Los viajes son oportunidades para aprender imágenes, paisajes, olores, sabores, colores, maneras de ser, de hablar, de ver; de encontrar similitudes y diferencias con lo ya conocido y de sentirse aceptado o rechazado por extraños…
En un reciente viaje a Argentina experimenté tres situaciones sobre Colombia, con gentes de diferentes países latinoamericanos: una, el aprecio por los colombianos; dos, la mala imagen de Alvaro Uribe, como mandatario de ultraderecha y el desconocimiento de Juan Manuel Santos (el presidente sigue siendo Uribe); y tres, la simpatía que despertamos los oriundos de Medellín, por obra y gracia de Pablo Escobar y el éxito de su historia en la televisión, de todo el continente.
Con solo mencionar a Medellín, como ciudad de origen, se presenta en el interlocutor una sonrisita cómplice y un deseo inhibido por preguntar; una vez, entrados en confianza, comienzan los interrogantes: ¿La novela si representa la realidad?, ¿Cómo era la Medellín de la época?, ¿Cómo manejaban el temor?, ¿Si es cierto que Escobar ayudaba a los pobres?, ¿Dónde está su tumba?, ¿Qué de él se conserva en al Medellín y en la Colombia de hoy?, ¿Cómo es la situación del narcotráfico en su país?.
Después, vienen las conclusiones:
– El narcotráfico se extiende por toda Latinoamérica como posibilidad de enfrentar la pobreza, y como oportunidad de liberación del imperialismo yanqui.
– Los nuevos ricos, con sus ostentosas fortunas, han transformado la cultura, la arquitectura y la forma de estar en américa latina; también la estética de los mismos seres humanos; la cirugía plástica florece como industria.
– Los gobiernos son impotentes ante el fenómeno del narcotráfico, es poco lo que pueden hacer para enfrentar el problema; muchos han sido permeados por la mafia.
– Las organizaciones criminales han creado ejércitos privados que dominan los territorios y establecen leyes propias, que las comunidades tienen que cumplir, a la fuerza.
– Se impone el pago de impuestos obligatorios (Vacunas), a las organizaciones criminales, por parte del ciudadano del común.
– Son cada vez más frecuentes, en las diferentes ciudades, los “ajustes de cuentas” de la mafia; nace y crece el sicariato como oficio.
– El poder político y económico de las mafias se acrecienta, de la mano de la corrupción, de los diferentes estamentos del poder público.
– Las viejas élites del poder político y económico están viendo cómo se derrumban sus reinos, con la aparición de nuevos ricos, de origen legal e ilegal; se vive una verdadera revolución donde llegan al poder gentes con un origen y una “hoja de vida” impensables hace algunos años.
– La guerra en Colombia, en realidad, no fue contra el narcotráfico sino contra un poder emergente diferente al tradicional.
Analizando estas ideas comunes entre ciudadanos de Argentina, México, Ecuador, Perú, y Colombia, tengo que reafirmarme en mis conceptos sobre la situación de nuestro país: Alvaro Uribe significó y significa el acceso de la una nueva clase social al poder; una clase que emerge con fuerza desde abajo, con riqueza obtenida de forma lícita o ilícita, pero como fruto de muchos sacrificios y riesgos y a pesar del dominio, excluyente, de una clase que nos gobernó por muchos años; y, entonces, coincido con William Ospina, en que Zuluaga es el hombre que representa esa clase y agrego que, como esa clase social es mayoritaria en Colombia, seguramente Oscar Iván será el nuevo presidente y que la izquierda colombiana debiera respaldarlo, por solidaridad de clase, siendo consecuente con su lucha contra el poder tradicional, excluyente. La guerra entre Escobar y el Estado, creo, la continuará ganando, esta vez, Pablo Escobar Gaviria, varios años después de su muerte.
ANTES DEL FIN
Dada la admiración y la intriga que despierta Pablo Escobar, como ícono latinoamericano, es hora de que la ciudad Medellín desarrolle una estrategia de turismo, inspirada en el legendario personaje.