ciudad es el refugio de miles de desplazados de Antioquia, Córdoba, Sucre, Chocó y el viejo Caldas; no hay mucho que hacer, si desde los tiempos de Pablo Escobar, hace ya más de 30 años, la ciudad ha sido el centro de operaciones del narcotráfico en Colombia; no hay mucho que hacer, si las empresas emblemáticas de la ciudad, generadoras de empleo, han desaparecido, como consecuencia de un mercado mundial sin mayores controles.
 
La situación de Medellín, no es grave, es gravísima; las bandas delincuenciales tienen el poder en la ciudad, las gentes atemorizadas no denuncian porque sienten que si  lo hacen, quienes reciben sus denuncias, los delatan ante los delincuentes; no hay confianza y, la verdad, los agentes de policía tienen que ser cómplices o tontos, como dicen algunos, es el alcalde, para no controlar las fechorías; y para completar, el panorama, el atraco callejero ha llegado a niveles tan altos que el pánico parece ser la constante, entre los ciudadanos.
 
Y entonces, ¿será que yo soy otro tonto, como dicen algunos amigos, por defender a Gaviria?, puede que sí; pero puede ser, también, que veo una esperanza en la Medellín cultural que vibra y crece en todos los rincones de la ciudad, gracias al apoyo de la alcaldía; que veo una esperanza en los eventos de talla mundial, que generan posibilidades de empleo a hoteleros y empresas de turismo; que veo una esperanza en el apoyo de Empresas Públicas de Medellín a estudiantes de menores recursos; que veo un canal de televisión, Telemedellín, donde al ciudad se mira, se analiza y muestra otras posibilidades de vida más allá del narcotráfico y la delincuencia; que veo a un alcalde comprometido con el futuro de la ciudad, más allá de la cruda realidad que no apremia, un alcalde que  trabaja por el largo plazo, que construye para el futuro.
 
Que el alcalde debiera hacer algo por mejorar la situación de seguridad, claro que sí; pero, cómo derrotar las organizaciones criminales?,  ¿con una guerra donde mueran miles de civiles?; el poder no lo tienen las autoridades, se comparte,  a la fuerza, con los criminales y entonces la mejor herramienta es educar y la verdad, un acuerdo de paz, con esa delincuencia, para que regresen a la vida civil; claro que, para ello, es necesario primero legalizar el tráfico de drogas ilícitas, fuente de su financiación. 
 
A todas estas, ¿estaremos dispuestos a negociar con las bandas delincuenciales; que dominan a Medellín?, ¿a hacerles concesiones?; no lo creo, ni siquiera somos capaces de hacerlo con una guerrilla disminuida como las Farc.  Vendrán muchos años más de convivencia con la delincuencia y de mandatarios locales con poco que hacer al respecto,  como ha sido la constante desde la década de los ochenta, del siglo pasado.
 
ANTES DEL FIN
Hay formas para que las comunidades salgan de la pobreza, sin acudir a la violencia y al narcotráfico, la Cooperativa Lechera de Antioquia, Colanta,  es una prueba de ello; basta con visitar el norte antioqueño e investigar un poco sobre la realidad de esta región, hace 40 años.
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UN VIAJE EN TRANSMILENIO

UN VIAJE EN TRASMILENIO

Eligio Palacio Roldán

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Aunque viajo con alguna frecuencia a Bogotá nunca había utilizado el servicio de transporte masivo Transmilenio; en esta oportunidad decidí hacerlo, no lo niego, con cierto grado de morbosidad, de la que manejamos los paisas, al compararnos con otras regiones del país.

El ingreso fue en la estación de Puente Aranda, en la calle 13 con carrera 37, mi destino la estación El Portal del Norte en la autopista norte con calle 170; cierto nerviosismo me indujo a llevar la billetera y el celular a los bolsillos delanteros del pantalón, en donde deje también mis manos por largo tiempo hasta cuando pude conseguir un asiento; por unos minutos me sentí en el metro de Medellín, en las horas pico, una fuerza incontrolable me depositó en el vagón del bus en donde me limité a respirar, nada de movimientos. Digo respirar, pero eso no es cierto, no pude hacerlo, un olor a sudor, de dos o tres días de alguien que no se baña, acompañado de desodorante con una fragancia penetrante, me lo impidió.

Miraba de lado a lado con temor, seguramente alguno de mis compañeros de viaje me iba a robar, y como si fuera poco no sabía si me habían subido al vehículo que cumpliera con mi recorrido, no alcancé a leer; llegando al sector de  San Victorino, lugar cargado de viejos, temerosos y amables recuerdos, me di por vencido, traté de bajarme del vehículo, para tomar un taxi, pero una multitud me llevó de nuevo al interior del vagón y me precipitó sobre el coche de un bebé que comenzaba a llorar; allí, muy estrecho, poniendo un pie sobre el otro, encontré un refugio hasta la altura de la calle 42 cuando entre el tumulto, no sé cómo, ingresó un señor arrastrando un nuevo coche: Este es el lugar de los bebés, me dijo;  yo sin saber cómo, me volví a acomodar.

Una mujer, de unos cincuenta años de edad, demacrada, que viste pobre, relata como la policía la dejó subir al vehículo y como los pasajeros “víctimas del egoísmo que carcome la sociedad” seguramente, no le prestará atención, para concluir pidiendo limosna para una niña recién accidentada.

Por fin encuentro donde sentarme, minutos antes había podido mover un poco mis pies cansados, estaba a la altura de la calle 63, junto al parque de la iglesia de Lourdes, también cargado de recuerdos tan lejanos y tan presentes, en este transcurrir por la vida sin tiempo; era el momento para revisar mensajes en el celular y visitas a www.eligiopalacio.com; la alegría duro poco, volvieron los infinitos minutos sin respiración, un hombre de unos treinta años de edad dormía de pie, a mi lado, con un guayabo de muchos días, concentrado en un olor penetrante a alcohol, y otra vez, si otra vez, a sudor de varios días; la falta de aire continuó hasta la estación de la calle 100.

Otra persona, un hombre, exponía esta vez sus miserias ante un público ausente, la mayoría dormido; hablaba de la falta de trabajo y de la imposibilidad, también,  de acceder a algún servicio de salud. Un hombre  bastante mayor trata de abandonar el vehículo a la altura de la calle 142, lleva una caja de aguacates, bastante apetitosos, que le impide salir, atropella varias personas a su paso.

Alguien, que usa muletas, ingresa en una estación, ya no me interesa saber cuál, me siento cansado, pisa, con una de ellas, a una señora que grita adolorida.

En un estado semidormido, el ideal para mí, escucho que el viaje terminó; bajo aceleradamente, la tortura concluye; un cúmulo de basura y un olor penetrante a orina me recibe.

 ANTES DEL FIN

Transmilenio es un excelente medio de transporte, muy similar al metro de Medellín, un acierto de Enrique Peñalosa que no se ha reconocido suficientemente en Colombia; sus problemas, los mismos del metro, la oferta es mucho menor que la demanda; algo a imitar del metro,  la prohibición de utilizarlo para mendigar,  llevar grandes paquetes o cajas, acceder al servicio ebrio e invertir muchos esfuerzos en cultura ciudadana para evitar las basuras y sobre todo (no pretendo ofender) para que los bogotanos se bañen.

¿ASUSTA LA CORRUPCIÓN ESPAÑOLA?

¿REFLEXIONES PERSONALES?
(V.3)

Pedro

¿Asusta la corrupción española?

¿La corrupción está insertada en la sociedad española, formando parte de su cultura?

Este es un lema socio-cultural arraigado en la ciudadanía española:
“El que no aprovecha las oportunidades que blinda la política, sus instituciones, los sectores productivos de la sociedad y el contacto diario de los ciudadanos, está haciendo el tonto”.

Sociología de la corrupción
El fenómeno de la corrupción universal, viene dado por el abuso de poder, público o privado, del dominante sobre el dominado, chocando frontalmente con las virtudes cívicas. Se opone a la igualdad, a la justicia, al respeto a la ley y a la solidaridad, denotando una clara falta de valores. La deteriorada educación como principio, los valores individuales y la visión sobre el acontecer en la “calle” como final, son elementos que junto a la voluntad popular, instigan a la corrupción y, consecuentemente, al deterioro de la civilidad. Los modelos de comportamiento se han transmitido de, uno en uno, de boca en boca, para terminar imponiéndose a la ética. El individualismo acaba sobreponiéndose a la solidaridad, “lo mío frente a lo nuestro”. La competitividad anula la colaboración e impone su principio de vencer al oponente “sea como sea y a consta de todo”. Utilizando la Teoría de los Juegos, “es un juego de suma cero”, o lo que es lo mismo, “un jugador se beneficia siempre a expensas de otro/s.
Libertad e igualdad son dos virtudes que articulan la ética. Ya Montesquieu, en “el espíritu de las leyes”, se refería al amor a la igualdad y la defensa de la libertad como, “la virtud misma”, considerándoseles como las piedras angulares de la “convivencia democrática”. En las últimas décadas del siglo XX, se vio una corriente antitética a la cooperación, colaboración y lo colectivo. Este conflicto entre libertad e igualdad, competitividad y colaboración, planteado inicialmente como un debate de ideas, ha traspasado los límites de la teoría, convirtiéndose en una confrontación política-ética, eliminando la dignidad humana.
Las posiciones antagónicas defendidas por, “John Rawls y Robert Nozick”, son un claro ejemplo de lo anterior. Para Rawls, el objetivo de la justicia es la asignación equitativa de los derechos y deberes, de los beneficios y las cargas de la vida en un esquema de cooperación. Su principio básico, “los bienes sociales, libertades y oportunidades, ingresos y riquezas y las bases de la autoestima, han de ser distribuidos de forma igualitaria, a menos que alguno de ellos redunde en una ventaja de los menos favorecidos”. La función del estado sería, recomponer la justicia, redistribuir los bienes sociales favoreciendo a los más necesitados. ¿Cómo puede hacerse?, ¡a través de los impuestos!, estos financiarían, la educación, la sanidad y la justicia, universales y gratuitas. El objetivo final es conseguir una sociedad equitativa e igualitaria. Por contra Nozick, defiende en su teoría “el carácter de desafío a la sensibilidad social, el único criterio que debe regir en la posición individual es la meritocracia. Apoya la justicia retributiva, rechaza la justicia redistributiva y no cree en la igualdad social, por lo que no apoya la intervención del estado ni la solidaridad con los demás, considerándolo como injerencia inadmisible en los derechos individuales, aceptando la intervención gubernamental solo en los aspectos de robo, violencia y fraude, es decir, el “estado mínimo”.

Poder Legislativo
La legislación que emana del pueblo y se dicta y promulga en las Cámaras de su representación, tiene que dotar al poder legislativo (los jueces) de una completa independencia del poder político. El ministerio de justicia sobra en un poder político, debería de ser un órgano funcionarial/administrativo dependiente del poder legislativo.
En relación a la justicia social y su legislación, han existido y existen regulaciones legislativas en el mundo que han obligado a la ciudadanía a la denominada “desobediencia civil”. No obstante de existir legislación muy clara en muy diversas materias, por ejemplo, “las leyes que regían la República Sudafricana y consagraron el “apartheid”, ¿merecían respeto?, o lo merecían “las leyes aprobadas por el régimen nacionalsocialista en la ciudad alemana de Nüremberg contra los judíos”, han sido multitud las leyes nacionales e internacionales que han obligado, temprano o tarde, a la ciudadanía a su desobediencia. Cualquier legislación que viola los derechos fundamentales de sus ciudadanos y de su dignidad humana, “no merece respecto” y el poder legislativo tiene la misión estricta de acabar con ello. El “Estado del Derecho” es una construcción viva y activa, un resultado histórico que tiene sus raíces en la Europa de la Ilustración, y que posteriormente en el siglo XVIII, pensadores como, Denis Diderot y Jean Le Rod D’Alembert, pretendieron educar a la sociedad, porque una sociedad culta que piensa por si misma era la mejor forma de evitar el absolutismo y la dictadura. También es, una conquista de individuos y grupos sociales frente al “poder absoluto”, quien arrebata las parcelas de poder a los primeros, ignorando que las garantías, derechos y libertades forman parte de los derechos fundamentales y éticos de los seres humanos. El Estado del Derecho, supone una separación de poderes real, sin mandamientos políticos de unos sobre otros, siendo también el sometimiento de todos los poderes públicos al imperio de la ley, no la promulgación legislativa más o menos arbitraria del gobierno de turno que controla los pilares de la justicia.

Situación actual de la corrupción española
La apreciación cultural de corruptela, constatada e inherente en la clase política española, también lo es en la clase social española, formando parte de sus entrañas, tejiendo una telaraña entorno a la sociedad que impregna las actuaciones diarias de sus ciudadanos y creando un circulo actuarial entre políticos y sociedad, al identificarse esta con sus políticos corruptos, llegando a votar su continuidad en siguientes convocatorias electorales, cuando en cualquier país europeo “esos políticos estarían muertos para la práctica política”. A su vez, la clase política ha profesionalizado sus actuaciones, creando miles de puestos, “libre designación, oposiciones dirigidas, y posiblemente adjudicadas de antemano, consejeros, etc., o colmando de privilegios a los “lobby”, como las eléctricas, gasistas, constructoras, banca, petroleras y empresas del Ibex-35”, son los llamados “estómagos agradecidos”, que han conseguido instaurarse en el servilismo y que posteriormente recogerán los despojos políticos. Han contagiado sus actuaciones a los sistemas productivos del país, públicos y privados, funcionarial y empresarial, por lo que, el que no roba o no es corrupto “a su manera”, está perdiendo las oportunidades que le blinda el sistema.
En la sociedad actual existe el “Homo economicus, frente al Homo eticus”, importa más lo que se tiene que lo que se es, lo accidental que lo esencial, el coche, la casa, ropa, zapatillas, el ¿qué dirán? o las impresiones que tendrán sobre mí, el denominado “marujeo”, etc., todo ello les ha dirigido hacia la sociedad de consumo y a los aspectos superfluos de la vida individual, “nada de ello podrá ser legado a los demás, morirá con nosotros”, por el contrario forma parte del germen de la corrupción.
La sociedad pública y privada no ha fomentado las bases para eliminar la “cultura choricera”, creando una cultura diferente para la vida de sus ciudadanos, basada en los valores individuales y solidarios con los demás y entre sus diferentes pueblos.
Uno a uno, detalle a detalle, la sociedad y su clase política, ha ido creando un círculo que se cierra con la llegada nuevamente a la clase política de más alto nivel, lo que se denomina como “corrupción programada y socio-culturalmente aceptada”.
Aquí confluye una antropología social global, que lejos de modificarse en el tiempo, ha multiplicado sus objetivos hasta fundirse con los principios básicos de la “corrupción”, conduciendo a la sociedad hacia una lacra destructiva de su propia convivencia. El mandato del pueblo es muy lento en su aplicación, pero debemos de considerar que si la clase política, sus representantes, no son capaces de eliminar esta lacra social, la ciudadanía con su carácter de pueblo llano y siempre con mayoría sobre la clase dominante, adoptará otras decisiones que pudieran ir contra esa clase política.

Historia de la corrupción española
Los antecedentes histórico-culturales españoles sobre la corrupción pública y privada, vienen de muy antaño.
Por no remontarnos a épocas remotas, iniciaremos el recorrido de la “corrupción pública”, por las llamadas “Cuentas del Gran Capitán”, expresión que quedó en el acerbo español como sinónimo de “despilfarro y corrupción”. Hacía referencia a la respuesta que Gonzalo Fernández de Córdoba, jefe militar en la campaña italiana del Rey Fernando el Católico, dio a este al ser interpelado por los gastos de la campaña, “entre picos, palas y azadones han sido 100 millones”. Las “expediciones de Hernán Cortes y Francisco Pizarro”, fueron perseguidas por la Corona, igualmente por despilfarro y corrupción. La corrupción en España estuvo identificada por la figura del “Valido”, una figura que surge con la monarquía hispánica durante el reinado de la Casa de Austria. Se trataba de un miembro de la nobleza en la que el Rey depositaba su confianza en materia de política y administración, hoy día podríamos equipararla a la figura del “Jefe del Gobierno”. Nombres como, Francisco de los Cobos, Antonio Pérez, el Duque de Lerma o el Conde-Duque de Olivares, fueron algunos de los más conocidos, todos ellos se vieron envueltos en escándalos de corrupción y acusados por excesivo enriquecimiento. Otra manifestación de la corrupción pública española fue el “caciquismo” tan arraigado en España durante siglos. A modo de ejemplo, baste citar un fenómeno endémico español, el artículo celebre del semanario satírico “Gedeón”, durante el año 1897, donde cada región española contaba con su cacique, fotografiándose la imagen del mismo sobre el mapa de España y colocando en el margen izquierdo su nombre y población.
En cuanto a la “corrupción privada”, la “picaresca” es una de esas palabras específicas de la lengua castellana. Se refería a la actividad del pícaro, llámese Lázaro de Tormes, o Guzmán de Alfarache, el Buscón Don Pablo o Estebanillo Gonzalez, personajes cuya forma de vida se definía como “aprovechada y tramposa” y que dieron lugar a todo un género literario, “la novela picaresca”.
De igual manera podríamos referirnos al fenómeno del “estraperlo” o al denominado como “economía sumergida”, dándose la circunstancia de que este último golpea más duramente en la comunidades autónomas más desfavorecidas.
Parece indiscutible, que la corrupción en España, ha sido una constante en su historia, formando parte del entorno socio-cultural de los españoles. Otra pregunta sería, ¿Qué ocurre en otros países como, Francia, Alemania, Gran Bretaña o Italia?, la respuesta es clara, “allí también ha existido y existe corrupción”. ¿Cuál es la singularidad del caso español?, la respuesta está en dos aspectos, “la extensión del fenómeno y la insuficiente respuesta política, judicial y social”. Por otra parte, en España no ha existido ni existe “una educación en virtudes públicas”, el único intento para incorporarla fue la asignatura llamada “educación para la ciudadanía”, cuyo fracaso fue atribuido a la acusación realizada por la Jerarquía Católica española, que la denominó como, “vehículo de adoctrinamiento sectario”. El único interés de esta “Jerarquía” fue imponer su doctrina católica en las aulas, frente a la “civilidad”.
Otro antecedente más cercano sobre la corrupción española está basado en el “Franquismo sociológico”, que representaba en sí mismo la “corrupción”. Aspectos que convivían con la vida pública y privada de los ciudadanos como, el enchufe, el favoritismo funcionarial, el trueque de bienes bordeando la ley, el descuento, la comisión, la falta de profesionalización, la falta de ética, la confianza exclusiva en el amigo, conocido y/o familiar, denominado “amiguismo y clientelismo”, la preferencia a la aceptación de los demás antes de ser rechazados, ignorancia hacia los conceptos públicos y solidarios, “lo mío lo cuido yo y lo público que lo cuiden otros”, todos ellos y muchos más conceptos han conseguido a lo largo de los años mercantilizar la vida ciudadana española, asentándose en los principios culturales y sociales de la población e introduciendo el germen de la corrupción, “el que no percibe algo a cambio de…….…, no roba, o no es corrupto, es porque no tiene posibilidades”.
En la cultura ética española actual existe una hipertrofia de los derechos y una atrofia de los deberes y responsabilidades. Al haber convivido muchos años en un “régimen dictatorial” en el que los derechos y libertades estaban muy limitados, se ha vivido una explosión reivindicativa de estos, un claro ejemplo es la Constitución de 1978, incorporando un catálogo extenso sobre ello. Olvidándose de los deberes y responsabilidades individuales y con la sociedad, se ha educado en la reivindicación y no en la dignidad individual y colectiva. Se ha entendido los deberes como “abstención de hacer algo”, denominados “deberes negativos”, es necesario recuperar el concepto de “deberes positivos”, es decir, los deberes en el contexto del “estado social del derecho”, o lo que es lo mismo, “aquellos, cuyos contenido es una acción de asistencia al prójimo que requiere un sacrificio trivial y cuya existencia no depende de la identidad del obligado ni de la del/los destinatario(s) , no siendo tampoco el resultado de algún tipo de relación contractual previa”.

Encuestas españolas sobre la corrupción
En relación con las encuestas sobre la corrupción, aunque muy diversas y cuanto más cercanas al poder político menos creíbles, ponemos un ejemplo, la realizada por el CIS en dic/2010, donde se reflejaban unos datos alarmantes, dado que el 79,2% de los ciudadanos encuestados afirmaron que “la corrupción está muy extendida entre los políticos”, un 27,3% por encima de la realizada por estos mismos en el año 2007.
En el año 2014, los medios de comunicación indican que este mismo porcentaje supera el 85%. La Unión Europea, mediante los Eurobarómetros, opina que llega al 83%. Y, muy importante, aproximadamente un 72% no denunciaría la corrupción, porque están convencidos de que “no vale para nada la denuncia”. En el barómetro del CIS de marzo-2014, el primer problema para los españoles es el paro con un 82,3% y el segundo la corrupción con un 43%, habiendo subido esta 6 puntos desde el pasado año 2013. Las conexiones de los distintos gobiernos españoles, autonómicos y locales con el “ladrillo”, enumeran un sinfín de actuaciones urbanísticas que han favorecido al “gran capital”, constructoras, banca y empresas, mediante el acercamiento a cada uno de los ediles, concejales, diputados, etc. Los juzgados están repletos de expedientes que imputan a políticos estatales, empresarios, alcaldes y concejales, llegando a inculpar a partidos políticos. Los procesos tardarán años en aclararse, la propia justicia está dirigida desde la política, mediante el nombramiento de los componentes de los altos tribunales y la prebenda con que gozan los políticos “aforados” (solo pueden juzgarlos, con la aprobación de la Cámara y por tribunales distintos a los que juzgan al resto de ciudadanos, al igual que ocurre con los miembros de esos tribunales). Datos estadísticos recogidos del estudio de Manuel Villora (Univ.Rey D.Juan Carlos) y Fernando Jiménez (Univ. de Murcia).
¿Qué se puede hacer para reducir este germen de corrupción socio-cultural?
Los primeros pasos, tendrían que llegar de mano de la clase política. Un acuerdo global de toda la clase política, modificando las bases políticas españolas, es decir, “la constitución española”, en todos sus términos, dotándola de verdaderos instrumentos solidarios y analizando el entramado político en su conjunto hasta conseguir reducir Instituciones públicas y la elevada carga de políticos electos, homogenizándola a la media mundial por habitante. La renovación de los cargos electos debería ser por mitades y no coincidentes en ninguna de sus tipologías electorales (estatal, autonómica y municipal) siempre en fechas diferentes. De igual forma, sería necesario otro análisis por ministerios, autonomías, diputaciones, concejalías, etc., etc., destinado a conseguir la homogenización en este caso, funcionarial y administrativa con la media mundial/habitante. La obligación moral del/la político/a y de su programa, pasaría por ser elegido/a en “listas abiertas” y exigiendo la ciudadanía el cumplimiento estricto de sus promesas electorales, de lo contrario él/la y su partido serían arrojados de la escena política inmediatamente, sin esperar a próximas convocatorias electorales.
Los segundos pasos, supondrían la instauración de nueva “legislación social”, donde “el que la joda, la pague siempre”, dotando a los poderes legislativos “no dominados por la clase política” siendo completamente independientes y profesionales, y donde la detección de algún miembro sujeto a los ideales de un partido político sería justificación suficiente para su eliminación de este poder. Dado que se trataría de un poder judicial independiente, tendrían que depurarse sus componentes actuales con limpieza democrática.
Sin entrar en más detalles legislativos, cuando la primera deriva de la corrupción es la “vulneración del principio de legalidad”, cuando en la calle existe un clamor social de “no nos representan”, algo existe en esa “Constitución” que tiene que ser modificado.
Por último, llegaríamos a la modificación cultural que supone la “educación y sus enseñanzas” desde la “primaria hasta el grado”, dotándola de clara temática socio-cultural encaminada a la sustitución cultural de los males endémicos anteriormente mencionados, basada en los valores individuales y en la solidaridad.
Recuperar la “civilidad”, es esencial y pasa por un contexto educativo global. Cuando en las conversaciones emanan los gritos, la intolerancia, el desasosiego, cuando no existe respeto mutuo, la descalificación impera por doquier, todo ello ocurre hoy en los debates de los ciudadanos en la “calle” y en los debates de la “clase política” en sus diversos hemiciclos. Globalizadamente y en general, significa que se han perdido las formas y que las relaciones interpersonales han desaparecido, teniendo que recuperarse por vía de la enseñanza de la “educación”.

EXPERIENCIA AMERICANA DE CAMBIO SOCIAL FRENTE A LA CORRUPCIÓN
La experiencia en la corrupción y en la legislación de otros países resulta ilustrativa. Por ejemplo, entre finales del siglo XIX y principios del XX muchas ciudades de Estados Unidos presentaban unos niveles de politización y corrupción tan estratosféricos como los reflejados en la película “Gangs of New York”, donde el gobierno de la ciudad aparece capturado por redes clientelares e incluso criminales. Varios años después, la extensa politización de las administraciones públicas y, de su mano, la corrupción, descendió de forma drástica gracias a reformas institucionales como la sustitución del tipo de gobierno strong-mayor (este es el tipo de gobierno local dominante en España, en el cual un solo cargo electo, el alcalde y su mayoría de gobierno, acumula mucho poder. Este sistema llega hasta la más alta esfera de gobierno autonómico y estatal español) por el denominado city-manager. En esta nueva forma de gobierno, los cargos electos retienen la capacidad legislativa, pero el poder ejecutivo pasa a manos de un directivo profesional nombrado por una mayoría cualificada de concejales y por un periodo de tiempo no coincidente con el ciclo electoral, reduciendo así el grado de dependencia política. Los cambios se iniciaron en la política local, llegando y abarcando la política global del país. Aunque la cultura americana no es el mejor ejemplo para nuestra sociedad, sí que lo fue la eliminación de este fenómeno de corrupción, costó años conseguirlo, pero se minimizó la corrupción aberrante que, igualmente llegó a dominar el panorama cultural de los ciudadanos.

¡LA CORRUPCIÓN ESPAÑOLA ASUSTA, SIENDO NECESARIAS ACTUACIONES URGENTES!
El fenómeno de la corrupción española no tiene su preocupación máxima en su extensión global y generalizada, ¡que lo tiene!, más bien está centrado en la “indiferencia ética que el fenómeno representa para los españoles”.
La corrupción es una de las circunstancias por las que cae el “bipartidismo español”, acentuándose otras opciones políticas que estaban ausentes en el panorama político español en pasadas convocatorias electorales.

Ya Ortega y Gasset, decía:

“hay que inyectar en nuestra raza la moralidad social, es la cuestión moral española”

NOTA:
Este documento forma parte de diversas REFLEXIONES personales de varios españoles acerca de la corrupción española, entre las que sobresale el artículo de Jose Luis del Hierro, Prof. Emérito de la UCM, habiendo sido todas ellas recopiladas en este documento. Por otra parte, este documento es ABIERTO, y al que pueden añadirse otras tantas opiniones encaminadas a ilustrar el fenómeno socio-cultural español sobre la “corrupción”.
Aquí se intenta representar, “donde estamos” y “como lo cambiamos”.
Cuanto más tardemos en comenzar los cambios sociales, peor estaremos y más tiempo nos costará abordar los cambios estructurales para erradicar en España la cultura del “pelotazo y la corrupción socio-cultural de los españoles y sus políticos”.

EL GOBERNADOR DE ANTIOQUIA

EL GOBERNADOR DE ANTIOQUIA

Eligio Palacio Roldán

Hay personas que me caen mal, en especial las que considero vanidosas y prepotentes; una de ellas, es Sergio Fajardo, actual gobernador de Antioquia.

Conocí a Fajardo en el año 1998, cuando hacía prácticas en Caracol Radio; me enviaron a cubrir una especie de entrevista suya, con Telemedellín, su discurso era interesante, hablaba de paz, pero me pareció tan vanidoso; lo recuerdo arreglándose sus bucles para quedar bien ante las cámaras y un excesivo movimiento de manos que me mortificaron; también su expresa prepotencia; sentí se creía un semi Dios, en medio de ignorantes.

Lo volví a ver, otro día, de candidato, saludando desconocidos en la Avenida El Poblado de Medellín, en un gesto que me pareció absurdo, tanto que me negué a estrecharle su mano; después en una reunión, con El Club de la Prensa, en el edificio de la alcaldía y más luego en el barrio Carlos E Restrepo; allí fue él quien me dejó con la mano extendida, era alcalde.

Nunca he votado por él,  siempre me pareció que su única apuesta era la de los políticos del siglo XXI, los falsos positivos, difundidos frenéticamente por los medios de comunicación, pero esta percepción ha comenzado a cambiar.

Hace muchos años, 32 para ser preciso, viajo cada ocho días a Entrerríos-Antioquia y nunca había visto la carretera en tan buen estado, con un excelente mantenimiento; lo mismo me ocurre con otras vías del departamento, como se dice popularmente: esa platica no se perdió.

Y si por el lado de las vías de comunicación las cosas marchan muy bien, por el de la educación van mucho mejor; nunca, tampoco, se había vivido en Antioquia el fervor por el saber: las Olimpiadas del Conocimiento se convirtieron en una sana competencia que estimula el intelecto, de alumnos de bachillerato y de toda la comunidad en general, se compite con alegría por algo bueno; se compite dejando atrás la violencia, la cultura traqueta sembrada a lo largo y ancho del departamento,  privilegiando el conocimiento sobre el dinero fácil, el ser sobre el parecer; Teleantioquia cumple aquí un excelente papel al transmitir el evento.

Al igual que las Olimpiadas del Saber, los 80 Parques Educativos, que se construyen en igual número de municipios de Antioquia, son motivo de orgullo para los habitantes de las localidades y seguramente serán los nuevos centros de convergencia de la niñez y la juventud de nuestros pueblos; algo similar a lo que ocurre con la Biblioteca España en Santo Domingo Savio y con las demás de la red Bibliotecas de Bibliotecas de Medellín. Estos parques generarán oportunidades de crecimiento intelectual y espiritual para  las comunidades, Vigía del Fuerte, Titiribí, Tarso y Támesis ya viven el futuro en el presente.

El buen estado de las vías terrestres y el trabajo de la gobernación de Antioquia por la educación, liderados por Sergio Fajardo, mucho más allá de un titular de prensa, de una manera tangible, alejada de cualquier atisbo de Falsos Positivos, permiten concluir que ese es el camino y, entonces, ¿cómo no apoyar a quién ha encontrado el camino?.

Si, con lo mal que me cae, con lo prepotente y vanidoso que me parece; no me queda otra alternativa que apoyar a Fajardo en cualquier aspiración que tenga; no apoyarlo sería perder una gran esperanza´,  para una comunidad que merece y tiene que salir adelante, de esta gran tragedia que es nuestra historia.

ANTES DEL FIN

Algo similar a lo que hace Sergio Fajardo en Antioquia, lo hace Anibal Gaviria en Medellín; excelente su apuesta por la cultura, la educación y la no violencia; este es otro gobernante que encontró el camino y que merece todo nuestro apoyo, a pesar de la violencia y el narcotráfico que tienen sitiada la ciudad; solo apostándole a la educación la ciudad será habitada por otra sociedad.

¿Y QUIÉN ES EL(LA)?*

¿Y QUIÉN ES EL(LA)?*
Eligio Palacio Roldán

La pequeña casa, separada del ala izquierda de la casa grande, siempre se pintó de café. De café también se vistió quien la habitaba. Al mirarla era inevitable entonar la antigua canción “Ya no vive nadie en ella…”, pero si vivía alguien.  “Se cerraron para siempre sus ventanas…”.  Entrada la noche, se abría la puerta para dar paso a una figura estilizada que, con altivez, recorría las calles buscando siempre los lugares oscuros.

La rutina era la misma: ocultándose tras su sombrero, visitaba la tienda de don Everardo, compraba  algunos víveres, que despertaban la curiosidad de más de uno, y sobre los cuales  el obeso y simpático hombre guardó siempre silencio. Regresaba a la casa.

Después una luz, que se adivinaba mortecina, filtrándose por las hendijas de la puerta y las ventanas, algún ruido de cubiertos y luego nada. Nada hasta, la media noche, cuando la puerta se habría de nuevo.

Algunos decían que las puertas se abrían para dar paso a las ánimas. Afirmaban que quien habitaba ese misterioso lugar tenía pactos con los muertos; otros juraban no eran muertos quienes cruzaban aquella puerta, que eran hombres buscando amor. Algunas veces se escucharon gemidos.

Tan misterioso como el lugar, era el origen de quien lo habitaba. Doña Rosa contaba que provenía de una de las familias más adineradas del pueblo, pero que era una deshonra. Por ello, había sido enviado a la ciudad. Pasados los años, con sus padres muertos,  le había invadido la soledad y había regresado. Sin embargo, el aislamiento aquí era mucho mayor. Incluso, se cuenta que, a su paso por las calles lo precedían cierres de puertas que dejaban a salvo a los niños.

Pasados algunos años, el extraño ser, tuvo problemas económicos, se dijo aguantaba hambre. En los ratos de vigilia aprendió a descubrir el más mínimo olor que se escapaba de las ollas, de las cocinas de los vecinos.

Fue don Everardo quien le propuso el osado concurso: quien descubriera su sexo recibiría cinco pesos de premio, las boletas costarían 50 centavos.

El pánico se apoderó de los hombres del pueblo, la curiosidad de las mujeres. Las boletas “se vendieron como arroz”. Dicen que, en las noches se escucharon, súplicas y amenazas, también sonidos de monedas al caer, algunas de las cuales rodaron por las escalas hasta perderse en la calle…

Todo estaba listo, ese día de octubre: una improvisada tarima, bajo el frondoso pino del parque, las ansiosas mujeres y algunos hombres curiosos. La mayoría ausentes. El ambiente cubierto de un tenue amarillo  que dejaban los últimos rayos del sol y don Everardo vendiendo las pocas boletas, de la rifa, que quedaban…

Un niño interrumpió la esperada ceremonia: Por las escalas, de la misteriosa casa, corría sangre…

Y aquél ser quedó para siempre en el imaginario del pueblo. Que era un hombre, decían unos; que era una mujer, decían otros; que era una mujer en el cuerpo de un hombre,

*Con especial dedicación a @prensapaisa

¿CUÁL PAZ?

¿CUÁL PAZ?
Eligio Palacio Roldán

Desde cuando era una colonia española, o quizás mucho antes, los habitantes del territorio que ocupa, hoy, Colombia buscaron infructuosamente la paz; para ello, intentaron todos los métodos, desde los más violentos hasta los más pacíficos.

Hace más de treinta años, por allá a comienzos de la década del ochenta del siglo pasado, el Presidente Belisario Betancur y su blanca paloma, se convirtieron en ícono de la Paz, desde entonces, ese tema es obligado para candidatos y presidentes en ejercicio; pero, ¿qué es la paz? La Real Academia de la Lengua Española la define, entre otros, como “pública tranquilidad y quietud de los Estados, en contraposición a la guerra o a la turbulencia”.

El presidente Santos, hijo político de Andres Pastrana y Alvaro Uribe, ha seguido de manera alterna las dos estrategias de sus predecesores para lograr la paz: Fuerza y Dialogo,  y la verdad, estoy seguro, ni la una ni la otra darán los resultados esperados, ya la historia lo ha demostrado y en el supuesto caso de que se firmara la paz, poco o nada cambiaría a nuestro alrededor.

Es bien sabido que, en últimas, los únicos beneficiados en los acuerdos con el estado son los líderes de las bandas criminales, el resto de sus integrantes terminan conformando o fusionándose con otras organizaciones delincuenciales, donde continuaron haciendo sus fechorías;  ¿Dónde fueron a parar los subalternos de Escobar, donde los de los paramilitares, dónde los de los diferentes carteles de la droga?

Al concluir la semana anterior, se conocieron algunos puntos del acuerdo preliminar entre el gobierno colombiano y las Farc, en el marco de las negociaciones de paz en La Habana, Cuba: que la guerrilla reconoce la soberanía del estado y se somete a la ley, y que el Gobierno la reconoce como un proyecto político que puede impulsarse por medios democráticos; una reforma rural integral, para hacer justicia con los sectores campesinos excluidos y los territorios atrasados;  y la reformulación de la política contra las drogas que incluya, además de la lucha tradicional  contra el crimen organizado, la generación de  oportunidades de desarrollo para los cultivadores y la erradicación voluntaria de cultivos; puro sentido común, diría uno, y, si es puro sentido común ¿por qué no lo han aplicado antes?, y, ¿por qué si lo van a cumplir en el futuro?, y, entonces, habrá llegado la hora en que Colombia y los colombiano nos descompliquemos y podamos caminar por la vida con “pública tranquilidad”, no lo creo; y no lo creo por las evidencias que nos atormentan: el narcotráfico y la minería ilegal creciendo e imponiéndose como única alternativa de sobrevivencia; nuestras ciudades tomadas por la delincuencia que se erige como ama y señora de las organizaciones sociales y económicas de los colombianos, como un paraestado, y nuestros dirigentes untados hasta el cuello de la podredumbre que emerge de la misma delincuencia y de la corrupción pública y privada.

 ¿Podrá lograr la paz un país donde las ideas son sacrificadas ante los intereses particulares, donde los dirigentes dan muestras diarias de intolerancia, donde, a diario, se delinean estrategias, sin ningún escrúpulo, para derrotar al enemigo político de turno, donde es imposible distinguir entre la bondad y la maldad, donde la única herramienta de convencer es el engaño y donde sus principales líderes son los mejores exponentes de la degradación descrita?, no lo creo.

¿Podrá lograr la paz un país, donde reina la impunidad, donde gran parte de quienes administran justicia se confunden con los delincuentes, donde sus habitantes no pueden contar con una cárcel digna para rehabilitarse, donde la salud y la educación son un privilegio para quienes cuentan con dinero obtenido de manera lícita o ilícita?, no lo creo.

 ANTES DEL FIN

Samper es objeto de varios titulares de prensa en el día de hoy, dicen que el expresidente relaciona crimen de un diputado venezolano con paramilitares colombianos; el hombre se mueve como pez en el agua en las esferas del poder político en Colombia y en Latinoamérica; a la dirigencia de este continente no le importa que su presidencia haya sido fruto del dinero del narcotráfico; ¿qué mensaje nos están dando?, ¿qué vale la pena entregar el alma al diablo?

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