COLOMBIA HUERFANA

COLOMBIA HUERFANA,
Eligio Palacio Roldán

Santos hizo que regresaran los fantasmas que nos asustan, cual niños. Y que Colombia se sintiera huérfana y anhelara ese padre ausente, el único conocido por muchos: Uribe.

Piensan, dicen y predican los sicoanalistas que, desde hace ya varias décadas, estamos en la época del declive y caída de los semblantes del Nombre del Padre. Entendido como el ocaso de la norma, de la ley, de las instituciones, de la familia, entre ellas; para ser reemplazados simbólicamente por un nuevo amo, el mercado, el consumo.

Yo diría que el ocaso del Nombre del Padre fue un evento pasajero y que estamos ante el regreso del amo; o al menos ante una nostalgia inusitada por su presencia; por la presencia de un padre que organice la casa, que fije reglas, que inspire respeto, que ejerza autoridad y que nos defienda de un mundo que parece devorarnos. Bueno, por lo menos a los colombianos y a sus vecinos.

No es casualidad que países hermanos como Colombia y Venezuela aten sus vidas a dos símbolos, por excelencia, del Padre: Chávez y Uribe; Ambos varones autoritarios, dominantes, intransigentes, tercos, llevados de su parecer, tropeleros, inteligentes, protectores, cálidos con sus “hijos”.

En Colombia, a diferencia de otros países, al ocaso de Los Nombres del Padre, se unió la ausencia física de los papás por las secuelas del narcotráfico y de la guerra. ¿Cuántos hijos abandonados tiene este país? ¿Cuántos padres han asesinado la guerrilla, lo paramilitares, las mafias de la droga y los estamentos del estado, en los últimos cincuenta años?, ¿Cuántos huérfanos tiene Colombia? No lo sabemos. No lo sabremos nunca.

Este lunes, comenzando la semana, mientras en twitter mis amigos @maestroperez y @bernardotobon trinaban furiosamente: “Juan Manuel Santos te dejaste ver las pelotas!” y “No más otros 4 años con #JMS, por favor” respectivamente; un taxista me decía que añoraba a Uribe, que desde la llegada de Santos todo estaba peor, que ya no se podía ni transitar por las carreteras, que en Medellín reinaba la extorsión, que las fronteras invisibles le impedían recorrer toda la ciudad, que habían acabado con el café y con los cafeteros, que la economía iba mal, que la guerrilla había vuelto a aparecer, que no había un presidente berraco que pusiera a la gente en su sitio, que.., etc etc, etc.

Yo me preguntaba: ¿Qué ha cambiado?.. Nada: Medellín sigue con los mismos problemas de siempre: una ciudad tomada por la delincuencia, hace muchos años, de la que no logra desprenderse; una guerrilla que el gobierno Uribe no logró derrotar y cuyos mayores golpes se los ha dado este gobierno y una economía que comenzó a acabarse hace ya muchos años, en el Gobierno Gaviria, con una apertura económica para la que nunca estuvo preparada por la sencilla razón de que somos un país subdesarrollado, sin posibilidades de competir, y con unos tratados de libre comercio, iniciados por el gobierno anterior, que acabaron con el agro y la industria nacional, en aras de la confianza inversionista.

Entonces cual es la diferencia? Que Uribe era un Patriarca, casi un Dios, que decía que iba sacar a la gente de sus miserias y la gente tenía fe en que eso sucedería. Le creía. Y le creía, vuelvo y digo, por esa nostalgia de un padre ordenador de la casa, que emanara autoridad y brindara protección y amor. Un padre que puso a raya al ogro de la guerrilla. Un padre algo alcahueta, con nuestras grandes o pequeñas picardías; en un mundo donde un pueblo atrasado, violento y desigual, como el nuestro, solo encuentra como herramienta para salir de la miseria el narcotráfico. Un padre que reemplazó en el imaginario, de gran parte de los colombianos, a ese papá al que nunca le pudieron conocer “la carnita y los huesitos”.

Ese Padre, Alvaro Uribe, fue remplazado por un tipo acartonado, de apariencia poco varonil, que no infunde ni credibilidad, ni admiración, ni autoridad, ni respeto. Un tipo que se acomodó a gobiernos tan disímiles como el de Pastrana y Uribe, que trató de conspirar con la guerrilla para “tumbar” a Samper. Un tipo que se ideó unos diálogos de paz, con las Farc, para el que tampoco estamos preparados.

Santos hizo que regresaran los fantasmas que nos asustan, cual niños. Y que Colombia se sintiera huérfana y anhelara ese padre ausente, el único conocido por muchos: Uribe.

Antes del fin: Anibal Gaviria es un excelente alcalde y mejor ser humano, pero la seguridad de la ciudad hace muchos años no depende de las autoridades. Hasta que uno de los combos, que se enfrentan por el dominio del territorio, no derrote a los demás, no podrá mostrar la ciudad que sueña.

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DESESPERANZA

DESESPERANZA

PALACIO DE JUSTICIA 090

Estado del ánimo en que se ha desvanecido la esperanza
Eligio Palacio Roldán

Son las 4:30 de la tarde, de cualquier día, de lunes a viernes, de cualquier semana, de cualquier mes, de cualquier año desde la segunda mitad de la década del 70, cuando fue construido el Edificio de Justicia, en el sector La Alpujarra de Medellín.

Puede que llovizne, incluso caiga una pertinaz lluvia, o el sol alumbre y caliente el asfalto como nunca. No importa. Allí; en inmediaciones de la antigua Estación del Ferrocarril de Antioquia, donde se vivieron  encuentros y despedidas, llenos de abrazos, risas y lágrimas; hoy se aglomera un sinnúmero de ciudadanos, generalmente de origen humilde, para dar un triste adiós a sus seres queridos, con un movimiento desesperado de manos, que luego sucumbe ante la desesperanza. Ahora, a diferencia de ayer, no se sabe si aquel ser que se marcha puede ver, esas manos temblorosas, deseosas de atraparlo y de no dejarlo ir.

Y es que, en este lugar, junto a la estatua  imponente de Francisco Cisneros, las familias de los detenidos, sometidos a Audiencia durante el día, se reúnen para darles un adiós  antes de ser conducidos, en autobuses herméticos, con vidrios polarizados, hasta una de las cárceles del Valle del Aburrá.

Una joven, de unos 20 años, alza un niño al aire, para que alguien lo vea, antes de partir. Una anciana, hace esfuerzos por empinarse y dejarse ver. Una niña, de unos diez años, llora desconsolada por la ausencia de un padre que no le podrá prodigar mimos y caricias; mientras sus familiares hacen esfuerzos para que no la vean, en ese estado, desde el bus. Una mujer le relata a otra como su hermano cayó en la cárcel por un crimen pasional: “las mujeres la hacen y los hombres la pagan”, afirma una de ellas. Un amigo le cuenta al otro: “Al man lo cogieron por la terminal de transporte con dos kilos”. Un campesino cuenta: “No… el hombre no se dejó robar, le quebró la cabeza al ladrón con el cabo del azadón”.

Durante todo el día, seguramente, estos ciudadanos hicieron parte de los entre diez y doce mil visitantes diarios del Edificio de Justicia; ascendieron a alguno de los 27 pisos, por uno de los 6 ascensores dispuestos para los no detenidos y estuvieron en alguno de los 80 Juzgados Penales que operan en la sede, atendidos por alguno de los 2.595 funcionarios o empleados que laboran allí.

Tal vez alguno, de ellos, se vio tentado por seguir el ejemplo de uno de los cinco suicidas, que se lanzaron por las ventanas del edificio, en los últimos nueve años. Muchos otros caminaron sigilosamente por los corredores externos temiendo la caída de algún cuerpo desde lo alto.

Pasadas las 5:30 de la tarde, el lugar comienza a quedarse solo. Después las sombras harán de las suyas.

TRAGEDIA

TRAGEDIA
Eligio Palacio Roldán
“La cabeza de Luciana rodó varios metros por el piso y los largos cabellos negros, manchados de sangre, se adhirieron a las piedras del patio, de donde cientos de aves se los llevarían, en sus picos, horas más tarde.”

Oculto tras las rocas, desde donde Jesús espiaba a Luciana, El Viajero trata de descubrir, inútilmente, el hermoso patio de piedras blancas, grandes y limpias, rodeado de bifloras; la acequia, también de piedra, que conducía el agua cristalina hasta el pozo, en que se lavaba la ropa y donde, en las primeras horas de la mañana, Luciana se bañaba desnuda. Ahora, la hierba trataba de surgir entre el fango.

La casa estaba ahí, incólume como siempre, desafiando el tiempo. El sonido producido por un pájaro carpintero, perforando un pino, que parece haberse salvado de la tala del antiguo bosque, le hace tener la sensación olfativa de estar en el cementerio. ¿Cual cementerio se pregunta? Este desapareció para dar paso a la industria de la muerte.

Al viajero los recuerdos se le agolpan en la mente y el dolor se le hace más profundo. Entona la canción preferida de doña Otilia:

“…Y aquí si el negro mira la hembra blanca
Y aquí si el negro mira la hembra blanca
Tabú, tabú, tabú
Tabú, tabú, tabú”

Jesús siempre amó a Luciana, quizás antes de que ésta naciera. La vio crecer a su lado, en la casa de sus patrones; le enseño a caminar, cantar y a cuidar las aves. Siempre la protegió. Cuando se hizo mujer soñó, durante largas noches, su amor. Nunca tuvo a nadie. Jamás se le vio una sonrisa. Una mirada triste y un caminar encorvado lo acompaño toda su vida. Bueno, toda su vida, menos el día de su captura.

Ese día se le vio altivo como nunca; orgulloso de su color negro, de su raza. En un momento, salió de su garganta una sonora voz, desconocida hasta entonces. “Entro al pueblo triunfante, como Jesús en Jerusalén”; dijo.

Luciana creció feliz, al lado de sus padres y hermanos; y de Jesús. Se le veía por los parajes de la región, rodeada de aves. Siempre llevaba alguna de ellas en su hombro; las demás cantaban a su paso y algunas la seguían a corta distancia en su caminar. Un día, a sus 16 años, conoció el amor y sus grandes ojos negros se percibieron más vivaces, su larga cabellera se vio más negra y brillante, y en su cara redonda y blanca siempre afloró una ensoñadora sonrisa.

Jesús no entendió que Luciana amara a otro hombre. Una tarde lluviosa, entre los árboles, que rodeaban la casa, trato de besarla, de hacerla suya. Ella gritó. Su padre fue en su ayuda y con ira contenida despidió a Jesús, para siempre.

En la mañana de aquel domingo, en el pueblo, se escuchó decir que Jesús estaba de regreso. Que había amenazado con asesinar a Marina, en el café de Doña Otilia, si no le cantaban “Tabú”.

A eso de las nueve de la mañana, recostada sobre la roca, donde hoy recordaba El Viajero; Luciana, bordando el velo, que luciría en su próximo matrimonio, esperaba el regreso de sus padres y hermanos de misa. En la casa, su nana, preparaba el tradicional “sancocho”.

Dicen que en un par de minutos, se escuchó un grito de horror, y luego; la cabeza de Luciana rodó varios metros por el piso y los largos cabellos negros, manchados de sangre, se adhirieron a las piedras del patio, de donde cientos de aves se los llevarían, en sus picos, horas más tarde.

Dicen, además, que el cuerpo de la joven, caminó varios metros hasta caer inerme, en el corredor de la casa, luego de dejar marcadas, con sangre, sus manos, en la pared.

Dicen también, que desde entonces, las aves llevan en sus picos, cabellos negros de mujer, hasta la tumba de Luciana.

Sollozando, El Viajero, atraviesa, lentamente, el espacio que, quizás recorrió, el cuerpo sin cabeza de la joven. Se acerca a la pared y trata de descubrir las huellas, marcadas con sangre, de las manos de Luciana. De esas huellas, ya tampoco queda nada. Es que son tantas las capas de cal que se han aplicado sobre la pared que, esas huellas, ya son tan solo un recuerdo.

Una mujer grita aterrorizada, corriendo por la carretera que conduce al pueblo. El fantasma de Luciana ha vuelto a aparecer.

El Viajero se marcha pensando que, tal vez, él también sea solo un fantasma.

ENTRE LAGARTOS

ENTRELAGARTOS
Eligio Palacio Roldán
Una nueva oportunidad para que la lagarta de Nohemí deje sin cetro a Santos, hasta hoy, rey de los Lagartos.

Define la Real Academia de la Lengua Española lagarto como reptil, de cabeza ovalada, boca grande, agudos dientes, cuerpo prolongado y casi cilíndrico, y cola larga. Afiladas uñas. Ágil, y muy útil por la gran cantidad de insectos que devora.

En Colombia un lagarto es, además, quien adula a alguien para obtener sus favores.

Pues bien, ambas definiciones se acomodan fácilmente a la de cualquier político de nuestro país. Claro, siendo los colombianos, en la primera definición, los insectos.

Veamos tres de estos ejemplares:
noemi
Fotografías tomadas de Google

Los tres son maestros de la adulación y esclavos del poder: Por él y para él viven:

Noemí Sanín: hija de un patriarca antioqueño, se mimetizó como una verdadera lagarta en el corazón del poder político en Colombia. Se le recuerda por la censura a la radio, para que no se transmitiera la toma del Palacio de Justicia, como Ministra de Comunicaciones en el gobierno de Belisario Betancur, en la década del 80. Pasaría de ahí al gobierno de Cesar Gaviria como embajadora en Venezuela y Ministra de relaciones Exteriores. En el polémico gobierno de Ernesto Samper, por cuenta del Proceso 8.000, fue embajadora en el Reino Unido; de donde regresó para ser candidata presidencial en 1998, enfrentando a Andres Pastrana. También fue candidata presidencial en el 2002, cuando tuvo fuertes enfrentamientos con el también candidato Alvaro Uribe Vélez. En ese entonces, pudo más su vocación de lagarta que otra cosa y cambio de forma de pensar y de “colores” para ser, en ese gobierno, embajadora en España e Inglaterra, de donde regresó para aspirar, de nuevo, a la presidencia de la república. Siendo embajadora en España se le “ocurrió” la reelección presidencial, sin siquiera imaginar el daño que le estaba haciendo a la democracia colombiana. En su vida política ha estado “colaborando” con gobiernos tan disimiles como el de Belisario Betancur y el de Alvaro Uribe Vélez. Eso sí, siempre, defendiendo a sus jefes del momento. En el 2010 fue candidata presidencial, por tercera vez.

Alvaro Uribe: nacido en la provincia paisa, desde muy joven probó las mieles de la burocracia; tanto que hoy, alejado de ellas, parece enloquecer. Se inició en Empresas Públicas de Medellín, en 1977. Pasó por el Ministerio de Trabajo, en 1978 y 1979. Fue director de la Aeronáutica Civil y Alcalde de Medellín en el gobierno retardatario y corrupto de Turbay Ayala; Concejal de la misma ciudad en el gobierno de Belisario Betancur; Senador de la República en los gobiernos de Virgilio Barco y Cesar Gaviria; Gobernador de Antioquia, en el gobierno de Ernesto Samper y Presidente de Colombia entre 2002 y 2010. Con ideas y actuaciones conservadoras y retardatarias, que hicieron ver a Laureano Gómez como un hambre de avanzada, cambió sus “colores”, como el más auténtico lagarto, para hacerse elegir en el partido liberal, dueño del electorado colombiano en la segunda mitad del siglo XX.

Juan Manuel Santos: desde el niño conoció, como periodista, el caminar, el mirar y el hablar de tantos lagartos; que terminó siendo el más parecido, de los tres, física e intelectualmente, al reptil. Ingresó a la política en el Partido Liberal; fue ministro de Comercio Exterior en el Gobierno de Cesar Gaviria, lagarteó a la Farc y a los Paramilitares un complot para “tumbar” al ex presidente Samper. Posteriormente estuvo en el gobierno de Andrés Pastrana, apoyándolo en las conversaciones con las Farc, en el Caguán. Más tarde dejó a un lado su respaldo a las políticas de paz, del anterior gobierno, para ingresar al gobierno de Alvaro Uribe Vélez, al que criticaba fehacientemente. Como Ministro de Defensa combatió a las Farc, logró la confianza de Uribe para que lo señalara como su sucesor; y ahora, para completar su historia, lagartea nuevamente a las Farc para hacerse reelegir como presidente de Colombia.

Destaco estos tres lagartos, de la infinita lista de especímenes de la dirigencia colombiana, porque me asalta una incógnita, que quizás nunca tenga respuesta: ¿Cómo serían las relaciones, hoy, entre Alvaro Uribe y Nohemí Sanín si éste hubiese cedido a sus encantos, por encima de los de Santos, y fuese la presidenta de Colombia?. Digo que esta incógnita tal vez nunca se resuelva… Pero que tal que el Uribismo, dada la pobreza de sus precandidatos, apoyara a Nohemí, en una cuarta candidatura presidencial, enfrentando a Santos. Sería interesante ver de nuevo este duelo, en circunstancias y con apoyos trocados. Además sería una nueva oportunidad para que la lagarta de Nohemí deje sin cetro a Santos, hasta hoy, rey de los Lagartos.

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